Si Te Consideras Un Fracasado, Esta Noticia Es Para Ti

En las sociedades modernas se ha fomentado una noción de la vida basada en la lucha por alcanzar una meta personal. Como este objetivo suele tener unas altas expectativas ―que nos autoimponemos por influencia de personas cercanas, de la sociedad o de creencias que hemos asimilado―, el mismo termina situado en un punto distante, solitario y ubicado en una especie de montaña empinada que debemos escalar.

Para poder encajar en ese esquema y cumplir con el plan social, la mejor manera, y pareciera que la única, de llegar a nuestra meta es avanzar en una línea recta e ininterrumpida. Una vez llegados ahí, y solamente cuando lo logremos, podremos sentirnos realizados, plenos y satisfechos con la existencia.

Esa sensación de autorrealización es lo que conocemos como éxito y, por alguna razón, la sociedad nos hace pensar que debemos avanzar hacia él con paso firme y lineal.

Si te ha atraído el título de esta publicación, pudieras estar pensando que tu vida no se parece en nada a una línea recta y ascendente hacia una meta que se ve como un trofeo en la cima. Tu camino seguramente se parece más a una mezcla de subidas y bajadas, giros y retrocesos, estancamientos, momentos en los que crees que no puedes más, pero luego por una razón u otra has terminado levantándote e intentándolo de nuevo, a veces no de la mejor manera, sino como has podido y con lo que hay a la mano. Incluso, podrías agregar que tu meta no ha sido como la describen; para ti no se trata de una sola, ni siempre la misma; la has cambiado y has tenido que volver a empezar; o peor: si lo piensas bien, puede que en realidad no tengas ni un solo propósito muy definido a estas alturas.

¿Acaso estamos mal por ello? ¿Debemos sentirnos fracasados porque no encajamos con el plan que la sociedad considera ideal?

Por otro lado, ¿dónde están las pruebas de que la única forma de avanzar en la vida es caminar con seguridad a través de un trayecto derecho, preestablecido y sin alteraciones?

Las historias de personas exitosas, nuestro propio cuerpo y hasta el universo son ejemplos, por otro lado, de que la vida se caracteriza por la oscilación entre buenos y malos momentos y el cambio permanente.

¿Has visto la frecuencia cardiaca en un electrocardiograma? La representación de la actividad eléctrica del corazón en ese papel se expresa en forma de intervalos que suben y bajan con respecto a la línea recta. Esa es la demostración de la vitalidad. Cuando la línea es recta es porque ya no hay latidos, en consecuencia, no hay vida.

Nuestro cuerpo es el mismo desde que nacemos hasta que morimos, pero se recicla prácticamente por completo de cada siete a quince años. Cambiamos todas las células de la piel de cada dos a cuatro semanas. Los glóbulos rojos se renuevan cada seis meses aproximadamente, y en la práctica tenemos un riñón nuevo cada par de años. La medicina ha registrado y certificado todos estos cambios.

El universo también está en movimiento constante, los planetas giran, los cometas hacen largos viajes en órbitas, los meteoritos chocan y se fragmentan, las estrellas explotan y la naturaleza avanza en ciclos.

Más que una carretera, deberíamos ver entonces nuestra vida como una montaña rusa: empieza a subir lentamente, lo que nos produce expectativa y curiosidad por lo que está por venir, pero todavía no podemos ver. Te puede llevar a un punto muy alto, y luego arrojarte hacia abajo, con toda la ansiedad que eso conlleva. Pero los rieles nunca permanecen rectos mucho tiempo (de ser así el tren perdería el impulso y se detendría), sino que empiezan de nuevo a bajar y a subir. Así es como somos empujados hacia adelante por la velocidad que acumulamos.

La vida es como esa montaña rusa: en movimiento constante y avanzando, aunque queramos permanecer estáticos e iguales. Nos gusta la seguridad, pero esa estabilidad se parece a la línea recta sin latidos del electrocardiograma. La vida verdadera tiene altos y bajos. La muerte no tiene movimiento.

 

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Podemos leer biografías de personalidades triunfadoras. Los medios de comunicación siempre nos las muestran en su mejor momento y las conocemos por aquello que las hizo famosas. Sin embargo, pocas veces nos cuentan cómo o cuánto tiempo tardaron en llegar hasta ahí. George R. R. Martin publicó su serie de novelas Canción de Fuego y Hielo (llevada a la TV como Juego de Tronos) en la sexta década de su vida, cuando muchos están llegando a la edad del retiro; Gabriel García Márquez vivió diez años de privaciones económicas y trabajando como periodista mientras escribía Cien Años de Soledad, dudando incluso de poder tener éxito en ese trabajo; a J. K. Rowling, una maestra con deudas, le fue rechazado su manuscrito Harry Potter en doce editoriales antes de ser aceptada en una donde ni siquiera quisieron que apareciera su nombre completo (solo sus iniciales para no mostrar que se trataba de una mujer); Brian Acton, cofundador de Whatsapp, fue rechazado previamente por las empresas de Facebook y Twitter.

Precisamente, el caso de Brian Acton resulta interesante por su perspectiva. El cofundador de Whatsapp venía de haber trabajado doce años en Yahoo, pero fue rechazado en Facebook y Twitter. Él podría haberse considerado como un ingeniero de software desempleado y fracasado ante los avances tecnológicos. Pero él consideró que ahora tenía la oportunidad de reunirse con personas creativas e iniciar una nueva aventura. Conectó con un grupo y empezaron a diseñar la aplicación Whatsapp, que vendieron en 19 millones de dólares a Facebook.

Las historias tempranas de la gente exitosa son tan importantes como su triunfo posterior. Solo el que puede mirar hacia atrás entiende cómo se conectaron los puntos, es decir, cómo esa suma de avances y retrocesos, alegrías y tristezas, bajones y aciertos, lo llevó a la meta. No podemos tener la vista de todo el panorama mientras recorremos el camino y debemos aceptar que las fallas son enseñanzas para lo que viene.

Los fracasos terminan no siendo fracasos, sino lecciones que nos están ayudando a prepararnos para el siguiente nivel.

En el viaje de realización hay días soleados y lluviosos, pasamos por el placer y el dolor, perdemos y ganamos, nos detenemos queriendo que todo pare, pero la vida nos empuja a continuar. No debemos juzgar los malos momentos ni engancharnos en ellos porque todo va a pasar.

Por último, debemos estar conscientes de la siguiente realidad, explicada por el coach internacional Jay Shetty: si nos hemos levantado sabiendo que no padecemos ninguna enfermedad grave, tenemos suficiente salud, en especial cuando sabemos que un millón de personas no sobrevivirá esta semana; si tenemos zapatos en nuestros pies, algo de comida, ropa para vestirnos, sin importar lo mucho o poco lujosa que sea, una cama para dormir y un techo en nuestras cabezas, pertenecemos a un grupo privilegiado que puede seguir luchando entre días buenos y malos, porque 75% de la población mundial ni siquiera tiene bienes ni servicios básicos.

Entonces, la vida no se trata de avanzar en línea recta y sentirse fracasado cuando no lo hacemos así. No debemos dejarnos desanimar por lo que otros piensan. Tenemos un valor interno que no se refleja en riquezas materiales. Nuestro camino se trata de ver lo bueno que tenemos, de luchar por las cosas que queremos, con nuestras propias herramientas y estrategias, y que no estamos tan mal como pensamos. Para darnos cuenta, solo basta mirar un poco a nuestro alrededor.

Wayne Dyer lo resume así: “Cuando cambiamos el modo como vemos las cosas, las cosas que miramos cambian”.

 

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