Valiosas Lecciones de Jay Shetty sobre el Tiempo que Necesitas Conocer

El conferencista motivacional Jay Shetty brinda una visión muy interesante sobre la diversidad en la visión del tiempo y por qué lo desperdiciamos con tanta facilidad.

Para Buda el error humano más grande es creer que tenemos tiempo y el tiempo, junto con la riqueza y la salud, son los tres elementos que controlan nuestras vidas. Dependiendo del uso que hagamos de ellos, encontraremos la verdadera plenitud y felicidad.

En la niñez ni siquiera estamos conscientes de que los años transcurren. Cuando entramos en la juventud, consideramos que hay tiempo de sobra para experimentar, divertirnos e incluso para malgastarlo. Durante la edad adulta empiezan a escasearnos las horas porque estamos trabajando, asegurando riquezas y posesiones, y sin darnos cuenta también empezamos a perder la salud.

Finalmente, cuando somos mayores, aunque tengamos mucho dinero, solo nos quedan las mayores o menores reservas de salud que procuramos a lo largo de la vida. Pero, con seguridad, todos sabemos a esa edad que ya se nos está agotando el tiempo.

Basar la vida en un balance entre el tiempo, los bienes materiales y la salud es intentar alcanzar una perfección que en realidad nunca proporcionará la felicidad. Se puede lograr todo, pero no al mismo tiempo.

Las riquezas solo pueden comprar parcialmente la salud, pero dedicarte a hacer dinero te roba tiempo para disfrutar de las posesiones. Y con seguridad ni siquiera siendo la persona más saludable y rica conseguirás comprar más tiempo.

La paradoja del tiempo es que es gratis, pero su verdadero precio es incalculable. Solo puedes usarlo, porque no hay manera de retenerlo ni acumularlo. Porque una vez que se va, nunca puedes recuperarlo.

Entonces, ¿cómo hacemos para diseñar una vida plena?

Lo primero es tomar conciencia del valor del tiempo.

Las personas que viven 78 años, van a pasar unos 10.5 años trabajando, muchos de ellos en empleos que no les gustan. También durarán unos 9 años viendo televisión y revisando las redes sociales. Y así, en términos numéricos, podríamos ir calculando los años de nuestra vida que dedicamos a las cosas y a las personas.

Si esta idea no te hace entender cómo inviertes cada momento de tu vida, Jay Shetty te ofrece otro ejemplo: cada día amanecemos con 86.400 segundos. Pero si en vez de tiempo fueran dólares en una cuenta bancaria, y te los debitaran al final de la jornada, independientemente de su los hubieras usado o no, ¿acaso no los utilizarías? ¿En qué gastarías esos 86.400 si fueran dinero?

Es lo que debes preguntarte con respecto al tiempo: Si temes desperdiciar dinero, entonces, ¿por qué desperdicias el tiempo con tanta facilidad? Piensa que las horas valen más que cualquier moneda, porque se puede hacer una fortuna, pero no conseguir una hora más de vida.

Si todavía necesitas una idea más palpable sobre la importancia del tiempo, pregúntale por el valor de un año a un alumno que haya reprobado; si quieres saber cuánto vale un solo mes, habla con una madre que perdió su embarazo en el octavo mes; para entender si una hora es mucho o poco, mira a una familia que vive separada por miles de kilómetros hablando una hora mediante una videollamada; y para comprender si un segundo hace la diferencia, imagina a un corredor que quedó de segundo en la competencia.

 

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A veces decimos con mucha ligereza que tal persona nos hacer perder el tiempo, o que el tiempo se nos ha ido haciendo nada. En realidad eres tú el que permite que tu tiempo se pierda. Cada día puedes escoger entre ser productivo, superarte, crecer, aprovechar cada minuto en lograr un objetivo; o estancarte, flojear, restringir tu potencial y malgastar esos 86.400 segundos que valen oro.

