Contrario a lo que la gente suele pensar, la ansiedad es una emoción normal y recurrente en el ser humano. Así como podemos sentirnos
alegres,
tristes,
estresados, preocupados o entusiasmados, también podemos estar
ansiosos.
Si es así,
¿por qué tenemos opiniones negativas sobre la ansiedad y no por otras emociones? ¿Sabemos exactamente qué es?
La ansiedad (del latín anxietas, “aflicción, inquietud”)
es la respuesta de alerta del organismo frente a estímulos externos o internos que son identificados por las personas como peligrosos o amenazadores. Está acompañada por síntomas y sentimientos desagradables.
Por lo tanto, si se trata de una emoción que nos permite prepararnos ante un riesgo o peligro, es una emoción que preserva nuestra seguridad. Entonces,
¿cuándo se convierte la ansiedad en un problema? Primero,
cuando es demasiado intensa y, segundo,
cuando ese estado dura demasiado tiempo.
Por lo general,
la ansiedad se presenta cuando pasamos por situaciones nuevas, desafiantes o que generarán modificaciones en nuestras costumbres, por ejemplo, el nacimiento de un
hijo, una mudanza, el cierre de un trato para nuestra
empresa. La angustia que sentimos durante esos momentos es normal.
En cambio, la ansiedad puede prolongarse más de lo debido durante eventos traumáticos, como cuando perdemos el
empleo, pasamos por crisis
financieras, nos mudamos, terminamos una
relación o perdemos a un ser querido.
Los individuos incluso llegan a experimentar los llamados
ataques de pánico. Son situaciones de miedo intenso ante los que el organismo responde como si estuviera experimentando un infarto. La gente pide ser llevada al hospital por creer que su vida está en riesgo. Así es la manifestación extrema de un cuadro ansioso que evoluciona durante un largo período de
tiempo.
En nuestro día a día, vamos acumulando síntomas que solemos atribuir a otras causas. En la medida en que no los relacionamos, dejamos que la ansiedad pase desapercibida y
no tomamos medidas para hacerle frente, tales como recurrir a la ayuda médica o empezar a cambiar nuestra rutina de
vida para vernos menos afectados por el cuadro ansioso.
Para evitar ser víctimas de la ansiedad sin reconocerlo, te presentamos a continuación el Top 10 de síntomas que puedes estar padeciendo. Los mismos fueron tomados de un
estudio realizado a más de cinco mil pacientes.
1. Cansancio, fatiga y falta de sueño
El cansancio físico y mental está asociado con la ansiedad. Las personas no rinden al máximo en sus actividades diarias e incluso toman siestas en el día para intentar aumentar sus fuerzas. Esto muchas veces es el resultado de no dormir suficiente o tener un
sueño poco reparador o tan ligero por las noches que los lleva a despertarse varias veces.
El insomnio y el cansancio se tornan un círculo vicioso con la ansiedad porque cuando nos sentimos agotados, disminuye nuestro nivel mental y resistencia física y aumenta nuestra ansiedad y la
ansiedad nos produce fatiga, con lo que este sistema se retroalimenta.
2. Irritabilidad
Las personas con un cuadro ansioso se dejan afectar con facilidad. Situaciones de la vida que antes podían manejar tranquilamente, ahora los afligen, lo más simple los perturba y no saben decir el porqué.
Esta
nerviosidad y problemas de humor sin sentido aparente son atribuibles en muchos casos a la
ansiedad.
3. Dolores corporales
Los individuos con cuadros ansiosos padecen con tanta frecuencia de migrañas, tensión muscular, dolor de cuello y espalda y otras molestias que empiezan a creer que son normales. Suelen decir: “Vivo con el cuello tenso”, “es ese malestar que no me deja” o “lo raro es que no me pesara la cabeza”.
El dolor siempre es una señal de que algo está mal en nosotros; es nuestro cuerpo reclamando por ayuda.
4. Problemas gastrointestinales
Hay una relación directa entre nuestra mente y el sistema digestivo. Cuando estamos estresados, el estómago y los intestinos también se afectan. Entonces empezamos a experimentar malestares que van desde un simple dolor de estómago, acidez, reflujo o una indigestión, hasta procesos más serios como la gastritis, la colitis e incluso el síndrome del colon irritable (que tiene síntomas diversos como gases, cólicos, estreñimiento o diarrea). Todo esto se debe a que hay mucha
tensión en el cuerpo en general y en los intestinos en particular.
