Se ha dicho que cuando nacemos somos una hoja en blanco. Desconocemos todas las costumbres y sistemas sociales y, más allá de nuestras emociones y sentimientos (con los cuales al parecer nacemos y definen nuestra personalidad), necesitamos aprender cómo relacionarnos con todos los aspectos de la realidad que nos rodea.
Nuestros padres y cuidadores, así como los primeros educadores, son los que nos enseñan todos los conceptos, incluidos los relacionados con el dinero y las finanzas. Valdría la pena revisar entre quienes te criaron, padres y demás familiares, amigos, profesores y conocidos, y ver cuáles de ellos han sido prósperos económicamente. A quienes les ha ido bien de seguro han transmitido una excelente educación en esta materia. En cambio, habría que preguntarse qué pudiste aprender de quienes luchan constantemente contra sus dificultades financieras.
Llenamos nuestra vida de principios que nos sirven de base para actuar en sociedad. Dependiendo de su contenido, estas creencias pueden llegar a constituir bloqueos conscientes o inconscientes para alcanzar nuestra libertad financiera. Dependiendo de lo que nos enseñaron acerca del dinero, tejemos en torno a él una serie de mitos y fantasías que repetiremos como verdades en nuestro interior. Cuando son conceptos positivos, nos ayudan a tener una buena relación con el dinero; en caso contrario, generan en nosotros pobreza, limitación y escasez.
Identificar, reconocer y rechazar ideas sobre la riqueza que carecen de credibilidad y son negativas es el punto de partida para alcanzar el éxito financiero. Hay que verlas como lo que son: mitos que respondieron a las fantasías que alguien se creó para dar explicación a sus circunstancias particulares. El problema es que al establecerlas como premisas en tu vida, limitas tus posibilidades reales y te impides obtener el bienestar económico que deseas.
Es adecuado revisar algunas de esas falsas creencias que hemos heredado y comprobar, a través de nuestra propia experiencia con ellas y sus resultados actuales, que carecen de credibilidad. Algunas ideas están muy generalizadas entre la gente pobre y trabajadora, justificando las razones que los han llevado al lugar donde están actualmente; otras tienen que ver con temas religiosos, insertándose aún más en nuestra psique pues consideramos que todos los principios que aprendemos en la religión son positivos y deben guiar nuestras acciones; y otros simplemente llegaron a nuestra mente por la repetición constante en el círculo más cercano.
Existen frases muy conocidas como “Hay que apretarse el cinturón”, “Estamos en tiempos de vacas flacas” y muchas otras relacionadas con que en los momentos difíciles hay que enfrentarse a la escasez con más restricciones. Lo extraño es que mientras más ahorran las personas que están en situación de precariedad, más pobres se vuelven. Cuando se supone que el objetivo de actuar con privación es protegerse de los efectos de la escasez y superarla eventualmente, en realidad parecieran estar alimentando la carencia y la pobreza.
En oposición a ellos, quienes enfrentan las dificultades financieras con más producción, búsqueda de nuevos ingresos, diversificación de sus posibilidades, superan la condición de quienes se restringen. De esta forma, estas personas logran generar prosperidad incluso durante los tiempos de crisis.
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Otra frase muy común es “El dinero no crece en los árboles” o “Hay que sudarse el dinero”. Cuando aceptas la idea de que el dinero no es algo fácil de obtener como cierta, empiezas a asociarlo también con actividades desagradables, extenuantes, arduas y hasta de dudosa reputación. Entonces resultará para ti natural estar en un trabajo agotador, de muchas horas diarias, mal pagado y que no te gusta realizar. Pensarás en consecuencia que el dinero solo puede ganarse de ese modo y que nunca se puede asociar con una actividad agradable o venturosa.
Si las expresiones anteriores fueran ciertas, los obreros, que son los que trabajan más horas diarias y con mayor esfuerzo físico, serían todos acaudalados, cuando en general es lo contrario.
La gente matiza su percepción negativa con la expresión jocosa de que hay cosas buenas pero solo se pueden comprar con el “cochino dinero”. Esta imagen de la riqueza como algo sucio, de mala procedencia, no es una visión muy agradable y por supuesto, nadie querría tener una oportunidad de alcanzar algo en la vida si depende de algo sucio o mal habido.
Seguramente en tu familia se dijeron frases como estas y otras del tipo: “Los ricos están completos” o “Nosotros no pertenecemos a ese club (el de la gente adinerada)”. Expresiones como esas significan que tus familiares pensaban que el dinero no es un bien al alcance de todos. Además, está implícita la idea de que la pobreza se asocia con una integridad moral de la que los acomodados carecen. ¿Habría implícito allí un resentimiento hacia el dinero y quienes lo poseen? Al decir que ellos son distintos de nosotros, y que somos mejores y más dignos que los millonarios, estamos rechazando el dinero indirectamente.
Seguramente, en muchos hogares donde se considera que el dinero se gana con esfuerzo, también se dice que los placeres, gustos e intereses no sirven para enriquecerse, incluso que deben ser considerados entretenimientos o hobbies para cuando el tiempo del trabajo ha terminado. Aparecen entonces expresiones como “Me gusta tanto que lo haría de gratis” o “No es justo recibir dinero por algo que se disfruta tanto”, entendiendo que el goce de hacerlo ya debería ser pago suficiente. Con pensamientos así, mucha gente con pasiones y habilidades para crear productos y servicios altamente demandados se encuentran en dificultades económicas. Por ejemplo, hay personas que se encargan de toda la logística de las fiestas de cumpleaños de sus amigos y familiares, pero son incapaces de establecer su emprendimiento como recreadores.
En la religión católica existe la idea de que el Reino de los Cielos pertenecerá a los pobres como premio eterno a su sufrimiento temporal y terrenal, mientras que quien sea próspero en esta vida pagará su suerte en el más allá pues le costará más entrar en el reino de Dios que “un camello por el ojo de una aguja” (según las traducciones modernas, no es un camello sino una soga, lo que haría más realista y menos metafórica la idea).
Así como esta, existe una serie de mitos y fantasías sobre el dinero que las personas repiten generación tras generación. Cuando te han enseñado a rechazar o despreciar algo por considerarlo negativo, tus acciones buscarán mantenerte alejado de ello consciente o inconscientemente.
Para sustentar todos estos mitos se quiere culpar al dinero por los problemas personales y sociales que causan la falta de él. Este no puede curar la pobreza, solo erradicar las ideas equivocadas y los mitos que se han tejido a su alrededor. Eso es lo que finalmente combatirá la pobreza. El dinero lo inventó la gente para su propia comodidad. Hay suficiente para todos, solo tienes que saber cómo quieres ganarlo.