Ideas Para Reflexionar Sobre la Mediocridad (y Por Qué Estás de Acuerdo con Ellas Sin Saberlo)

Seguramente habrás pensado en más de una ocasión que el mundo pareciera diseñado para que los mediocres triunfen, y te obstaculicen el paso a ti. Los hechos te deben haber sugerido –además de comprobado– tal idea.

Gran parte de las actividades son realizadas eficientemente, pero por personas sin grandes talentos. En los trabajos, muchos empleados se limitan a cumplir sus funciones, sin ser felicitados por nadie, pero sin riesgos de ser despedidos. En los colegios, no todos los profesores marcan nuestras vidas con sus clases, tan sólo dictan el objetivo programático escolar.

¿Cuántas películas y canciones son realizadas cada año para que sean disfrutadas un tiempo y luego olvidadas? Incluso, ¿podemos recordar qué cinta ganó el premio Oscar hace tres años?, ¿la hemos vuelto a ver?, ¿todavía admiramos su trama o actuaciones? Eso es porque cada día más piezas son creadas exclusivamente para alimentar el mercado.

Igual ocurre en los empleos. En la mayoría de ellos sólo se necesita cumplir con una meta de de producción que alcance los estándares básicos de calidad. Si alguno de los trabajadores pasa más tiempo intentando mejorar sus logros o diversificarlos, es visto como un obstáculo. En estos trabajos, el perfeccionismo se vuelve un retraso para la estructura de producción.

La mediocridad en realidad es eso. Es una valoración de calidad que no destaca ni por brillante ni por ser excesivamente mala, pero que da resultado. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) dice que algo mediocre es «de calidad media». Algo que no sobresale, pero tampoco perjudica, tan sólo tiene «poco mérito».

Según lo anterior, estar «en el medio» no debería ser negativo, solamente normal o regular y que cumple con los requisitos mínimos para funcionar. Si este título te ha llamado la atención es porque hay algo que te preocupa sobre esta forma en que el mundo está funcionando… ¡y no eres el único!

 

Orígenes de nuestro mundo mediocre

El profesor de Sociología en la Universidad de Québec y filósofo Alain Deneault también cree que la mediocridad es un problema con orígenes en el pasado. Concretamente en el siglo XIX, cuando los oficios empezaron a convertirse en empleos y las labores a subdividirse en áreas con funciones específicas.

La Revolución Industrial necesitó organizar los grandes volúmenes de trabajo de las fábricas en actividades mecánicas, delimitadas y sin espacio para el error. Las personas quedaban restringidas de crecer laboralmente, sus salarios apenas les permitían subsistir y lo que hacían empezó a dejar de tener significado para ellos, a diferencia de cuando aprendían el oficio familiar y trabajaban en sus casas.

Este cambio de oficios a empleos creó una estandarización de lo laboral. Y condujo a los fenómenos que hoy vemos: operadores de fábricas de zapatos que no saben confeccionar un calzado, vendedores telefónicos que no tienen relación con el producto que ofrecen y en general gente que cumple con un horario de ocho a cinco sin ningún estímulo adicional, más allá del salario.

Estas estandarización para alcanzar las metas de producción es necesaria, sobre todo si pensamos en el público cada vez mayor que se debe satisfacer. Pero es algo negativo cuando la mediocridad se convierte en una meta social.

Lo contrario, es decir, las personas críticas, perfeccionistas, que buscan cambiar y mejorar el orden establecido, que pueden funcionar en la incertidumbre y sin reglas, que se toman el tiempo para cuestionar lo que hay a su alrededor deben combatir lo que Alain Deneault llama el triunfo de la mediocracia.

 

Lo que la mediocracia dice sobre la mediocridad

Mediocracia no es igual a mediocridad. Se trata de un concepto que tiene varios significados, la mayoría de ellos relacionados con la política, el poder y los medios de comunicación.

Deneault es autor de Mediocracia. Cuando los mediocres llegan al poder (2019), y si bien su planteamiento también es sociopolítico, su libro nos permite extraer conclusiones interesantes sobre cómo la mediocracia afecta nuestra cotidianidad… y qué podemos hacer al respecto para modificarlo.

Según este filósofo, la mediocracia es un fenómeno peligroso que se ha instalado en nuestra sociedad, consistente en que las personas conformistas y sumisas se han vuelto una clase dominante que sin saberlo beneficia las injusticias y favorece a los poderosos.

