Ideas Erróneas Sobre la Gratitud que Puedes Corregir Ya

No tengo que perseguir momentos extraordinarios para encontrar la felicidad. Ella está justo frente a mí si presto atención y practico la gratitud.  

Brene Brown

 

La noción de la gratitud tiene la peculiar combinación de parecer muy sencilla de aplicar en la vida diaria, a la vez de ser bastante compleja cuando entramos en detalles sobre su significado. Esto nos ha llevado a asumir ideas erróneas sobre el agradecimiento, las cuales nos impiden apreciarlo y aplicarlo en los actos cotidianos.

Por ejemplo, es común pensar que debemos dar gracias por los favores y los regalos recibidos (cuando hablamos de obsequios, sabemos que pueden ser más que bienes materiales). Por otro lado, también asociamos la gratitud con acciones, objetos o personas que llegan a transformar, pero sólo para bien y de manera impactante, nuestras vidas.

Cualquiera agradece un regalo de cumpleaños o se siente “en deuda” con quien le ha brindado una ayuda. Pero precisamente, no se trata de un intercambio de favores ni de sentirse premiado por recibir algo.

El agradecimiento tampoco proviene únicamente de los momentos extraordinarios y positivos que experimentamos. La vida ofrece regalos a través de las cosas sencillas, pero también mediante las vivencias duras, hasta las más dolorosas y complicadas.

Entonces, el día que podamos sentirnos agradecidos por una taza de café, así como por una separación, por la soledad, los fracasos o el desprecio que hayamos sufrido, entonces habremos aprendido la lección que la gratitud vino a darnos.

Otro aspecto que nos priva de la oportunidad de ser agradecidos es la valoración del tiempo. Constantemente vamos a un ritmo acelerado, como si nos estuviéramos quedando atrás. Corremos para cumplir con las responsabilidades del presente, ignorando las lecciones del pasado y aspirando poder disfrutar y descansar en un futuro que tal vez nunca llegue.

En cambio, deberíamos apreciar con intensidad el presente y centrarnos en el aquí y el ahora para disfrutar del mejor regalo: nuestra propia y única vida. Con el poder de la gratitud por el momento presente le estaríamos abriendo las puertas a una mejor visión de nuestra existencia.

A continuación, se presentarán algunas nociones sobre el agradecimiento que necesitamos modificar para experimentarlo positivamente y lograr sus beneficiosos efectos en nuestro espíritu y entorno:

 

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  1. La pérdida de la espiritualidad y de la gratitud

Todas las personas en algún momento de sus vidas se desconectan de la espiritualidad. Las razones son diversas: la muerte de un ser querido que no logran aceptar, la injusticia o crueldad que observan en la vida diaria, la decepción provocada por líderes espirituales que no están a la altura moral del cargo que ocupan o las enseñanzas que predican, etc.

Esta desconexión conlleva al distanciamiento de la propia identidad, de la capacidad para crecer interiormente y alcanzar la felicidad. Por esta razón, la espiritualidad necesita ser reemplazada por otro principio regulador de la existencia.

Generalmente, la gente que se ha cerrado a las búsquedas espirituales las sustituye por un crecimiento exagerado del ego, que sirve de ayuda para defenderse de los miedos, las tristezas y las dudas.

De este modo, las personas empiezan a alimentar su soberbia, no aprecian su entorno y a quienes les rodean y en consecuencia dejan de sentir y manifestar la gratitud. Se consideran autosuficientes y merecedores de todo lo que han alcanzado por sí mismos. Su ego limita la capacidad de identificar y valorar las bendiciones que se reciben diariamente.

El agradecimiento es un sentimiento que nace de la humildad, opuesta a la posición soberbia del ego. La humildad no significa sentirse pequeño ni menos que los demás. La humildad consiste en reconocerse parte de lo divino y receptor de los regalos que el universo otorga.

Por ejemplo, la humildad permite agradecer a Dios y a tu propio espíritu por dejar que la energía divina se manifieste de forma material en ti.

También se aprende a ver la unidad con la divino, ya que somos uno con el todo, y así, al dar las gracias al otro nos estamos dando gracias a nosotros mismos. Esto anula cualquier sentimiento de superioridad y reconoce que ver el valor del otro es ver el valor en nosotros mismos.

 

  1. El conflicto que genera el agradecimiento por los momentos difíciles

Las personas les asignan sentimientos positivos y negativos a los sucesos, sin comprender que detrás de todo está la divinidad y su poder manifestándose. No siempre es fácil aceptar los decretos de Dios o del destino en los eventos que nos ocurren, pero es la única manera de estar en paz con ellos.

El ser humano siempre debería buscar lo positivo en cada suceso. De un choque en auto, que los sobrevivientes puedan recuperarse; de una muerte, que la persona haya dejado de sufrir; de las crisis ocasionadas por una pandemia, la oportunidad de quedarnos en casa; del desempleo, la posibilidad de cambiar de rumbo laboral, etc.

 

  1. El desagradecimiento en las oraciones y meditaciones

El refrán: “Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena” evidencia cómo mucha gente se ha acostumbrado a convertir sus oraciones sólo en peticiones, con las que se comprometen a cambiar si sus ruegos son atendidos.