Jay Shetty nos da una mala noticia y una buena noticia: la mala es que el tiempo vuela; la buena es que tú eres el piloto. Es tu decisión cómo pasar cada momento de tu vida.

Precisamente, la sociedad trata de recordarnos que el tiempo se agota fijando unas metas asociadas con el ciclo vital: la infancia es para estudiar y prepararse; la juventud para trabajar y formar una familia; la adultez para alcanzar las metas y el éxito y la vejez para descansar y vivir de los frutos… pero en la vida todo transcurre de acuerdo con un plan muy íntimo y personal que vamos descubriendo con el tiempo, nuestro tiempo.

No es sano compararnos con los logros de los demás, ni sentir que hemos fracasado porque no estamos dentro de los parámetros de tiempo fijados por la sociedad. Todo transcurre a tu propio ritmo. Sé paciente pero constante para alcanzar la vida que deseas.

Hay gente que se gradúa tarde en la vida o no empieza a trabajar inmediatamente. Muchos no van a la universidad, pero consiguen su vocación. Unos sí consiguen adaptarse a lo que la sociedad espera de ellos, graduándose y trabajando desde jóvenes, pero odian sus trabajos y carreras. Otros necesitan tomar (hasta más de un) año sabático para encontrar su propósito. Hay quienes cambian de objetivo varias veces a lo largo de su vida y se atreven a empezar de cero a los 40 o los 50 años.

Existen personas que tienen hijos y no se casan, otros se casan y no los tienen, o los tienen después con otras personas. Algunos están casados, pero aman a alguien más; otros se aman pero viven separados.

Los actores Morgan Freeman y Anthony Hopkins consiguieron los papeles que los consagraron en el cine después de los 50 años.

K. Rowling a los 30 años todavía era una madre divorciada y maestra desempleada intentando que le publicaran una novela sobre un niño mago luego de haber sido rechazada por una docena de editoriales. Laura Ingalls publicó su autobiografía a los 65 años, con su hija como editora.

La actriz y Miss Mundo venezolana Astrid Carolina Herrera tuvo a su hija biológica a los 50 años.

Henry Ford construyó el vehículo que lo haría rico y famoso a los 45 años. El “Coronel Sanders” (Harland Sanders) tenía 62 años cuando formó la franquicia Kentucky Fried Chicken.

Y así tantas otras personas, conocidas y desconocidas, han logrado alcanzar vidas satisfactorias en sus propios términos, sin importarles que pudieran haber sido comparados negativamente con los que han ido al ritmo que la sociedad impone.

Entonces, lo importante no es cumplir con plazos, sino aprovechar el tiempo para construir vidas significativas y llenas de propósitos para nosotros mismos, y luego aprender a usar eso para impactar y hacer la diferencia en la vida de los demás. Así es como se alcanza el verdadero éxito.

Jay Shetty concluye con la idea de que la vida y el tiempo son los dos mejores maestros. La vida no enseña a hacer un mejor uso del tiempo y el tiempo nos enseña el valor de la vida.

Así, aunque perdamos el tiempo, la riqueza y la salud, lo único que no nos podrán quitar es la huella que dejemos en el mundo a través de nuestro impacto en la vida de otras personas.

La salud es la base con la que podremos forjar la fortuna a lo largo del tiempo. De este modo podremos alcanzar el éxito por lo que obtenemos, pero ese éxito será inútil si no somos capaces luego de dar. Y lo que damos incluye nuestro tiempo, nuestra salud, nuestra riqueza y nuestra energía.

Cuando esos elementos se usan para hacer una diferencia positiva en la vida de otros, para ayudar a otros a avanzar y producir un impacto, nunca nos podrán quitar esa sensación de plenitud. Ese legado constituirá nuestra felicidad y trascendencia en el mundo.

Shetty concluye tomando las palabras de Albert Einstein: “No todo lo que puedes ser contado cuenta, y no todo lo que cuenta puede ser contado”.

 

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