¿Quieres Meditar? No esperes a Ser un Yogui para Iniciarte

La meditación puede parecer un concepto inalcanzable para quienes nunca la han practicado. Este temor principalmente se debe a su vinculación con dos aspectos muy complejos del ser humano: la mente, territorio que solo especialistas como neurólogos o psicólogos parecen comprender, y las prácticas espirituales, reservadas para los iniciados en sus misterios.

En efecto, la meditación proviene del término latino meditatio, que significa tanto reflexionar como practicar. Podríamos decir entonces que, por un lado, se trata de un ejercicio para la mente. Nos ejercitamos físicamente porque queremos estar en forma, es decir, más sanos y poderosos. Cuando meditamos buscamos lo mismo: fortalecer y enriquecer nuestra psique. Pero parece que para alcanzar esta meta hay que incluir todo el organismo.

La meditación ha llamado mucho la atención en la sociedad occidental, que padece ansiedad, nerviosismo y confusión por no hallar cómo sobrellevar el ritmo que se ha impuesto. Durante la experiencia de la meditación los científicos han observado cambios físicos que contribuyen a corregir esos padecimientos: descenso en la velocidad de la respiración, mejora en el consumo de oxígeno y modificaciones positivas de los valores sanguíneos.

Entonces, existe un vínculo entre la meditación y la salud en general, pero debemos mencionar además su conexión con la paz espiritual. Meditar significa reflexionar, es decir, tomar conciencia del propio cuerpo y la mente, pero también del espíritu, y lograrlo requiere cierta disciplina. En los países orientales, la meditación es muy antigua y está ligada con la religión budista en sus diversas formas.

En consecuencia, debido a este contenido religioso y el énfasis puesto en la concentración mental, existe la creencia de que la meditación es prohibitiva para la mayoría de los occidentales. Una de sus formas, que cuenta con apasionados seguidores, es el yoga, originario de la India. Tiene varias escuelas, cada una con una meta diferente. Sin embargo, a muchos les resulta complicado tanto el concepto del yoga como sus posturas, por lo que les desanima la idea de practicarlo.

Si nunca has meditado y te preocupan las ideas anteriores, es posible que no sepas cómo empezar ni cuál técnica utilizar entre las tantas existentes. Entiende que no necesitamos mucho para meditar. Espiritual y psíquicamente, todos somos más ricos de lo que pensamos, solo que hemos estado caminando en una vida distraída, centrada en lo que nos debilita y no en lo que nos alimenta. Para revertir ese escenario con la ayuda de la meditación, lo más importante es tener buena disposición y reservar unos minutos de tu tiempo.

 

Antes: los beneficios que genera la meditación

La investigación científica ha llegado a conclusiones sobre los beneficios de la meditación, que son grandes incentivos para dejar atrás el temor de empezar a practicarla. Algunos de ellos son que:

  • Reduce del estrés y los estados de ánimo negativos, además de que mejora el bienestar emocional y mental, al bajar los niveles de cortisol en el cuerpo. También ayuda a controlar el dolor físico.
  • Disminuye los riesgos de enfermedades cardíacas y la presión arterial; en consecuencia, se reducen las posibilidades de sufrir un accidente cerebrovascular.
  • Regula el metabolismo, al nivelar distintos valores hormonales, así como el sistema inmunológico.
  • Contribuye con la mejoría de problemas psicológicos como la ansiedad, la depresión, el trastorno límite de personalidad y de estrés postraumático.
  • Mejora el sueño.
  • Incluso retrasa el proceso de envejecimiento. Las personas que meditan tienden a verse y sentirse más jóvenes que su edad real. También incrementan su creatividad, atención, habilidades de socialización y de comprensión, por lo que mejoran en sus carreras, vida social y familiar.

 

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  • Permite una apertura de la mente y ayuda en la búsqueda del sentido de la vida, con la que el practicante se siente en un estado “mentalmente claro”. Pasa a ser consciente de lo que ocurre dentro de su cabeza, con lo que alcanza mayor libertad y tranquilidad. En consecuencia, se sentirá más feliz.

