Cómo son los perfeccionistas
La búsqueda de la perfección puede ser calificada deseable por la sociedad, un rasgo que impulsa a las personas a superarse constantemente y salir del montón.
Sin embargo, en realidad el perfeccionismo es un camino seguro hacia la infelicidad ya que quienes lo padecen aspiran al éxito, pero con eso solo terminan más enfocados en evitar el fracaso. Pensar de esa manera constituye una orientación negativa que se vuelve imposible de materializar y afecta la autoestima.
Nunca se le puede ganar al perfeccionismo porque incluso si la persona alcanza sus metas, seguirá siendo autocrítica y sintiéndose insatisfecha. Esto fomenta la depresión y la ansiedad.
Estudios científicos comprueban que el deseo de perfección ha aumentado sustancialmente entre los individuos más jóvenes en los últimos treinta años.
No todos lo manifiestan de igual modo: existen los perfeccionistas auto-orientados (aplican esos estándares irreales sobre sí mismos), los que aplican sus expectativas a quienes le rodean (amigos, compañeros de trabajo, hijos…) y el perfeccionismo prescrito socialmente, que es cuando sentimos que la gente tienen expectativas irreales de perfección para nuestra vida.
La psicología del perfeccionismo, como vemos, es compleja. Por ejemplo, en su esfuerzo por realizar un trabajo impecable que cumpla con sus estándares, los individuos son excesivamente críticos sobre sí mismos y meticulosos, pero eso terminan retrasando y perjudicando su desempeño, productividad y rendimiento.
La mentalidad extrema de los trabajadores perfeccionistas (o es perfecto o es un fracaso) los lleva a vivir sumamente estresados. También se frustran cuando la gente no cumple con sus expectativas y por eso los tildan de incompetentes. Este tipo de juicio los lleva a experimentar muchos problemas familiares, laborales y sociales.
Los perfeccionistas se caracterizan por:
- Encontrar fallas en todo lo que ellos u otras personas hacen.
- Son poco tolerantes hacia los errores.
- Buscan constantemente la aprobación de otros y de sí mismos.
- Están a la defensiva ante la crítica. Esto se debe a que cualquier desempeño que no sea perfecto resulta atemorizante y doloroso, en especial porque ya se han criticado lo suficiente como para escuchar opiniones negativas de los demás.
- Por temor a un posible fracaso y a no alcanzar el ideal en cualquier proyecto, postergan tanto como pueden. El perfeccionismo y la procrastinación van de la mano: la preocupación por hacer algo de manera imperfecta es tan grande que se paralizan. La postergación conlleva un sentimiento de culpa y fracaso, lo que se vuelve un círculo vicioso.
- Establecen estándares poco realistas.
- No les agradan los cumplidos.
- No reconocen el éxito ni el triunfo.
- Se atrasan en cualquier tarea, complicándose con los detalles.
- Reflexionan interminablemente sobre cómo hubieran podido hacerlo mejor.
- Les cuesta delegar ya que piensan que sienten que no pueden confiar en que otros hagan las cosas bien.
- Sufren de baja autoestima. También suelen ser poco sociables ya que su rigidez y autocrítica y el temor por el juicio de los demás puede llevarlos a distanciarse del colectivo.
El perfeccionismo y la sociedad
El aumento de este rasgo social se debe al fomento de la competencia académica y profesional y la exhibición constante de cánones (de logros, de belleza) en los medios tradicionales y modernos de comunicación social. Desde la televisión hasta el Facebook, los medios son los lugares para ver instantáneas del éxito y para presumir de lo alcanzado: la chica linda con los mejores jeans, el nuevo nieto, las vacaciones de ensueño de las Kardashian.
Aunque estas imágenes resultan visualmente estimulantes y liberan un poco del deseo humano de exhibir nuestro mejor rostro al mundo, la comparación social cobra un precio al final. Una de las características del perfeccionismo socialmente prescrito es que tiene un efecto debilitante en las personas.
También alimenta las raíces del miedo y la inseguridad, ya que nos lleva a percibir que las expectativas de los demás sobre nosotros son excesivas e injustas (mis parientes no son tan armónicos como los que exhibe mi amigo en sus fotos del Face del Día de Acción de Gracias o nunca podré tener la figura, la ropa ni la cuenta bancaria de Beyoncé). De este modo, la sensación de fracaso y los estados emocionales negativos se tornan más comunes.
¿Cómo superar entonces el perfeccionismo?
La primera verdad que hay que entender en cuanto al perfeccionismo es que superarlo depende exclusivamente de tu decisión de querer hacerlo. Para escudarte de esa responsabilidad, de seguro argumentarás muchas excusas sobre tu incapacidad para dejar esta obsesión.
Es comprensible: el perfeccionismo es un comportamiento que practicamos generalmente desde la niñez hasta que llega un punto en que se vuelve limitante y nos vemos obligados a cambiar, pero sin saber cómo empezar.
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Además, el perfeccionismo contradictoriamente da una falsa sensación de seguridad (confiamos en que nuestra manera de hacerlo es la mejor y queremos obtener los mejores resultados, pero en realidad estamos tan temerosos de fallar que no avanzamos). Así que cambiar el patrón resulta muy difícil.
Sin embargo, estas son algunas técnicas que pueden emplearse para superar el perfeccionismo:
- Reconocer los sesgos cognitivos: Un sesgo cognitivo es en error en la forma de razonar o evaluar un proceso cognitivo, como resultado de aferrarse a una creencia o enseñanza. Esto ocurre cuando nos damos cuenta de que una forma de pensar es irracional, pero estamos tan acostumbrados a ella que no nos atrevemos a corregirla.
