En este blog hemos planteado a través de varios artículos el tema de la felicidad y las múltiples formas de alcanzarla. Le damos tanta importancia porque esta es una de las búsquedas que da razón a la vida de cualquier ser humano. Quien tiene dificultad para identificar lo que lo hace feliz o no se ha encaminado en esa dirección, puede sentirse sin un propósito o justificación para su existencia.
Si consultamos los diccionarios, encontraremos que la felicidad se define como el “estado de grata satisfacción espiritual y física” o el “estado de ánimo del que disfruta de lo que desea”.
Según lo anterior, significa que es una forma de existir donde prevalece el gozo o la satisfacción corporal y del espíritu mediante la obtención de deseos, necesidades, aspiraciones, intereses y sueños.
Y, por supuesto, si preguntáramos por la situación contraria a la felicidad, aparecerían expresiones como adversidad, dolor, tristeza, desgracia, fracaso o infortunio.
Pero si vamos al antónimo principal, in-felicidad, consiste simplemente en la negación o privación de ese estado de plenitud.
¿Cómo y de qué modo nos negamos la felicidad, cuando es algo que todos anhelamos? ¿Qué podemos estar haciendo de forma consciente o inconsciente para sabotear nuestra búsqueda de una vida plena?
Las razones que llevan a muchas personas a esta negación son diversas: en unas ocasiones se relaciona con su educación, en otras con sus prejuicios, temores o culpas. Pero a veces, se debe particular a una falta de entendimiento de que la vida va pasando y que es importante crecer internamente para reconocer qué es aquello que nos proporciona felicidad.
Cuando somos pequeños, solemos encontrar alegría en el cuidado y protección de los padres, así como en la obtención de cosas materiales o experiencias nuevas que clasificamos como aventuras. Pero los adultos necesitan cambiar esa perspectiva de lo que significa ser feliz y profundizar en sus intereses, propósitos y en el modo en que viven sus relaciones personales.
Para ello, las personas adultas deben ir abandonando algunos malos hábitos que sabotean la manera en que obtienen la felicidad. Estas costumbres negativas no tienen que ver solamente con las actitudes, sino con la responsabilidad sobre su cuerpo ya que, como se mencionó anteriormente, parte de la felicidad implica la satisfacción de las necesidades materiales.
Los jóvenes suelen abusar de su organismo gracias a que gozan de buena salud. Pero a medida que pasan los años, exigirnos de más tiene repercusiones negativas tanto en nosotros como en nuestras relaciones personales, familiares y laborales.
Identifiquemos los hábitos físicos más elementales que conspiran contra nuestra felicidad:
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Sueño deficiente
No descansar el número de horas apropiado ni en un horario adecuado, trae consecuencias negativas de todo tipo. No solo genera mal humor y falta de concentración, afectando nuestro trato con otras personas, sino que contribuye a la aparición de enfermedades físicas y mentales o forma parte de otras que con los años pueden empezar a atacarnos.
Un joven puede asistir a clases o al trabajo y disimular las consecuencias de una noche de fiesta con un par de horas de sueño. Un adulto con la misma rutina terminará desmejorando la calidad de su trabajo, afectando sus relaciones, lucirá como alguien poco confiable y adquirirá enfermedades y un aspecto físico poco deseable. Por ese camino no es fácil llegar a ser feliz.
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Beber, consumir y no hacer ejercicios
A partir de los 30 años se inicia la pérdida de masa muscular, cuya peor consecuencia es la incapacidad para valerse por sí mismo en la vejez. Afortunadamente, en las últimas décadas muchas personas están adoptando un modo de vida sano.
Para quienes todavía no se animan a ejercitarse, es importante que vean la calidad de vida de muchos adultos mayores con problemas de movilidad, obesidad o fragilidad entre tantos otros que hubieran prevenido con una actividad física regular.
Sobre el abuso de bebidas alcohólicas y drogas, el máximo llamado es a recordar que si tu felicidad depende de alguna sustancia, estás en un problema y debes buscar ayuda profesional inmediatamente.
