Cómo Inculcar la Gratitud en tus Hijos (y Hacerla Florecer en tu Hogar)

Al nacer, los hijos son un lienzo en blanco. Desconocen lo que está bien o mal hacer o decir, pero a medida que crecen sus padres, educadores y cuidadores los preparan para la vida. Es importante inculcar valores en ellos desde muy temprano, para que sepan que ciertas conductas y comportamientos positivos los ayudarán a relacionarse con los demás y sentirse mejor consigo mismos. En consecuencia, experimentarán más felicidad y plenitud.

Aspectos como la amistad, el respeto, el esfuerzo, la paciencia, el ahorro, la creatividad y la productividad a veces no son valores fáciles de enseñar, pero son esenciales para el desarrollo social de los niños.

La gratitud es uno de estos valores que todos deberíamos practicar a diario como ejemplo para nuestros hijos. Más que los buenos modales de dar las gracias por un cumplido, favor, regalo o ayuda, ser agradecido implica otras cosas. Cuando es bien cultivada, la gratitud nos permite darnos cuenta de lo que tenemos y a apreciarlo, no sólo en términos de bienes materiales, sino en las bendiciones que la vida nos otorga a cada momento

Fomentar el agradecimiento en los niños les enseña a no ser egoístas ni caprichosos, a entender que sus padres no deben darles todo lo que desean y que incluso las experiencias difíciles también pueden ser regalos de vida que les ayudarán a ser más fuertes o mejores personas en un futuro.

Se puede utilizar distintas formas y diferentes situaciones para educar en la práctica de la gratitud. La mejor obviamente es dar el ejemplo. Si un niño no ve en su casa actos sencillos como dar gracias en la mesa por los alimentos recibidos o mencionar que si ha ocurrido un accidente de auto, lo importante no es el daño al vehículo, sino que nadie haya salido lastimado, le costará identificar motivos por los cuales sentirse agradecido en su propia vida.

Los padres deben recordar que no es más feliz quien tiene más cosas o es más exitoso, sino quien valora lo que tiene y se enfoca en alcanzar sus metas. He aquí algunos consejos para poder trasmitir esta visión de la gratitud a los hijos:

 

1. Es importante considerar la edad de los niños a la hora de trasmitirles enseñanzas y experiencias de gratitud. Pueden aprender desde los dos años a repetir la palabra “gracias” cuando reciben algo, aunque no comprendan el porqué. Será el inicio de un hábito importante, como saludar, que luego conservarán en el tiempo.

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2. A partir de los tres años les resultará más fácil relacionar aspectos de la gratitud. Por ejemplo, que no recibirán nada a cambio de agradecer, es decir, que no serán felicitados cada vez que den las gracias.

 

3. Sin embargo, siempre hay que asociar el agradecimiento con gestos físicos positivos, tales como un abrazo, una palmadita o una sonrisa.

 

4. Compartir es una de las costumbres más difíciles de enseñar en los niños muy pequeños ya que reta el principio de identidad que han venido construyendo (la noción del “yo”). Existen muchas oportunidades en las que se les puede demostrar que es positivo prestar y ofrecer sus cosas a otras personas.

 

5. Posteriormente, deberán agradecer por las pequeñas acciones diarias en su relación con los demás (ceder el paso, traer algo de la cocina, conseguir las llaves), así como que reconocer el valor personal de sus pequeños esfuerzos, tales como hacer la cama todos los días, preparar cada noche su mochila, no olvidar sus responsabilidades escolares, etc. Al principio, habrá que agradecerles por ello y que progresivamente entiendan que es un esfuerzo valioso aunque no sean recompensados con palabras.

 

6. La cena siempre es buen momento para ejercitar la práctica de la gratitud. Se les puede pedir a los niños que realicen alguna oración de agradecimiento que involucre a todo el grupo familiar.

 

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7. Construir un pote de gratitud es significativo para los niños pequeños, ya que las manualidades son un método de aprendizaje, además de que permiten materializar conceptos que son difíciles de entender. Ver que su pote está lleno de pequeños papeles escritos significa que tienen muchos motivos en su vida por los cuales sentirse agradecidos, y que no se limitan a los aspectos materiales.

 

8. Es importante conversar con nuestros hijos sobre las experiencias cotidianas con sus compañeros, amigos y profesores y reconocer juntos cuáles de ellas merecían ser agradecidas. Igualmente, si él realizó alguna acción por la que debieran haberle agradecido y por qué eso no ocurrió, los sentimientos que tuvieron al respecto, etc. Así surgirán reflexiones sobre las características de la gratitud.

 

9. Pensemos en actividades con las que los pequeños puedan manifestar sus sentimientos, por ejemplo, escribir un correo electrónico dando las gracias a los primos por haber venido a casa para hacer juntos los deberes. O escoger una fecha especial (Navidad, su cumpleaños) para llevar una ayuda a los menos afortunados. Esto último puede convertirse en una tradición familiar.

 

10. La gratitud, así como otros valores, debe ser enseñada y practicada en casa y no esperar a que sea una responsabilidad de la escuela. Incluso, debemos intentar que los niños acostumbren ser agradecidos con sus maestros y amigos e incluso con los desconocidos cuando los buenos modales lo requieran.

 

11. A medida que crezcan, nuestros hijos deberán aprender a dar gracias no sólo por las cosas materiales (un regalo, como un juguete o un vestido nuevo), sino también por los gestos, cumplidos, favores o ayudas que reciban. Igualmente, necesitan entender que disfrutan de privilegios que no todos tienen, como poder ir al colegio, tener una habitación dónde dormir, salir de vacaciones o practicar sus deportes favoritos.

 

12. Es valioso enseñar a mantener siempre una actitud positiva, incluso cuando una situación lleve a los niños a sentirse frustrados, tristes o molestos. De este modo les resultará más sencillo en el futuro agradecer por las experiencias difíciles.

 

Por último, recordemos de nuevo que se enseña con el ejemplo. Pensemos como adultos en todos aquellos días en que nos hemos sentido fracasados o deprimidos, e imaginemos nuestro propio pote mental de gratitud. ¿Con cuántas frases de agradecimiento podríamos llenarlo? ¿Cuántas bendiciones nos rodean a diario pero estamos pasando por alto?

Incluso, no  habría nada de malo en que también hiciéramos un pote de gratitud junto a nuestros hijos, y que iniciáramos una tradición en nuestro cumpleaños de llevar ayuda a alguien que lo necesite. De este modo, no sólo estaríamos enseñando a nuestros hijos los valores que deseamos trasmitirles, sino que los pondríamos en práctica en nosotros mismos.

 

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