Con esta actitud, se observa de nuevo la necesidad de proyectar nuestras esperanzas en un futuro donde todo estará mejor y seremos más felices.

Por el contrario, si incorporamos la idea de la gratitud en nuestras oraciones y meditaciones, nos veremos en la necesidad de buscar en lo vivido y detallar las experiencias pequeñas y cotidianas.

Eso significa que necesitamos ubicarnos en el presente y reflexionar sobre nuestro pasado para poder realizar una oración o meditación de agradecimiento.

Debemos dejar de enfocarnos en esperar para agradecer sólo por aquello que deseamos. A lo mejor no lo hemos recibido porque no es lo correcto para nosotros en este momento. Tal vez ese deseo proviene de nuestro ego y necesidades materiales, pero Dios y el universo sabe qué es realmente lo que necesitamos, aunque no estemos de acuerdo.

Acostumbrémonos a agradecer por lo que ya recibimos, lo hayamos pedido o no. Así aprenderemos a estar en contacto con nuestra verdadera realidad.

 

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  1. La gratitud como moneda de cambio

Esta es una de las creencias más arraigadas en torno al agradecimiento. Cuando recibimos un favor, nos sentimos en deuda y con la obligación de buscar una oportunidad para devolverlo. Este concepto es un error.

La gratitud, por definición, debe ser desinteresada para ambas partes ya que está implicado el amor y no debe actuar de manera condicionada. La gratitud forma parte de la percepción del mundo y de sí mismo, y tiene que ver con la forma en que deseamos expresar nuestros sentimientos.

Si alguien quiere hacer un favor, este deseo debe brotar de su corazón sin esperar nada a la vuelta. Su recompensa está en el mismo hecho de haber podido favorecer a alguien.

Quien recibe el favor debe estar dispuesto a generar una emoción de aceptación por la ayuda recibida. Ciertamente, sabrá que se ha formado una conexión entre ambos, pero no por obligación, sino por sentimientos positivos como el afecto, la amistad y la humildad, que explicamos anteriormente.

 

  1. La responsabilidad y el dinero como sustitutos del agradecimiento

En algunas culturas se considera que pagar por un servicio o atención prestados, o que la acción forme parte de las responsabilidades de la otra persona, elimina la necesidad de expresar la gratitud.

De ahí que no se agradezca a un mesonero por traer la comida, a un dependiente por vender un producto, a los hijos por lavar los platos o a los padres por sustentar el hogar familiar.

Debemos pensar que nadie está obligado a nada y, en los ejemplos, que esas personas podrían sencillamente renunciar, abandonar la familia o seguir realizando su trabajo, pero de mala gana. Entendamos que junto a la responsabilidad están actuando voluntariamente y con la mejor intención, y eso los hace merecedores de nuestro agradecimiento.

 

  1. Ver la gratitud como una lección

Erróneamente, muchas veces el agradecimiento se da como una medida de aprobación o desaprobación. Si lo que alguien hizo nos agradó, le damos las gracias; si no cumplió nuestras expectativas, no lo hacemos.

Esto implica incluso una falsa idea de que estamos enseñando a partir de la desaprobación, como premiar o castigar por hacer algo bien o mal, esperando a que mejore en el futuro. Esta manera de pensar está totalmente equivocada.

La gratitud no enseña ni es un medidor de acciones. En todo caso, cuando hemos aprendido a agradecer desde el corazón, se vuelve una lección de humildad para nosotros y un gesto de amabilidad para el otro.

 

  1. Cambiar el agradecimiento por el enjuiciamiento

Es incorrecto tomar la postura de jueces de lo que damos y recibimos en nuestras relaciones cotidianas, tanto las positivas como las negativas. Además de que evaluamos la acción y a la persona, el hecho de considerar que podemos juzgar nos hace sentirnos superiores.

Como ya se mencionó, la gratitud se expresa con humildad y no con soberbia. Considerarse juez de algo nos limita a emitir sentencias, en vez de dar las gracias y generar emociones positivas en nosotros.

En los casos donde agradecemos por algo que deseábamos, la postura enjuiciadora es menos evidente, pero pensemos en las experiencias difíciles, molestas o dolorosas.

En ellas, muchas personas se debaten entre perdonar o no como forma de juzgar el evento. El punto no debe ser perdonar, sino entender que el otro tenía motivos –comprensibles o incomprensibles para nosotros– y que debemos cambiar nuestra postura.

Agradecer no será posible desde la idea de que “me hicieron daño”, pero sí desde la idea de que nos convertimos en alguien mejor “gracias” a eso que nos ocurrió. En el agradecimiento hay paz, pero en el debatirnos entre perdonar o no, sólo hay sufrimiento.

 

Ricardo Perret aclara que “la gratitud es una virtud para personas maduras emocionalmente y conectadas con el plano espiritual”. Por eso es importante dejar atrás las concepciones erróneas con las que nos hemos formado y empezar a asumir el agradecimiento con humildad y sin falsos egos que nos lleven a sufrir innecesariamente.

En el agradecimiento está uno de los secretos de la felicidad, la autorrealización y la paz interior.

 

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