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Abusar de tus energías
Sentir que se puede con todo es un arma de doble filo. Por un lado, es un elemento importante para aprovechar el tiempo, realizar proyectos y disfrutar de la vida. Pero olvidar que esa energía debe ser repuesta con descanso, alimentación, ejercicios y una rutina de autocuidado puede llevarnos, no solo a tener poca calidad de vida en la tercera edad, sino a enmascarar incluso en estos momentos problemas emocionales como la depresión.
Precisamente, este hábito nos permite pasar al plano emocional. Existen costumbres que parecen insignificantes o en las cuales no nos gusta mucho pensar. Sin embargo, tomar consciencia de que nos llevarán por el camino de la infelicidad a largo plazo es razón suficiente para hacer mención de ellas:
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No expresar los sentimientos
Tanto si son positivos como negativos, nunca debemos dejar que la timidez, la vergüenza o una crianza estricta nos impida decir lo que sentimos. Ya mucha gente entiende que llorar no es un signo de debilidad y que expresar amor a los seres queridos cuando están en vida no es sinónimo de ser cursi.
Expresar a la gente que te rodea lo que significa para ti y arriesgarte a dar el primer paso en una relación, independientemente del resultado, te hará rodearte de un núcleo emocionalmente fuerte y tener experiencias profundas y enriquecedoras.
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Compararte con los demás
La sociedad ha hecho de la comparación de logros y de los modelos de éxito una costumbre negativa para la autoestima, además de provocar el mucha gente sentimientos de inferioridad y envidia.
La mejor forma de evitar comparaciones que sean perjudiciales para nuestra psique es construyendo un sistema de valores fuerte y diseñando tus propios objetivos.
Así no necesitarás querer tener la vida de los demás para ser feliz.
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Ser exigente contigo mismo
El perfeccionismo y constituirte en tu crítico más severo no siempre te va a ayudar a alcanzar tus propósitos en la vida, aunque así te lo hayan enseñado. El mejor amigo que puedes tener eres tú mismo. Piensa cómo ayudas a las personas que quieres cuando están en problemas e intenta tratarte de ese modo cuando estés pasándola mal.
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Temerle al cambio
El cambio es la característica más común de la vida. Desde que nacemos estamos en constante evolución y aunque a veces quisiéramos que todas las circunstancias que nos hacen feliz permanecieran, es probable que sean sustituidas por otras.
Sin embargo, recuerda que lo bueno de que todo pase, es que significa que lo malo y lo que no nos gusta también se irá, y que lo que todavía no conocemos puede ser bueno y hacernos feliz en el futuro.
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Ser indiferente
La inactividad y la falta de intereses hacen mucho daño, en especial a medida que aumentan los años. Además, son características que forman parte de estados emocionales más complejos como la flojera, el aburrimiento y la depresión.
Estudiar te ayudará a superarte aunque sea agotador, un trabajo te hará sentir útil incluso si no es el que más te gusta, un hobbie te hará distraerte y conocer a otras personas con gustos comunes, desarrollar un proyecto creativo despertará tu mente, tener opiniones te moverá a querer estar informado, aprender y compartir…
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No apreciar la soledad
Si tienes temor a la soledad, te invitamos a leer este artículo para que entiendas que esos momentos son los que te ayudan a conocerte mejor y a tener una vida enriquecedora que luego podrás compartir con otras personas.
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Ser derrochador
Si consideras que el dinero no es la felicidad, te explicaremos aquí por qué se trata de una frase mal aplicada que trae consecuencias negativas para nuestras vidas. Está bien consentirte e invertir en el presente para obtener lo que deseas, en vez de vivir en la miseria mientras escondes todo tu dinero en el banco para un futuro. Pero el ahorro y la inversión son costumbres que también ayudarán a tu estabilidad económica y emocional, y en consecuencia, a tu felicidad, a largo plazo.