¿Cómo se manifiesta ese «gobierno de la gente promedio»? Pues a través del acatamiento de las órdenes sin discutirlas, la aceptación de los abusos porque no forma parte de su trabajo enfrentarlos, el desinterés por cualquier asunto que no interrumpa su vida cotidiana, y eso sólo para empezar.

A continuación, analizaremos cómo estamos formando parte de la mediocracia sin saberlo, y dejando que la mediocridad afecte, además de nuestra forma de vida, hasta la capacidad de defendernos mediante el uso del lenguaje.

 

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Cómo funciona la mediocracia en el día a día

En la actualidad, la forma de ascender en la sociedad, en los trabajos y en la comunidad parece estar regida bajo el Principio de Peter. Esta teoría establece que los sistemas de evaluación de, por ejemplo, las empresas, están diseñados para hacer avanzar con seguridad a las personas medianamente competentes hasta que alcancen el límite de sus capacidades.

Esto significa que el impulso al movimiento jerárquico premia el comportamiento igualitario, que no critica ni disiente, que se limita a cumplir los objetivos asignados, sin desarrollar nada por propia pasión o convicción.

Esos sistemas de calificación masiva sólo gestionan la media, el promedio. De este modo logran sacar a los incompetentes, pero también terminan expulsando a los sobresalientes o excepcionales.

Como mencionamos al principio, eso explicaría por qué a los profesores promedio les va bien en sus institutos enseñando curso tras curso el mismo contenido, o cómo un vendedor sólo es valorado por sus metas mensuales y su dominio de la estrategia de ventas, sin que le preocupe el producto o marca que promociona ni altere el sistema creado.

En conclusión, esto significa que la mediocridad hoy en día es promovida y se ha convertido en un sistema de premiación en sí mismo. Mientras más estandarizado seas en tu comportamiento, podrás avanzar en la sociedad con más facilidad y menores riesgos.

Ahora veamos los efectos de la mediocracia en el lenguaje.

 

La mediocridad y el lenguaje

Cuando en la Época Moderna la gente dejó de aprender un oficio y pasó a trabajar en una fábrica, sus habilidades laborales se tornaron más específicas, es decir, menores y más concretas. Esa característica de tener menos conocimientos sobre la totalidad del proceso, y más de la parte que compete, se mantiene hasta hoy.

En el lenguaje ocurre lo mismo. Cada día existen más definiciones técnicas en nuestras profesiones, en el mundo de la tecnología, en el marketing, pero las personas tienen cada vez menos capacidad para expresarse verbalmente y con propiedad sobre aspectos que las afectan como la economía, la política, la crisis de salud o la situación alimentaria de sus países.

También hay palabras que los medios de comunicación y las redes usan, crean y repiten (empoderamiento, sociedad civil, autosustentabilidad) y que la gente incorpora a sus conversaciones cotidianas sin saber cuál es su sentido y valor. Frente a esto, Deneault plantea: «Debemos volver a conectarnos con el significado… El lenguaje es lo que nos ayuda a cuestionar las cosas y debatir abiertamente».

Ahora, si premiamos el trabajo y el uso del lenguaje sin cuestionamiento, ¿qué podemos hacer para luchar contra los efectos de la mediocracia en nuestra vida diaria?

 

Debemos pensar

Mucha gente se siente cómoda «ocupándose de sus asuntos» y limitando sus empleos a lo que hacen para ganar dinero sin que forme parte de su vida personal. Incluso solemos percibirnos con gusto como consumidores guiados por el marketing y como usuarios de redes sociales, en las que invertimos mucho de nuestro tiempo.

Sin embargo, hay grandes problemas en el mundo a los que no debemos ser indiferentes. La robotización del trabajo, la diversificación de las finanzas personales, la noción de familia y comunidad, el calentamiento global, la hipertecnologización son realidades cambiantes que nos afectan. No podemos dejar que otros tomen las decisiones mientras nosotros nos limitamos a hacer nuestro trabajo de toda la vida para luego ir a casa a preparar la cena y ver una serie de Netflix tras otra.

El pensamiento crítico es fundamental para proteger nuestro presente y futuro. Leer sobre lo que ocurre en nuestra comunidad y el mundo, tomar cualquier oportunidad para aprender aunque no tengamos tiempo y nos resulte difícil, y conocer las nuevas terminologías para saber si son útiles es el modo de cambiar de mentalidad.

El que te hayas interesado por esta publicación es una demostración de que no formas parte de los éxitos de la mediocracia y quieres hacer algo para que esta situación sea diferente.

 

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