Es inevitable pasar por la vida sin atravesar crisis, épocas de dificultades, pérdidas y angustia. Algunas veces esos episodios traumáticos son personales o familiares, como los fallecimientos de seres queridos, enfermedades o desempleos; otras, atacan a una comunidad entera como en un terremoto o un levantamiento político-social; y también puede padecerlos el planeta entero como durante una pandemia.
Por ello, es primordial para todos tener la capacidad de enfrentar el sufrimiento que producen los acontecimientos difíciles y controlar el dolor. Sin importar la razón ni la dimensión de una crisis, las personas deben encontrar dentro de sí la fortaleza para recuperarse y continuar en el camino, ya que más adelante hallarán, además de tristezas, alegrías que justificarán el haber seguido adelante.
Resiliencia
Esta tolerancia hacia los golpes de la vida se conoce como resiliencia. El término proviene de la metalurgia, donde se designa así a la propiedad de un metal de resistir fuertes impactos, y volver a su estado original luego de haber sido deformado.
Otras disciplinas y ciencias han tomado prestado el concepto adaptándolo a sus realidades, entre ellas la informática, la ética, la medicina y la psicología. En cualquiera de ellas sigue significando la facultad de evitar ser destruido y volver al estado inicial luego de una alteración.
Desde finales del siglo XX, psicólogos norteamericanos y anglosajones realizaron estudios pioneros sobre la capacidad de recuperación y adaptación de los sujetos sometidos a situaciones estresantes.
Los especialistas franceses, por su parte, descubrieron en muchos pacientes la posibilidad de crecer y renovarse a partir de las experiencias críticas, es decir, que han asociado la resiliencia en los sobrevivientes a traumas con la aparición de recursos insospechados de superación.
Lo que se puede concluir de ambas visiones es que el ser humano es mucho más fuerte y adaptativo a las crisis vitales de lo que él mismo suele creer, al punto no sólo de resistir los embates de la vida, sino de lograr cambiar para mejor.
Estrategias efectivas para repotenciar tu resiliencia
Si estás viviendo un momento en que tu capacidad para resistir la adversidad se ha visto disminuida, si te sientes incapaz de superar los obstáculos que te pone la vida, intenta poner en práctica los siguientes consejos para mantenerte a flote y repotenciar tu resiliencia y fuerza emocional:
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No te aísles
La soledad tiene un factor de retroalimentación. Cuando consideras que vivir solo es una experiencia exclusivamente negativa, empezarás a experimentar ansiedad, tristeza, frustración y tu mente se pondrá en modo de supervivencia por la ausencia de compañía con quién validarte emocionalmente.
En consecuencia, empezarás a ver el mundo exterior como una amenaza y te alejarás todavía más de las personas con quien necesitas relacionarte.
Por eso debes mantener y fomentar tus contactos sociales con parientes, amigos y conocidos. Ellos te ayudarán a transitar los momentos difíciles, dándote una perspectiva amorosa y objetiva de tu situación traumática, además de brindarte apoyo.
Incluso, personas a quienes ves con poca frecuencia podrían ser una ayuda imprevista, así que prueba tener una conversación con ellas.
Ampliar tu red de relaciones siempre aumentará tus posibilidades de encontrar consuelo y atención. Por ello es una buena idea en momentos de crisis reservar parte de tu tiempo para actividades sociales nuevas como unirte a un voluntariado de tu agrado o grupos con intereses comunes.
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Practica el humor
Todos disfrutamos al reír y sonreír y estas son armas poderosas para repotenciar la resiliencia. Pase lo que pase, no dejemos que un período difícil, grave o doloroso nos prive de la risa, ya que convertir una adversidad en una barrera infranqueable le dará un poder que no tiene sobre nosotros.
La risa permite ver las crisis con distancia y nuevos ángulos, pero debemos recordar dos aspectos: primero, que las situaciones graciosas nunca deben ser forzadas y, segundo, que nunca debemos hacer del reírse una herramienta vacía para negarnos a enfrentar un problema o los sentimientos dolorosos que provoca.
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Evita ser negativo
Impídete creer que el momento traumático que estás viviendo no podrá ser superado. Esto no es cierto. Todo en la vida pasa, tanto lo bueno como lo malo. Vivir ciertas cosas puede ser muy estresante y hacernos sentir sin fuerzas para salir de ello, pero hay que controlar esos pensamientos obsesivos.
Es esencial pensar más allá de la urgencia del problema, tomarse momentos para descansar mentalmente y proyectarse en un tiempo más agradable que el actual.
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Sé flexible
La flexibilidad siempre será tu mejor aliada. Practicar la resiliencia implica resistir a una conmoción adaptando nuestra habilidades pasadas a la situación actual, e incluso desarrollando nuevas estrategias de superación.
Por ejemplo, puedes enfrentarte a un conflicto o alejarte de él, según resulte conveniente. Ante una separación o pérdida, puedes refugiarte en familiares y amigos u optar por hacer un viaje que cambie tu panorama. Si nunca habías experimentado un trauma similar, el deseo de superarlo te irá dando pistas sobre cómo seguir adelante aunque al principio no sepas qué hacer.
Sobre todo, piensa que no es obligatorio responder de una única forma ni como te enseñaron que era correcto (recordemos, por ejemplo, a las mujeres que luchaban en el pasado por mantener un matrimonio aunque ya no funcionara). Adáptate a la realidad en que te encuentres y busca la solución que te haga sentir mejor y con más paz.
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Mantén siempre la perspectiva
En las crisis, es muy común exagerar las dimensiones del problema e imaginar las consecuencias de manera desproporcionada. Intenta ver la situación desde un ángulo diferente o pedir la opinión de una persona imparcial, un conocido o un amigo a quien le puedas confiar el evento por el que atraviesas.
También haz lo posible por diferenciar a los elementos responsables de tu situación traumática de quienes no tienen la culpa de nada. Evita «disparar en todas direcciones» y lastimar a quienes no lo merecen.
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Mira hacia el pasado y hacia el futuro
Las crisis parecen instalarse en el tiempo y amenazar con quedarse para siempre en nuestras vidas. Para romper con esa imagen, toma elementos positivos de tu pasado y proyéctate en el futuro.
Apela a tus recuerdos de mejores tiempos, sin que por ello te sientas afectado por la nostalgia. Sólo echa mano de esa felicidad que te dieron esas vivencias para evitar sentirte desesperado.
Igual intenta poner un ancla en el futuro, visualizando cómo será tu vida cuando este momento amargo pase y piensa en lo que te hará feliz. Así empezarás a construir planes y retomar la esperanza.
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Llena tu «cuenta de ahorros» emocional
Identifica y disfruta las cosas que te dan ánimo y energía e intenta acceder a ellas incluso en los momentos traumáticos. Es esencial en esos tiempos escuchar nuestras necesidades primarias, como comer algo que te guste, ir a un sitio donde te sientas en paz, ver un capítulo de tu serie preferida o dormir una siesta.
El cuerpo y la mente se recargan con esas pequeñas cosas que sirven de consuelo. Aunque algunas personas practiquen la relajación y la meditación, cada quien encuentra sus técnicas de autocuidado.
Por último, recuerda que la resiliencia consiste en no perder la esperanza. Aunque las situaciones parezcan catastróficas y que nunca se acabarán, no olvides que todo tiene una salida y el tiempo siempre te llevará hacia adelante, donde habrá mejores momentos.