La Gestualidad al Dar las Gracias: un Arte que Nadie Enseña

Todos hemos pasado por la desagradable situación de recibir un frío y desganado “gracias” luego de haber dado el mayor esfuerzo para satisfacer a alguien o haber buscado la manera de complacerlo con tal o cual objeto o acción.

También es probable que haya ocurrido lo contrario: que nuestra demostración de gratitud no resultara convincente para la otra persona, aunque estuviéramos satisfechos en nuestros deseos o necesidades

Y qué decir de los milagros que vivimos a diario y que en verdad agradecemos (o deberíamos agradecer): desde amanecer vivos, dueños de todos nuestros sentidos, hasta tener una cama dónde dormir. Sin embargo, no solemos pasar de expresiones comunes como un “gracias a Dios” o un “qué suerte he tenido”.

Es sorprendente la cantidad de habilidades o destrezas sociales que debemos aprender a lo largo de nuestras vidas, incluida una tan básica como saber agradecer un favor, una ayuda, un regalo o una bendición.

La imitación de nuestros padres y cuidadores es la forma más directa de aprender tales habilidades sociales. Ciertamente, cuando crecemos empezamos a notar que nuestros gestos y expresiones se parecen a las de ellos. Y así como aprendemos sus cualidades, también copiamos sus defectos en estas áreas.

 
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Cuando no hemos aprendido a expresar gratitud, ese bloqueo nos produce emociones negativas. Muchas personas viven con una especie de coraza que les impide dar las gracias y eso provoca problemas en sus relaciones personales así como un sufrimiento innecesario.

Un corazón sano siente el deseo de agradecer, pero si la persona ha tenido malas experiencias en su pasado, tendrá dificultades en el presente para conectarse con los demás. Otros han recibido pocas muestras de agradecimiento y luego no saben muy bien cómo responder.

Vivir en gratitud es una experiencia sanadora que fomenta los sentimientos de abundancia. Pero si limitamos las expresiones de gratitud, estaremos ahorrando esos sentimientos y eso generará una sensación de escasez emocional.

Repasemos la gestualidad y algunos aspectos relacionados con la gratitud para evaluar lo que pudiéramos estar haciendo bien o mal.

 

Fenomenología de la gratitud

Empecemos por lo básico al imaginar una situación de gratitud. Lo primero que ocurre es que alguien realiza una acción y otro se siente agradecido en consecuencia. La percepción del agradecimiento por ambas partes es subjetiva. Veamos por qué.

Por ejemplo, si un empleado atiende a los clientes con amabilidad y atención a sus necesidades, considerará su actitud positiva y merecedora de agradecimiento.

Sin embargo, no todas las personas responderán como él espera. No forzosamente por tratar bien al público, recibirá exclusivamente expresiones de gratitud. Incluso, puede ocurrir lo contrario, que encuentre clientes a los que su trato les resulte indiferente, excesivo o incluso hasta falso o hipócrita.

Las personas que reciben una atención tienen unos parámetros de agradecimiento particulares, producto de la “programación mental” que obtuvo de sus experiencias de vida. Igualmente, el empleado actúa de una manera que considera digna de agradecimiento según el entrenamiento que recibió por su educación familiar o por algún curso que le haya dado la empresa para la cual labora.

De ahí que sus percepciones de la gratitud sean tan únicas y diferentes.

 

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El reconocimiento, los sentimientos y la gratitud

Los sentimientos también juegan un papel importante en la demostración del agradecimiento. La expresión de gratitud refleja la profundidad de los sentimientos. Igualmente, los gestos le trasmitirán a la otra persona el nivel de agradecimiento que ha logrado generar en el otro.

O debería ser así…

Para que alguien crea que hay agradecimiento es necesario que este se exprese con amabilidad y honestidad, pero esos conceptos no siempre son perceptibles.

Las mujeres, un poco más que los hombres, fijan patrones de gestualidad más expresivos en relación con la gratitud: miran a los ojos, hacen ademanes de alegría y satisfacción (tocan el hombro, dan un beso en la mejilla o un abrazo); mientras que los hombres optan por las palabras.

En consecuencia, las mujeres aspiran recibir una amabilidad gestual más evidente, mientras que los hombres quedan satisfechos con las expresiones verbales, siempre que la entonación acompañe a las palabras.

La gratitud implica además que la persona que recibe la acción haga algo que exalte, al menos brevemente, a quien la realiza. Esto es considerado un acto de humildad: reconocer que el otro ha sido mejor que nosotros por un motivo y es merecedor de una alabanza. Significa reconocer al otro en su individualidad y valor personal.

Por ejemplo, si no tienes habilidades para lanzar tu marca vía online y alguien te ayuda desinteresadamente con la página Web, este acto merece una expresión de gratitud y el reconocimiento a unas habilidades de las que tú careces para resolver el problema. Mencionar y felicitar ese talento es un modo de lograrlo.

 

La huella del agradecimiento

Es normal sentir un vínculo especial luego de un evento que ha generado sentimientos de gratitud. Podría describirse como un lazo o un contrato simbólico o emocional que, dependiendo del hecho, puede ser temporal o, en otras ocasiones, para toda la vida.

La gratitud “marca” a las personas de una manera positiva. Puede convertir a desconocidos en amigos, a personas comunes en héroes y crear vínculos de familiaridad entre personas que no comparten vínculos sanguíneos.

Sin embargo, hay algunos aspectos que vale la pena mencionar: mientras que los hombres aceptan esta marca emocional sin mayores problemas, las mujeres tienen cuidado en cuanto a recibir esta marca, pues temen que en el compromiso haya implicaciones de otro tipo.

Por ejemplo, las mujeres se cuidan de quedar vinculadas por agradecimiento con alguien con intenciones románticas que ella no desea, o que este compromiso le traiga complicaciones familiares posteriores, como tener que recibir a la persona en su casa o encargarse de niños menores de edad por un compromiso emocional.

El factor económico también genera diferencias en cuanto a las marcas de gratitud. Una persona cuyo ingreso económico es alto puede ver el agradecimiento como un intercambio de favores, o en todo caso, no preocuparse por devolver el favor en el futuro. Esta visión “mercantilista” de la gratitud no es la más positiva, pero es común.

Las personas con más ingresos viven con una actitud y libertad que les permite creer que las acciones, sentimientos o expresiones que requieren de un sincero vínculo de gratitud son para la gente común, que carece del dinero para establecer vínculos de otro tipo con los demás.

La gratitud debería considerarse un sentimiento individual más que una regla social o una transacción económica. Sin duda muchos valores personales empiezan como reglas sociales que aprendemos por imitación o costumbre en el núcleo familiar, pero eventualmente se vuelven valores individuales.

Sin embargo, siempre hay que evitar que esa imitación o costumbre los convierta en un hábito automático sin significado.

 

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