La gratitud es otra forma de entrar en contacto con lo divino, debido a que cuando agradeces, eres capaz de reconocer las bendiciones presentes en tu vida. Asimismo, cuando adviertes esas virtudes y privilegios de los que dispones y que te ayudan a enfrentarte a los problemas, puedes sentirte más consciente y admirado por pequeños milagros que te ocurren a diario.
El agradecimiento tiene además efectos maravillosos en ti. Uno de ellos es sentirte rodeado de abundancia.
¿Por qué?
Porque si te acostumbras a agradecer, no ves lo poco sino lo mucho; no lo que falta, sino lo que ya tienes para alcanzar tus metas. Te olvidas de las preocupaciones más pequeñas, e incluso las grandes consiguen una nueva perspectiva porque entiendes que estás en capacidad de enfrentarlas con recursos de los que ya dispones.
Te empiezas a sentir en paz contigo porque dejas de pensar tanto en ti y tus problemas, y observas más lo que ocurre a tu alrededor. La naturaleza y las cosas pequeñas del exterior llaman tu atención y agradeces el poder disfrutarlas. Así sentimos la abundancia de la vida.
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La gratitud brinda conciencia del mundo y de las posibilidades y capacidades reales. Te das cuenta de que la sensación de fracaso que sientes por tus experiencias en realidad es una percepción errónea. Cuando te ves formando parte de un todo grande y poderoso tus problemas son circunstanciales y sabes que siempre vas a estar bien.
Ver hacia afuera también te ayuda en otro sentido: ¿alguna vez has sentido pena por ti y angustia por tus problemas, pero luego has notado a alguien que es menos afortunado? Quizás se trata de un adicto o que no tiene hogar, ninguna posibilidad de hacer dinero o que está severamente incapacitado. Gracias a él, tus asuntos lucen más pequeños y tus bendiciones más grandes. Además, empiezas a tener sentimientos de compasión y generosidad, al querer ayudar a esa persona.
Sin embargo, llegar a este nivel de internalización de la gratitud implica pasar por una fase difícil. Es muy fácil agradecerle a la vida cuando todas las cosas marchan bien y de la manera que deseas. Pero no siempre es así: la gratitud tiene su lado espinoso.
Pensemos en las ocasiones en que no nos va bien y vivimos situaciones o nos enfrentamos a personas que nos provocan incertidumbre, tristeza, culpa, miedo o ira.
En esos casos no nos provoca agradecer ya que nuestros sentimientos o nuestro ego han sido lastimados, pero si las vivimos desde la perspectiva de la gratitud, se convertirán en una oportunidad parar aprender.
Tener una actitud de agradecimiento por todas las experiencias, incluso las difíciles, produce un cambio de mentalidad tan positivo que es capaz de liberarte del sufrimiento y culpas que te generaron y enseñarte a cerrar ciclos para poder continuar tu camino hacia el futuro con esperanza.
¿Cómo se puede llegar a este punto de convertir el agradecimiento en una forma de vida?
Ya explicamos que ese nivel se alcanza cuando aceptas que todas las personas y situaciones de tu vida han estado ahí por una razón que debes honrar. Es ahí cuando la gratitud empieza a provocar beneficios en tu mente y espíritu, y hasta llega a mejorar tu salud física.
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Existen maneras prácticas de volver el agradecimiento parte de la vida. Frecuentemente entendemos la gratitud como el resultado de recibir algo. Si alguien hace algo bueno para nosotros, nos sentimos agradecidos. Pero eso es gratitud pasiva: la que nos enseña poco y no nos ayuda a crecer. La que no nos acerca a lo divino.
Existe una gratitud activa o consciente. La que se vuelve un modo de vivir o de ser. Cuando la escogemos cambiamos de energía porque al contar nuestras bendiciones, estas empiezan a multiplicarse. Entonces comenzamos a usar la ley de la atracción para encontrar más amor, mejor salud y más abundancia. Y es cuando estaremos creando clara y proactivamente la vida que deseamos junto a Dios, o la idea que tengamos de lo trascendente.
La gratitud lo cambia todo porque empieza por cambiarte a ti y tu modo de ver las cosas. Hay ejercicios para convertirte en una persona activamente agradecida, pero desde ahora puedes implementar estas prácticas cotidianas y simples para internalizar la gratitud en ti:
1. Enumera tus bendiciones cuando te sientas mal o triste. Si te crees muy desafortunado, empieza por considerar tus sentidos. Seguro puedes ver ya que estás mirando estas palabras en la pantalla de un dispositivo, u oír si alguien las está leyendo para ti. Y si tienes ese dispositivo electrónico o alguien que te hace el favor de leer por ti, eres más afortunado que muchas gente solitaria, iletrada o pobre.
2. Proponte brindar una ayuda desinteresada pero consciente y con regularidad. Cuando sientas que no puedes hacerlo, enciende una vela, reza una oración o realiza una meditación por esa persona, animal o situación. Recuerda que puede tratarse de un niño enfermo que viste en la calle o de una noticia de un conflicto en otro país.
3. Comienza un diario de gratitud. Cada noche, antes de acostarte, anota al menos algo que haya merecido tu agradecimiento ese día.
4. Ofrece actos de bondad al azar. Paga el café de un indigente. Da un consejo inesperado o un elogio a alguien que lo necesite. Ayuda a una persona a cargar sus provisiones. Sonríe al dependiente de la tienda. No te imaginas cuántas personas están necesitadas de un gesto de amabilidad.
5. Siéntate a evaluar tus problemas y las cosas que deseas cambiar. Anótalos y comienza a verlos con nuevos ojos. Piensa en sus partes positivas y trata de buscar las bendiciones ocultas en esas dificultades. Si no puedes, entonces pídelo: exige ver la bendición. En la Biblia, Jacob lo hizo. Luchó contra el ángel de Dios y no lo soltó hasta obligarlo a que lo bendijera. Puedes hacer lo mismo. Te sorprenderás por lo que encontrarás.
6. La autora y cofundadora del movimiento Unity, Myrtle Fillmore, sugiere ser agradecido en tiempos de dificultad. Ella recomienda poner en práctica la frase: «Sé agradecido de antemano por el bien que sabes que saldrá de esto». Nuestra fe puede ser tan fuerte que incluso cuando estemos en dolor y angustia sepamos que algo bueno saldrá de ello.
