Nadie que se case o inicie una relación de pareja lo hace con la intención de separarse. Al inicio de cualquier unión, en ambos miembros hay esperanzas e ilusiones por un futuro largo y feliz en mutua compañía, y seguramente con el compromiso de formar y levantar una familia.
Sin embargo, son muchas las razones, tanto las expresadas en las leyes como otras más, por las que un matrimonio de acaba. Perder ese vínculo que nos unió con otro ser humano, con esperanzas de que fuera para siempre, trae una sensación de fracaso, de haber arruinado algo hermoso con lo que se estaba comprometido, de haber renunciado a un proyecto con los que otros han podido salir adelante exitosamente. En la etapa adulta, este dolor no es lo mismo que el sufrimiento de una ruptura adolescente, en la que lloramos, nos despechamos escuchando canciones y leyendo frases románticas y comiendo grandes cantidades de helado. Ojalá fuera tan sencillo.
Cuando alguien está sumergido en la pena y el miedo por la pérdida, en este caso de un proyecto de futuro que no se dará (al menos no como estaba planeado), la visión de un nuevo plan de vida, bueno y distinto, es muy difícil de creer. Incluso la persona puede ser consciente de que en el pasado ha sobrevivido a cosas peores, pero el dolor actual no le permite sentirse con las energías ni las capacidades para lograrlo. Le cuesta reconocer que anteriormente fue capaz y bastante valiente como para reponerse y volver a ser feliz, pero ese nada tiene que ver con este ser arruinado y fracasado que es ahora.
Todos hemos oído hablar de las cinco fases del duelo, creadas por Elizabeth Kubler-Ross en la década de los años setenta: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación. La gente afectada por el divorcio también experimenta esos sentimientos.
Al principio les puede costar entrar en razón y aceptar que la separación matrimonial ha ocurrido. Es muy doloroso y su corazón se protege negando esta realidad. Pero a menos que entre en una fase de irracionalidad, la realidad los obligará a entender que la otra persona ya no va a volver, y puede empezar a sentir por ella, o por sí mismo, mucha rabia. Es una ira que busca culpar al ex o la ex por lo que ha ocurrido, o presentar sentimientos de culpa y autoflagelación, pensando que si hubiera hecho las cosas de otro modo, todavía estarían juntos.
Con el tiempo, la reflexión ocupa el lugar de la rabia, pero los múltiples pensamientos con los que alguien intenta explicarse los motivos de su separación pueden llevarlo a una situación fantasiosa en la que cree que podrá negociar una reconciliación. Podría arriesgarse a intentarlo, incluso, pero esa es una decisión pésima. Estas nuevas discusiones e intentos fallidos de reunificación solo van a deprimir más a la persona, quien terminará dándose cuenta de que eso ya no es posible y entrará en una fase bastante oscura de tristeza y depresión, hasta que la objetividad se abra camino y llegue a la etapa de aceptación y evolución.
Esta ruta del duelo, sin embargo, no es directa ni tiene periodos de tiempo determinados. Se puede avanzar y retroceder en ella, estancarse o tener sentimientos mezclados de varias etapas…
De todos modos, no crea que su angustia y su odio a sí mismo son permanentes. Incluso si se está autoflagelando en este momento, su angustia solo es prueba de que está avanzando a través del espectro del dolor. Una manera de encontrar la solución es redirigir la atención y realizar los siguientes ejercicios para empezar a perdonarse a sí mismo por el pasado y forjar un nuevo futuro satisfactorio por el que sienta plena confianza.
1. Reconozca el trauma
El primer paso para recuperarse de un divorcio es entender que acaba de pasar por una experiencia traumática y que debe vivirla como una prueba que lo ha superado en sus capacidades. Hay que aceptar que hasta sus reacciones a las vivencias cotidianas se han visto alteradas y por eso la imagen más simple lo lleva a sufrir. En segundo lugar, debe reconocer que recuperarse de las amargas situaciones que ha vivido, tanto durante la fase del matrimonio como en la de la separación y posteriores van a tomar un tiempo, tal vez de meses o años.