Los sesgos cognitivos del perfeccionista pueden ser, por ejemplo, ver todo de forma extremista: todo es o blanco o negro, sin ninguna zona de gris; también el pensamiento catastrófico: si no logras realizar ese trabajo sin errores, nunca nadie confiará en ti para el cargo; o pensar constantemente en lo que no se hizo: ¿debería haber hecho esto o eso? - Desafía tus creencias: Ahora que entiendes que muchas de tus creencias son sesgos cognitivos, y que cuando los analizas en realidad resultan irracionales, intenta cambiarlos. Si algo le parece bueno o malo, intenta conseguir atenuantes para que tu juicio no sea tan extremo. Por ejemplo, si piensas que tener sobrepeso es indeseable, busca en Internet información sobre modelos o actores de talla grande, trata de hablar con personas gordas y saludables, lee sobre los problemas psicológicos y médicos de la gente muy delgada.
- Fracasa a propósito: Este es uno de los consejos más difíciles de practicar. En las actividades donde tu perfeccionismo te ralentiza, elimina comportamientos de seguridad como las revisiones exhaustivas o no empezar a escribir hasta que tiene toda la idea o el primer párrafo construido. Escribe un borrador fatal sabiendo que después podrás corregirlo, empaca su maleta sin leer tu lista de lo que debe llevar de viaje, encarga a su pareja del desayuno aunque se le quemen las tostadas y deje la cocina sucia.
De este modo, enseñarás a tu cerebro que nada horrible va a pasar si obtienes un resultado imperfecto, con errores.
Fracasar a propósito te permitirá avanzar y terminar y progresivamente encontrarás agrado en el hecho de culminar. De este modo también estarás superando otra de las características del perfeccionismo que es no reconocer los triunfos.
Además, empezarás a vencer la procrastinación porque dejarás de esperar el momento idóneo para hacer algo y obtener el resultado perfecto, y te complacerás con solo hacerlo y terminarlo en el tiempo esperado.
De este modo tu productividad se disparará porque no tendrás un solo trabajo perfecto, sino muchos trabajo buenos. - Dale otro enfoque a los errores: Empieza a ver los errores, no como fallas, sino como oportunidades de aprender a hacerlo mejor la próxima vez. Así disminuirá tu sensación de fracaso.
- Aprecia los cumplidos y celebra los logros: Detente cuando hayas logrado un objetivo para valorarlo y darle un lugar en tu vida antes de pasar al siguiente proyecto. También analiza bueno que dicen de ti: esas verdades a menudo son subestimadas, pero tienen la clave de lo que otros ven en ti pero no has sido capaz de reconocer.
- Supera el perfeccionismo con atención y autocompasión: Primero, trabaja en evitar compararte. Cuando notes que estás midiéndote con otros en algún aspecto, concéntrate en lo que haces y en tu propio presente. Cambia tu atención al esfuerzo sincero que está poniendo en la actividad y hasta en lo agradable que te resulta llevarla a cabo, independientemente de cómo la ejecutan los demás.
En segundo lugar, ten un poco de autocompasión. Di en silencio: «Basta. Estás disfrutando lo que estás haciendo. No importa si eres excelente o el resultado es regular». - Evalúa el costo de la oportunidad y el tiempo: Cuando estés ralentizando tu trabajo o actividad con prácticas perfeccionistas, pregúntate si es necesario invertir tanto tiempo, si estás siendo productivo o si está empleando tus recursos sabiamente. No te quedes en los detalles y ve a lo importante. Si estás haciendo demasiados ajustes, piensa que tu meta principal es terminar.
- Calibra tus estándares: Cuando sientas que debes realizar un proyecto, pero quieres que sea perfecto y que nadie lo vea hasta que esté listo, puedes decir que se trata de un borrador. Reconoce que la mirada de otros puede mejorarlo, que no debe ser la última palabra en la materia y que será suficientemente bueno si aporta algo útil aunque sea pequeño. No necesitas ganar un premio para decir que hiciste un buen trabajo.
- Suprime la sensación de que “si no puedo hacerlo perfecto, no vale la pena intentarlo”: Sí vale la pena hacer algo por el hecho de probar o de experimentar. Recuerda tus éxitos pasados, las cosas nuevas que intentaste, cómo te sentiste en ese momento y lo que lograste con ello. Eso te estimulará para probar otra vez.
- Cambia de mentalidad: Piensa primero que la prioridad es realizarlo y no que sea perfecto. Y segundo, que siempre habrá posibilidad de mejorar en el futuro.
La solución perfecta
Finalmente, el antídoto contra el perfeccionismo no es otro que el amor incondicional. Si eres padre, debes entender que necesitas ser menos crítico, controlador y sobreprotector con tus hijos, y debes amarlos y valorarlos por algo más que sus logros.
Este comportamiento también debes aplicarlo a los amigos, gente del trabajo, vecinos, parejas y finalmente, a ti mismo. El apoyo, la afirmación y la validación pueden contrarrestar las expectativas poco realistas y establecer mejores relaciones con los demás y contigo mismo.
Deja de analizar cómo haces las cosas, cuál es el mejor o peor método para hacerlas, dónde te equivocaste o se equivocaron los otros. En cambio, actúa. Tu mantra debe ser: “Hazlo como sea pero hazlo” y no “Hazlo perfectamente o no lo intentes”.
La productividad y los logros ayudan a muchos a sentirse seguros de sí mismos y consigo mismos. Déjate llevar por nuevos retos y asume los riesgos. Si no es perfecto, de todos modos traerá algo interesante a su vida.