La mayoría de las personas considera que las vacaciones consisten en dejar atrás la rutina de la casa y el trabajo y dirigirse a un lugar apasionante. No importa si hay que trasladarse muy lejos o pagar una buena suma a cambio de unos días de paz y disfrute. Parece que lo importante es huir de una vida complicada y extenuante, al menos por un breve tiempo.
Analicemos un poco la idea anterior: ¿qué es lo agradable de estar de vacaciones? ¿Librarse de las obligaciones por un rato? ¿Disfrutar de un hospedaje bellamente decorado? ¿Buenas comidas? ¿Vivir experiencias nuevas? ¿Sentirse relajado? ¿Poder desarrollar un pasatiempo o una actividad predilecta?
Ahora, preguntémonos: ¿es realmente imposible no experimentar esos placeres típicos de unas vacaciones en nuestra vida común? Ciertamente, no estamos hablando de tenerlos todos al mismo tiempo, pero sí de hacer espacio en nuestra rutina para incluirlos, de modo de no separar tajantemente lo que nos gusta, apasiona y relaja de nuestra cotidianidad.
Entonces, ¿por qué no traer esos gustos y pasiones a casa para no limitarnos a habitar en un polo a la vez, sino lograr una dosis diaria de equilibrio?
La manera secreta de alcanzar la felicidad es mediante un proceso de dos partes que consiste en explorarnos a nosotros mismos y descubrir cuáles son nuestras necesidades internas y externas. Este trabajo es emocionante, porque no requiere de gastos, viajes ni extravagancias y los resultados son tan buenos como haberse ido de vacaciones. Es una forma de hacer de nuestra casa y forma de vivir un paraíso.
La segunda fase, referente a las necesidades externas, podrás expresarla en realidades materiales, y es más sencilla de desarrollar en la medida que trabajes la primera fase: explorar tu mundo interior e identificar lo que es sustancial para tu felicidad.
A continuación, explicaremos el trabajo que debes realizar en las dos fases del proceso para encontrar la felicidad en tu propio hogar y en medio de tu rutina diaria.
El exterior
Seguramente al ir de vacaciones deseas un alojamiento estético, una habitación cuidada con una hermosa vista y un cuarto de baño parecido a un oasis con geles perfumados y burbujas. Tal vez se trata de una estética y limpieza que no tienes en tu vivienda, ¡en particular porque en los hoteles hay gente contratada para decorar y hacer el aseo permanentemente!
Sin embargo, el hecho de que tu casa no sea un paraíso no se debe exclusivamente a la falta de tiempo para atenderla y de dinero para muebles finos y los servicios de un decorador de interiores. Tú y las personas que viven en tu hogar contribuyen al aspecto que tiene en la actualidad, y que posiblemente no sea el que más les gusta.
¿Sabías, por ejemplo, que el acumulamiento de cosas y el desorden reflejan áreas problemáticas en la vida de sus dueños? Según ciertos estudios, estos representan el miedo al cambio, al fracaso, a olvidar o ser olvidado, a las carencias, junto a la confusión o inestabilidad que podamos estar sintiendo en relación con nuestras metas o identidad personal.
Cabe destacar, además, que la acumulación y lo que esta simboliza son energías que se retroalimentan: podemos estar pasando por un momento caótico en el que nos cuesta estructurar algún plan, pero resulta también que el desorden altera el tao o camino hacia nuestras metas, nos lleva a equivocarnos, perder tiempo y bloquear las oportunidades.
Los sitios de tu casa donde se acumule el desorden reflejan tus conflictos personales: por ejemplo, tener un armario abigarrado de ropa refleja tu estado emocional. Un cubrecama desteñido habla mal de tus relaciones de pareja. La desorganización en el dormitorio significa que dejas las metas inconclusas y que tienes dificultades con las relaciones sentimentales o laborales. ¿Eres de los que conservas objetos partidos en espera de repararlos alguna vez? Con ellos simbolizas las promesas y los sueños rotos que no pudiste alcanzar.
Si acumulas material en tu área de trabajo es porque estás frustrado y necesitas aprender a controlar las situaciones profesionales. Por otra parte, si tienes la extraña costumbre de esconder objetos detrás de las puertas, significa que sientes miedo de no ser aceptado y estar constantemente vigilado.
Precisamente, a los niños les cuesta mantener el orden porque todavía no saben lo que desean en la vida, y la ciencia ha demostrado que a los chicos a los que se enseña a organizar sus habitaciones son mejores estudiantes.
En conclusión, tener objetos amontonados por toda la casa envía un mensaje de rabia, apatía y desidia hacia la vida que estamos llevando. Si este es tu caso, ¿cómo puedes empezar a resolverlo? Sigue las instrucciones que te ofrecemos a continuación:
1. Deshazte de lo que ya no usas
En los hoteles solo encontrarás lo que te hace falta. Llevemos esa característica a nuestro hogar. Limpiar puede ser un proceso angustioso, pero si reconoces que algo lleva guardado mucho tiempo y ni siquiera lo recordabas es porque ya no representa nada en tu vida. No pienses en un nuevo uso para él, solo regálalo, deséchalo o véndelo. Trata de hacer este proceso de limpieza especial poniendo música, trabajando por áreas y dejando fluir los sentimientos, incluso con llanto, si es lo que necesitas.