Sin embargo, todo lo que sucede tiene su razón de ser y en algún momento las piezas encajarán y usted podrá verlo, aunque no sea ahora.
2. Dese tiempo para sufrir
Muchas personas se prohíben expresar sus verdaderos sentimientos en cuanto al divorcio, retardando el inicio de la curación. Es difícil aceptar que el matrimonio era un contrato de por vida, que ese contrato se ha roto y cada miembro de la pareja ha seguido caminos separados.
Reconocer que usted tiene sentimientos diversos y que necesita expresarlos exteriormente es válido.
3. Guarde recuerdos pero deje ir el pasado
En algún momento del futuro llegará a apreciar los buenos momentos que vivió con su pareja y eso no será malo, pero es esencial que deje ir a esa persona como su pareja romántica. Habrá fases donde fantasee con la idea de poder volver con ella, o que nadie en el futuro podrá ocupar el lugar que ocupó en usted ese compañero o compañera. Es sano dejarlo/a ir, porque ese matrimonio que tuvieron ya no existe ni existirá. Tampoco debe pensar en las formas como hubiera podido rescatar esa unión. El pasado es inamovible y en él solo deben estar los recuerdos, de preferencia los agradables. Ese lugar de pareja debe quedar vacante a partir de ahora para alguien más.
4. Trátese bien
Como se mencionó, la superación de un duelo no es una línea recta. Casi nadie será capaz de entender por qué no lo ha superado. Por lo tanto, la única persona que sabrá cómo ser amable con usted y darle lo que necesita es usted mismo.
Los pequeños gestos pueden hacer mucho cuando se sienta como un fracasado después del divorcio. Darse pequeños placeres, ir a una cafetería elegante, ver un maratón de su serie preferida, comprar una entrada para su espectáculo aunque le resulte costoso, pagarse una sesión de spa son formas de comenzar a respetarse y quererse.
Dese espacio para sentir, meditar, sanar y crecer a medida que empieza el camino hacia su nueva vida, con un poco de fe. Verá cómo empieza a avanzar.
En vez de reprenderse por lo que pasó, sea su propio animador o animadora. Háblese como le hablaría a un amigo que está triste y dolido, recordándole sus valores y fortalezas y diciéndole que si ha caído volverá a levantarse como lo ha hecho otras veces.
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5. Redefina el fracaso
Haga una retrospectiva de su vida y vea sus antiguos éxitos. Todos ellos fueron construidos desde momentos negativos, situaciones en las que no quería estar, desde las cuales avanzó hasta el triunfo con paciencia, resistencia, convicción en sus fortalezas, pero sobre todo, las alcanzó gracias a usted mismo.
Vea el fracaso como una oportunidad de alcanzar una cima mediante herramientas como el valor, el perdón, el discernimiento, el análisis de la propia vida. Fracaso es tener la fortaleza de cerrar un capítulo en su vida y escribir el siguiente, tener la sabiduría de dejar ir lo que no sirve y buscar lo bueno y lo nuevo.
Pregúntese qué nuevas oportunidades le está ofreciendo este fracaso matrimonial y qué quiere a partir de aquí.
6. Revise sus otras creencias
Así como debe redefinir su concepto del fracaso, empiece a analizar cuáles son sus creencias fundamentales. Recuerde que las creencias son pensamientos habituales que construyó a lo largo de su vida y que recibió de personas importantes para usted, como sus padres o maestros. Pero eso no es garantía de que hayan sido las correctas o sigan siendo útiles para su vida actual. En muchas de esas creencias estarán las causas de su autoflagelación.
Verá entonces que lo que define como verdad (en cuanto a su culpa y su fracaso) está construido sobre las bases de un conjunto de creencias, muchas de ellas falsas u obsoletas. Por lo tanto, esa verdad es cuestionable.
Desmonte estos pensamientos y dese la medida justa de su responsabilidad.
