La Magia del Trato en la Relación de Pareja

Conozca tres acciones que puede tomar desde ya para fomentar un nuevo nivel de intimidad.

Hace poco en varios lugares del mundo se celebró el Día de San Valentín o el Día de los Enamorados. Muchos conocen la conmovedora historia del sacerdote que desafió la prohibición del emperador Claudio II de celebrar matrimonios, por lo que fue condenado a muerte. En los momentos previos a su ejecución, un 14 de febrero, el que luego sería nombrado santo obró un milagro en la hija ciega del juez, que se demostró cuando esta pudo leer en un papel que él le entregó la frase: “De tu Valentín”. Esta dedicatoria afianza más la creencia de que pudo haber enamorado a la joven y aumenta su simbolismo como santo del amor.

La referencia a esta historia es para mencionar que las relaciones amorosas implican, no solo la parte increíble del romance, sino también ir alcanzando con el tiempo distintos niveles de compromiso, respeto y comunicación, que se ponen a prueba durante la unión en convivencia o en matrimonio.

Precisamente, cuando se vive en pareja, corremos el riesgo de dar todo por sentado, y más a medida que el tiempo va transcurriendo. Sentirse cómodos en la nueva vida facilita la intimidad, pero también nos puede volver víctimas de la rutina y las responsabilidades. En consecuencia, podemos terminar sintiendo flojera ante las necesidades de la relación e incluso terminar endureciendo el trato hacia el o la cónyuge: no siempre es fácil discutir en tono apropiado sobre los gastos, las decisiones y los conflictos de la vida diaria, y a veces nuestras preocupaciones, miedos y disgustos nos llevan a herir con nuestras palabras al otro, pero también a nosotros mismos.

Dirigir al ser amado expresiones dolientes, incluso tan solo con un tono de voz violento, puede tener consecuencias irreparables. El caso más extremo y trágico es como este de la vida real: una muchacha discutió con el esposo una tarde por las carencias económicas en el hogar. No era para menos: era una pareja joven, tuvieron gemelos muy pronto, vivían en una casa a medio construir, pedían auxilio constantemente a los padres para todo, ella todavía era estudiante y él perdía los trabajos con frecuencia. Luego de la pelea, él salió a laborar como taxista en un auto prestado. Nunca regresó: murió esa noche tratando de evitar que unos asaltantes le quitaran el vehículo y el dinero que había hecho. Esta viuda hoy pasa de cuarenta años, es incapaz de rehacer su vida y no deja de arrepentirse por esas últimas palabras que dijo a su esposo.

Pero no hay que llegar a estos extremos dolorosos para entender que debemos cuidar lo que decimos a nuestros compañeros de vida. Empiece a ponderar desde ya sus palabras y la forma como las expresa. Tome nota y pregúntese cuánto cuidado y amor siente que está transmitiendo cuando habla.

 

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El Dr. John Gottman, en su libro The Relationship Cure, revela que en el grado de comprensión de lo que una persona expresa a su pareja, solo 7% proviene de la palabra dicha, mientras que un 38% corresponde al tono de voz y los patrones de habla. ¿Qué significa esto? Que un reclamo puede ser hecho en tono neutral y transmitir la información, pero puede volverse incendiario si se pronuncia con un tono sarcástico, o doliente si la entonación es despectiva.

Precisamente, tanto el tono de voz, como la inflexión vocal y el volumen son parte importante de una comunicación clara, y afectan positiva o negativamente la salud de una relación emocional. Por lo tanto, a partir de ahora empiece a vigilar estas características en su discurso cuando le hable a su pareja.

Otra área que debe empezar a examinar en su relación es cómo transmitir sus pensamientos y sentimientos hacia su compañero o compañera, y el contexto que utiliza. Discutir sobre tareas domésticas, dinero y prioridades es común e inevitable, pero precisamente, por ser algo tan cotidiano, es importante escoger las palabras correctas durante una discusión.

Incluso cuando queremos de corazón discutir algo sin terminar peleando, lo que decimos puede terminar hiriendo a quienes amamos. Y esto se debe a que uno de los errores más comunes es usar el “alegato del tú”.

El “alegato del tú” son las frases que empiezan con “tú” y hacen automáticamente al oyente culpable o responsable de algo. Este tipo de declaración hace que la pareja se sienta resentida y a la defensiva, con menos posibilidad de participar para buscar una solución y/o hacer las paces. En este contexto, al hablante no parece importarle las emociones que genera en su cónyuge.

Por su contraparte, el “alegato del yo” nos obliga a hacernos responsables de lo que pensamos y sentimos, y nos impide culpar al oyente. Desde el “alegato del yo” podemos ser asertivos, transmitiendo el problema, pero de forma menos hostil y más conciliatoria.

¿Cómo discutir usando estas herramientas? En primer lugar recuerde que el “alegato del yo” busca expresar cómo se siente usted. Un verdadero discurso de este tipo utiliza verbos relacionados con las emociones: “Yo me siento… (ansioso, solitario, enojado, resentido, avergonzado, asustado, etc.)”.

Por cierto, no caiga en la trampa de usar palabras que parecen emociones, pero que en realidad están dirigidas hacia la pareja: “Yo me siento… ignorado (por ti), maltratado (por ti), manipulado (por ti), abandonado (por ti), controlado (por ti), engañado (por ti)”.

Otro modo de usar incorrectamente esta herramienta comunicacional es añadir las palabras “Yo me siento” delante de una sentencia: “Yo siento que tú no me valoras”. Esto es una manera de culpabilizar disfrazada y no expresa sus verdaderas emociones. Lo correcto es decir: “Yo no me sentí valorado/a” en tal contexto o situación.

La tercera y última recomendación es cuidar a la pareja tratando de aceptar su punto de vista.

Hay que recordar que una cosa es como vemos el mundo y otra es como el mundo es en realidad. Y cuando nuestra pareja no comparte nuestro punto de vista tendemos a creer que son ellos los equivocados o los que tienen una percepción distorsionada de esa realidad. Incluso podemos sentirnos dolidos o abandonados porque no estén compartiendo nuestra perspectiva.

Pero desconocer que cada individuo tiene derecho a su propio punto de vista significa no apreciar a la otra persona por lo que realmente es. Hay que recordar que ambos son individuos únicos, que provienen e antecedentes y experiencias de vida diferentes que les hacen tener perspectivas propias sobre el problema común que ahora enfrentan. Ambas perspectivas son útiles y deben ser valoradas para hacer de esa unión en pareja un verdadero equipo.

Aprender a escuchar y apreciar la perspectiva de la pareja puede ser difícil, pero debemos tomar conciencia, madurar emocionalmente y poner en práctica herramientas que nos corrijan. Al hacerlo, descubriremos que podemos enriquecernos mutuamente al tener una visión de nuestra realidad en conjunto, y también crear un nuevo nivel de intimidad en la relación de pareja.

 

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