También limita al máximo eso que ya no usas pero quieres conservar por un valor sentimental.
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2. Solo mantén aquello que te brinde felicidad
Seguro después de haber sacado lo que no utilizabas, todavía quedan muchas cosas en tu casa, por ejemplo, las que no son tuyas (si te quedaste ocupando la casa materna), las que ya no cumplen ninguna función (tecnología obsoleta como las películas en DVD que ahora puedes ver en Netflix) o no te traen felicidad (ciertas fotos, ropa que te gusta pero no te queda…). Tu hogar debe reflejar quién eres en este momento y brindarte sensaciones positivas; por lo tanto, conserva solo lo que uses y te representa justo ahora.
3. Convierte la limpieza en transformación
Ya mencionamos que la limpieza puede ser un trabajo física y emocionalmente difícil, pero recuerda cómo disfrutas de la pulcritud al vacacionar. Piensa que al limpiar vas a dar un nuevo aspecto a tus espacios, e incluso puede ser el punto de partida para reformaciones más profundas (pintar y remodelar ahora que hay menos objetos). Nota que limpiar las ventanas es una manera real y figurada de dejar entrar luz a tu interior. Entonces, mantén presente este concepto de transformación cuando empieces a limpiar tu hogar.
Luego de haber conocido estas herramientas básicas para el proceso externo que te llevará a alcanzar la felicidad, entenderás que una revisión interior es necesaria para darle sentido y dirección a esa limpieza material.
El interior
La felicidad es un concepto muy personal, pero a veces ni siquiera podemos describir qué es lo que nos trae alegría. Por lo tanto, el primer paso para alcanzarla es el autoconocimiento.
Independientemente de cuál es tu versión individual de la felicidad, puedes llegar a experimentar una vida más satisfactoria. Ajustar algunos hábitos, por ejemplo, puede ser un punto de partida. Todos tenemos costumbres bastante arraigadas, que no siempre son las mejores. En la medida en que identifiquemos los malos hábitos, podremos sustituirlos por otros positivos e incorporarlos a nuestra rutina.
Veamos algunas muestras de buenas prácticas que debemos incluir en nuestra vida:
- Construye tu felicidad a diario: La felicidad no depende de tener cosas o de estar con tal o cual persona. Identifica lo que te llena y complace e incorpóralo a tus actividades diarias como haces con las obligaciones. Despreocúpate por lo que otros pienses de tus gustos o aficiones y dales el valor que tienen para ti.
- Presta atención a lo bueno: La vida casi siempre es difícil, pero debes estar atento a los buenos momentos y disfrutarlos intensamente: una tarde en familia o con un amigo, un viaje al mar, ver el amanecer el fin de semana, jugar con tus hijos. Lleva el recuerdo de esas experiencias contigo, ya que te darán valor durante las dificultades.
- Presta también atención a lo malo: Así como atesoras los buenos tiempos, debes reconocer igualmente cuando estés triste, deprimido o en problemas, sin fingir que todo está bien. Una vez que lo hagas, piensa cómo puedes ayudarte a sentirte mejor: ¿hablar con alguien? ¿Un paseo en solitario? ¿Llorar?
- Imaginar la vida que deseas: Todo lo creado fue antes pensado, ¿verdad? Diseñar el mundo como nos gustaría y empezar a convertirlo en realidades concretas es un buen paso para ser feliz. Además, el cerebro no distingue muy bien entre la imaginación y lo real, por lo tanto soñar despierto con situaciones alegres producirá hormonas de felicidad en tu organismo.
- Contactar a los amigos: Los amigos son esa red de apoyo que nos da la vida. Qué mejor para nuestra felicidad que compartir con nuestras amistades lo bueno y lo malo que nos ocurre.
- Haz rituales y rutinas de autocuidado y paz: Es fácil descuidar el autocuidado en la actualidad, pero tu cuerpo y tu mente merecen atención. Consiga tiempo para un baño relajado, unos minutos de meditación, ver una película de principio a fin, jugar con su mascota o llevar un diario. Estos altos en la prisa cotidiana recargarán su energía y le brindarán paz interior.
- Duerme lo suficiente: Es decir, duerme lo que necesites, en un horario regular y mantén tu cama y habitación arregladas y limpias, como si estuvieras en un bonito hotel. Este pequeño esfuerzo te dará la recompensa de un descanso reparador todos los días.
- Deshazte de la tecnología: La tecnología distrae tu mente o la activa para el trabajo. Desconectarte un rato hasta del celular o la música en los audífonos dejará tu mente libre para escuchar, hablar, meditar, leer, dar un paseo, socializar. O estar solo. Desenchufarte te conectará contigo.
Cuando inicies este proceso de autoconocimiento encontrarás, como en todo, dificultades para llegar a ese sentimiento de armonía con tu mundo interior. Poner en práctica estas y otras soluciones será el siguiente paso. Tu felicidad está dentro de ti y en la vida que tienes en este momento, solo debes construirla y conservarla con tus propias reglas.