¿Existe algún área de tu vida en la que sientas que el miedo no te deja avanzar? ¿Has intentado superarlo, pero a pesar de tu esfuerzo y deseos por cambiar, fallas una y otra vez?
La mayoría de las personas intenta erróneamente enfrentar su temor más desafiante sin haber desarrollado antes el “músculo emocional” para ello. Si quisiéramos ejemplificar ese problema de forma sencilla, equivaldría a que alguien que no ha entrenado nunca se levantara un día diciendo que está listo para correr un maratón.
Debemos entender que el miedo así como la valentía y el coraje son hábitos que se pueden aprender. Sobre esto, hay que agregar que ser valiente no significa convertirse en alguien temerario. La persona que actúa con valor tiene miedo, pero a pesar de él es capaz de tomar acción.
Así que para superar los miedos que te paralizan necesitas realizar un entrenamiento. El mismo consiste en activarte dando órdenes a tu mente y tu cuerpo, que hay que cumplir independientemente de que sientas ganas o no, de si estás cómodo o incómodo con ello.
Algunas personas experimentan una sensación de parálisis por temor al fracaso. No entienden que el hecho de fracasar es en sí un proceso de aprendizaje. Es igual a los bebés cuando aprenden a caminar: al principio no saben ni cómo sentarse solos; luego empiezan a pararse, tropiezan, caen con frecuencia, hasta se lastiman y eso los asusta; sin embargo, no dejan de intentarlo hasta que logran vencer sus dificultades y dan sus primeros pasos.
De alguna manera, cuando crecemos perdemos esa habilidad para superar nuestras inhibiciones: preferimos evitar las situaciones en las que nos podemos equivocar, experimentar molestias e incomodidades o en las que sufrimos algún dolor; dejamos de entender que cada fallo, por pequeño o grande que sea, es una lección que necesitamos aprender para seguir adelante.
Los fracasos son pasos que nos acercan a la perfección en lo que hacemos. ¿Cómo nos puede enseñar algo el fracaso? Analizando lo que sucedió y volviendo a intentarlo, pero cambiando cada vez de estrategia, hasta encontrar la mejor. Por eso hay que repetir este paso más de una vez para alcanzar el objetivo. Así como lo hacen los bebés cuando están aprendiendo a caminar.
Una forma de entrenar ese “músculo emocional” es practicando con retos pequeños. Puedes usar esta frase de apoyo para ordenarte vencer tu miedo ante esas situaciones: “Yo no negocio con mi mente. Yo no negocio con mi miedo”. Esta expresión funciona como un mantra para superar el rechazo que sientes al enfrentarte a algo que te incomoda, desagrada o hasta causa verdadero miedo.
Un reto de bajo nivel de estrés puede ser levantarse tan pronto suena el despertador. Acostumbramos a aplazar la alarma cinco minutos más porque no queremos dejar el confort de la cama, y luego otros cinco porque seguimos con sueño, y tal vez cinco más para evitar levantarnos todo lo que podemos. Puede parecer tonto, pero es una situación en la que estamos negociando con nuestro organismo, dejándolo hacer lo que quiere: seguir durmiendo.
Podemos empezar a cambiar esta dinámica diciéndonos cada mañana: “En el momento en que la alarma suene, le doy la orden a mi cuerpo de levantarse y activarse, para empezar el día con alegría y ánimo”.
Otra situación cotidiana en la que caemos en negociaciones con nosotros mismos es cuando no queremos darnos una ducha fría o entrar en el mar. Mojamos primero una pierna y nos alejamos, luego probamos con un brazo, y así. El reto estará en ordenarnos no esquivar ni retroceder, sino meternos bajo la ducha, o en el mar, de una sola vez, así el agua esté fría. De este modo, entrenamos nuestra mente y nuestro cuerpo a no negociar, a que no hay diálogo ni juegos, sino que existe una orden y debemos cumplirla.
Comparte en Pinterest:
En el gimnasio ocurre algo similar. Muchas veces venimos cansados luego del trabajo y a pesar de que nos cambiamos y vamos a las instalaciones, y empezamos la rutina en la caminadora o en la máquina, estamos desganados; hacemos los primeros ejercicios con flojera; sentimos incomodidad. Sin embargo, después de un rato, el cuerpo se activa, nos sentimos diferentes a los cinco o diez minutos de estar trabajando. La pereza se va. Significa que hemos logrado vencer la resistencia de nuestro cuerpo y nuestra mente a la acción.
Las personas que trotan a primera hora suelen experimentar algo peor: en los días en los que sienten flojera de entrenar, crean una voz en su cabeza que les susurra justificaciones. Se dicen que han sido muy disciplinados, por lo que ese día no necesitan correr tantos kilómetros; o que tienen muchas actividades pendientes y sería mejor terminar antes la rutina; o que pueden trabajar menos porque se merecen un descanso.
Cuando esto ocurre, no hay que negociar con esa voz interna, sino darle la orden de que vas a mantenerte firme en el plan original de recorrer tal distancia o tanto tiempo. Incluso hay que retarla y cada vez que ella intente hacer menos ejercicio, tú harás más del habitual. De este modo, ella empezará a desaparecer porque sabrá que el resultado de buscar excusa será trabajo más duro. Así se evitarán las justificaciones porque ellas solo provocarán más esfuerzo del que se quería hacer en un principio.
Debes entrenar la voz interna de tu miedo y tu desánimo. Si entrenas para obedecer tu orden de actuar sin retroceder en situaciones sencillas, y luego ante a asuntos que te desagradan cada vez más, entonces en el momento en que te topes con un miedo de verdad limitante, estarás mejor preparado. Te habrás acondicionado para hacer cosas que no te resultan cómodas, pero que haces a tu pesar.
Lo anterior no resulta fácil, y fracasarás muchas veces, pero con constancia lograrás alcanzar la autodisciplina necesaria para vencer el miedo.
También el desarrollo de ese músculo emocional se va a expandir a otras áreas de tu vida, desde lo simple a lo más complejo. Eso significará una gran diferencia en tu comportamiento. Como lo explica el conferencista Jim Rohn, si crees que existe algo que podría ser positivo para ti, pero lo consideras imposible de alcanzar, entonces debes tomar acción de inmediato e ir por ello.
No esperes a sentirte bien, inspirado o con ganas para realizar las cosas. Muchas veces nos decimos que haremos algo “cuando llegue el momento”. De este modo no se alcanzan las metas.
Los escritores con una obra prolífica son el mejor ejemplo de que se trabaja tanto cuando hay inspiración como cuando se amanece bloqueado y sin ninguna creatividad. Ellos aplican la estrategia mencionada en el ejemplo del gimnasio: vencen la resistencia luego de un rato de enfrentarse a lo que causa incomodidad, desagrado o temor.
No trabajemos cuando nuestro cuerpo o mente estén dispuestos a colaborar, sino cuando demos la orden. Si desarrollamos esta disciplina podremos llegar increíblemente lejos, más que la mayoría. Porque muchas personas actúan de la manera incorrecta: solo toman acción cuando se sienten motivadas. Y eso ocurre pocas veces.
Nuestra mente es increíblemente poderosa cuando la entrenamos y le damos una dirección. Pero, sobre todo, recuerda: el miedo es un hábito, tanto como lo son la valentía y el coraje.