7. Véase en tercera persona
Si estuviera hablando con otra persona acerca del divorcio de ella, y esta le contara los pormenores, seguro tendría muchas opiniones y consejos objetivos para darle. Sentiría que en cierto modo tiene el “cuadro completo” e imparcial de la situación.
Usted también tiene todo su “cuadro”. Conoce su pasado, sus aciertos y errores y conoce todos los detalles de su matrimonio y su divorcio, entonces, ¿quién mejor que usted para darse la recomendación apropiada? Eso sí, recuerde hacerlo como un amigo, que le hablará desde la razón y el afecto y no desde el dolor y la rabia.
8. Actívese
El trabajo, los oficios y los pasatiempos ocupaban buena parte de su tiempo cotidiano cuando no estaba enfrentando las secuelas del divorcio, entonces, ¿por qué no retomarlos en vez de sentarse en un sillón a llorar y culparse? Estas actividades pueden sacarlo de los días particularmente malos, y si siente que no cuenta con nada ni con nadie más que con usted mismo, entonces, ¿por qué no valerse de ello?
Los compañeros de trabajo son generalmente buenos en este aspecto. Si usted llega a su oficina viéndose y sintiéndose miserable a pasar horas en su puesto de trabajo, la gente tiende a alejarse (no saben qué decir, les aburre su situación, no quieren deprimirse junto a usted…). Entonces, actuar como si nada pasara, e incluso pedirles que le den un poco de normalidad a su vida concentrándose juntos en su rutina laboral, les dirá también a ellos qué hacer y así colaborarán en mantenerlo ocupado.
Otras cosas que pueden elevar su estado de ánimo es el ejercicio, cocinar (incluso probando nuevas recetas) o entregarse a pasatiempos nuevos que no le hagan recordar su rutina matrimonial. Recuerde que ahora su vida es suya y puede hacer lo que le agrade y desee.
9. Hable con las personas correctas
No todo el mundo lo ayudará en su proceso de curación, incluso aunque se trate de familiares a los que quiere, pero que tienen una posición crítica de su situación.
El ser humano es un animal social, que necesita convivir y tratar a sus iguales. Hablar es una forma de sanación, y a veces se pueden encontrar respuestas en conversaciones con una persona desconocida que le dará la mirada objetiva que necesita de ese problema (un terapeuta), conversaciones profundas con amigos a quien pueda confesarles aspectos muy personales de su dolor o familia que pueda llevarlo a reconstruir todo el contexto de esa relación fallida, ayudándolo a aliviar sus sentimientos al respecto.
Incluso hay grupos de apoyo para divorciados, donde se dará cuenta de que no es el único pasando por esta montaña rusa emocional. Juntos se darán la esperanza de encontrar de nuevo el camino hacia una adultez funcional y plena.
10. Mire al futuro
Cuando aceptó casarse, le dijo sí a una opción, pero también le dijo no a todas las demás posibilidades. Eso está analizado en Lógica y significa el costo de la oportunidad. Entenderlo le permitirá darse cuenta de que haber escogido separarse de su pareja le está abriendo la puerta a todas las opciones que perdió por el matrimonio. Permítase sentir lo bueno en ello. Como un niño en una tienda de dulces, entre para ver, examinar, probar y, en última instancia, elegir lo que quiera.
Siéntase esperanzado por lo que viene. El futuro es desconocido, pero desconocido no es sinónimo de malo o atemorizante. ¿Sabía que imaginar una pelea con alguien produce la misma respuesta del organismo que pelear en la vida real? El cerebro no distingue entre la imagen producida por la vista y la imagen creada con el pensamiento. Por lo tanto, imaginar estar en paz, contento y feliz en el futuro producirá las mismas sensaciones positivas de estarlo viviendo. Permita que su imaginación produzca emociones que lo guíen hacia un futuro positivo.
Es doloroso aprender que la vida no termina cuando un ser querido muere, y tampoco se detiene cuando alguien ha decidido voluntariamente separarse de uno. Siempre hay razones para mirar hacia el futuro con esperanzas y con la creencia de que el destino, Dios o la vida tienen otro plan para nosotros.