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En estos casos, los tratamientos y recomendaciones médicas para estas enfermedades parecen tener poco efecto y eso se debe a que son nuestra
mente y
sistema nervioso los que están ejerciendo una influencia negativa sobre nuestro sistema digestivo. Hay que decir que nuestro aparato gastrointestinal también se estresa, se pone ansioso, por lo que el verdadero alivio solo se logra cuando disminuimos la ansiedad.
5. Pensamientos recurrentes y dificultad para concentrarse
Uno de los síntomas más comunes de la ansiedad son los pensamientos recurrentes. Nos bombardeamos con pensamientos fatalistas muy intensos y difíciles de controlar y detener.
También se vuelve difícil concentrarse. Les ocurre mucho a los
estudiantes que están nerviosos por los exámenes que deben presentar. Sienten que por más que estudian, no logran asimilar los conocimientos. Cuesta mucho analizar y enfocar la
atención porque la mente está dispersa en ese mar de pensamientos repetitivos y negativos, que nos perjudican para desarrollar las
actividades cotidianas.
6. Adicciones
Las personas que beben alcohol en actividades sociales lo hacen
porque les provoca una sensación relajante. Sin embargo,
cuando lo hacen para intentar minimizar los efectos de la ansiedad corren el riesgo de convertirlo en una adicción. Cuando esto deja de dar resultado, pueden pasar al consumo de sustancias ilícitas en un intento por conseguir el mismo efecto.
7. arritmias y aceleración del ritmo cardiaco
Ciertamente, este síntoma no debe atribuirse únicamente a los episodios de ansiedad. En caso de sentir palpitaciones o taquicardia por cualquier motivo debemos acudir al especialista de inmediato.
Sin embargo,
los latidos intensos, acelerados o irregulares asociados a la ansiedad son producto de una reacción primitiva del organismo conocida como respuesta de huida y lucha, y no pone en peligro la vida. En la Prehistoria, el hombre debía defenderse de sus enemigos naturales y cuando era acechado por los animales, su cuerpo disparaba un chorro de adrenalina que lo preparaba para enfrentarlos o escapar.
En la actualidad, el aumento del miedo o un temor subyacente que vengamos sintiendo puede terminar desencadenando esta respuesta, aunque muchas veces no exista una situación amenazadora y concretar que la justifique. En este caso, estaríamos hablando de los episodios extremos de
ataques de pánico.
A partir de aquí, veremos síntomas de ansiedad más extremos, en los que la persona cree que se encuentra tan mal o en riesgo de morir que debe ir al médico no está ocurriendo.
Si estuviera frente a una amenaza real, el individuo consumiría la adrenalina liberada durante el enfrentamiento físico o al correr para escapar, pero muchas veces lo que hace es acostarse o sentarse, manteniendo ese exceso de adrenalina y empeorando la situación.
8. Falta de aire
La sensación de no poder respirar, hacerlo mal o inspirar de forma corta y rápida (conocida como hiperventilación, que trae exceso de oxígeno a los pulmones)
ocurre tanto en los episodios de pánico como cuando tenemos ansiedad. Incluso, el cerebro puede llegar a compensar esa falta de aire haciendo que bostecemos muy seguido.
9. Mareos y sudoración
Generalmente, cuando estamos muy tensos, molestos o preocupados por alguna situación, sudamos más de lo normal y sentimos que el piso se mueve como si estuviéramos en un tren o un barco, hasta creyendo que nos vamos a caer.
Cuando estas características se presentan durante un
ataque de pánico, simultáneamente con los problemas de respiración y las arritmias cardíacas, da la impresión de estar viviendo un infarto. Los exámenes médicos posteriores comprueban que esto no es verdad.
10. Debilidad en las piernas
La sensación de piernas falsas o falta de firmeza en ellas también es parte de la respuesta condicionada de huida y lucha. No existe ninguna situación de peligro, aunque la persona está llena de la adrenalina que necesita para correr o pelear. Si no lo hace, no puede volver a la normalidad y el cuerpo responde de esta manera.
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