 

Finalmente: cómo meditar

Dijimos que meditar requiere de tiempo, pero puedes empezar con algo tan sencillo como solo dos minutos al día durante una semana. Si cumples con esa meta, aumenta la próxima semana dos o tres minutos y tal vez a fin del primer mes ya estarás en los diez minutos diarios.

Trata de fijar una hora en la que no vayas a fallar con tu compromiso. Tal vez a primera hora de la mañana, cuando estés descansado, o a media tarde, cuando la mayoría de la gente atiende sus asuntos y no acostumbra interrumpirte.

No te pongas obstáculos: no pienses en cómo deberías sentarte, qué cojín usar o si el entorno te resulta inspirador para meditar. No es malo querer hacer la experiencia más agradable, pero tampoco es indispensable para empezar. Como son dos minutos, puedes colocarte directamente en el piso de un lugar tranquilo con las piernas cruzadas o también en una silla con los pies en el suelo. Solo asegúrate de que puedes mantener la posición durante dos minutos sin necesidad de moverte. Más adelante podrás optimizar la experiencia.

Para iniciar tu sesión de meditación, debes preguntarte cómo te sientes, cómo está tu cuerpo, en qué estado está tu mente: ¿cansada, distraída, ansiosa?

Luego, centra tu atención en tu respiración. ¿Cómo es? ¿Lenta o rápida? ¿Cómo se expanden los pulmones y el abdomen? Cuenta uno para respirar y dos para exhalar, y así hasta llegar a diez. Reinicia la cuenta las veces necesarias durante los dos minutos.

Mucha gente considera que la meditación tiene como objetivo despejar la mente o liberarla de cualquier pensamiento o sentimiento. Eso puede llegar a ocurrir, pero no es su objetivo. Nuestros cerebros son fábricas indetenibles de pensamientos y no podemos simplemente dar la orden de parar la máquina. El ejercicio que estamos practicando en este caso es enfocar la atención.

Durante este proceso tu mente deambulará. Es natural que lo haga mientras aprendes a meditar. Incluso puedes ir más allá y empezar a analizar tus pensamientos o tener diversos sentimientos. No los veas como intrusos o enemigos. No te preocupes demasiado ni sientas que lo haces mal. Cuando te descubras divagando, simplemente despide lo que te distrae y vuelve a enfocarte en tu respiración.

Más adelante en las sesiones puedes cambiar la concentración, es decir, no despidas los pensamientos para volver a tu respiración. Intenta más bien quedarte con uno de ellos. Tendemos a evitar las emociones negativas como el enojo, la tristeza o la ansiedad, pero una práctica útil de meditación es tomarlas por un rato y estar en contacto con ellas, con interés y sin juzgarlas.

La curiosidad de ver cómo actúa nuestra mente es una forma de conocerla. Meditar no se trata solo de enfocar tu atención, sino también de conocer el funcionamiento mental. ¿Qué está pasando ahí dentro? Es extraño, pero puedes aprender a entenderte a ti mismo al ver tu mente vagar, preguntarte por qué lo hace, qué emociones surgen, qué tratas de evitar, frustrarte y luego tratar de calmarte… Recuerda hacerlo siempre con una actitud amistosa  y libre de crítica. Cada semana sentirás la necesidad de unos minutos más para profundizar ese proceso.

Otra de las prácticas que puedes realizar durante la meditación es el “escáner corporal”, una vez te encuentres familiarizado con la respiración. Entonces enfoca tu atención en una parte del cuerpo a la vez. Comienza por las plantas de los pies: ¿cómo las sientes? Avanza luego a los dedos, el empeine, los tobillos y así hasta terminar en la parte superior de la cabeza. Avanza según consideres que has dominado la percepción de cada parte de tu cuerpo.

Un lugar externo para llevar tu atención, después de haber practicado con tu respiración y las secciones corporales, son las sensaciones que te rodean: un sonido, un olor, la luz que entra a la habitación, la temperatura de la superficie en la que estás sentado. Ve sumando esas percepciones durante tu ejercicio.

Cuando hayas dominado estas formas básicas de meditación, estarás listo para aprender técnicas formales y más complejas. Existen muchas fuentes de información para ello. Lo importante es que recuerdes los beneficios que recibirás y no decaigas en tu deseo de seguir meditando.

 

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