Cómo Liberar (y Liberarte) a través del Perdón

Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.
LEWIS B. SMEDES

 

El significado del perdón

El perdón es una decisión consciente y voluntaria de abandonar el rencor hacia alguien que nos ha lastimado. Llegar a ese nivel de aceptación y renuncia es difícil por factores tanto personales como externos (el grado de daño infligido por el otro) y además implica un deseo de estar dispuestos a seguir adelante.

Por ello debería decirse que ser capaz de perdonar es un rasgo de la gente valiente.

El perdón trae provecho a quien lo da. Además de la recompensa emocional que significa la libertad interior alcanzada a través del perdón, también se obtienen beneficios tangibles para la salud. Cuando nos sentimos heridos, el organismo produce descargas de adrenalina y otras sustancias químicas que se liberan en situaciones estresantes. Cuando esto ocurre por mucho tiempo, repercute en la digestión, el sueño, el carácter y hasta en el funcionamiento de los órganos.

Así que perdonar actúa a favor de nuestro bienestar físico y emocional, expresándose en mejores niveles hormonales y respuesta al estrés, disminución del pulso y tensión cardíaca, entre otros.

George Vaillant, médico investigador de la Universidad de Harvard, coloca el perdón en un catálogo de ocho emociones positivas, junto al amor, la compasión, la alegría, la gratitud, la esperanza, la fe y la admiración. La característica común entre ellos es que nos vinculan con nuestro ser más profundo, así como con las demás personas. Además, su práctica nos ayuda a desarrollar experiencias de vida más satisfactorias.

Cuando amamos, somos agradecidos, nos compadecemos, estamos contentos, tenemos fe y esperanza, admiramos y perdonamos, estamos viviendo en el presente, sanando cualquier dolor que alguien o algo nos hubiera provocado y podemos evolucionar en el camino de nuestra propia realización.

El autor de Your Redefining Moments, Dennis Merritt, lo explica de una forma conmovedora: “El perdón es la práctica que abre la ventana y expone nuestras heridas a la luz”, entendiéndolo como una exposición sanadora del sufrimiento.

Dificultades para practicar el perdón

Sin embargo, revelar el dolor no es para nada fácil. Incluso si elegimos voluntariamente perdonar a alguien que nos ha herido, podemos seguir albergando una dosis de ira y resentimiento en nuestro corazón, considerando que fuimos nosotros y no el otro quien dio el paso hacia la solución y que por eso no llegaremos a recibir justicia.

Aun así, perdonar es posible. Se puede dejar ir el dolor, la decepción y los actos o palabras que nos agredieron. Existen formas para aprender a perdonar y con práctica y tiempo mejorar esa capacidad.

Entonces, ¿cómo renunciamos a la rabia y la frustración y perdonamos a quien nos ha lastimado, traicionado o decepcionado? ¿Qué se necesita para llegar a un perdón real y duradero, que nos sane por dentro?

Fred Luskin, autor del libro Forgive for Good, habla sobre los factores que complican el perdón. Posiblemente, antes de pensar en perdonar has pasado mucho tiempo contándote a ti mismo, y tal vez a otros, la forma en la que terminaste convertido en víctima. Con esas repeticiones, tu yo interior herido se aferra a la rabia para mantener vivo el dolor que prueba que se cometió una injusticia contra ti.

Luskin explica que debemos reformular esa historia de manera que pasemos de víctimas a sobrevivientes, y si es posible, a héroes en ese suceso.

 

Perdonar contra olvidar

Muchas personas confunden el perdón con el olvido, mientras que otros dicen “Puedo perdonar, mas no olvidar”. ¿Alguno tiene la razón? Tal vez no. Existe gran diferencia entre olvidar y perdonar.

Olvidar implica reconocer que el evento quedó en el pasado y decir que a partir de ahora todo está bien. Eso no es aceptable, en especial cuando no es un sentimiento que surge voluntariamente. Además, perdonar no significa reconciliarse con el agresor, mucho menos sentirse obligado a restablecer la relación con esa persona.

El perdón tampoco excluye el derecho de la víctima a ser compensada o recibir justicia. Dependiendo del grado de agresión, la persona puede perdonar a su agresor, pero al mismo tiempo exigir una disculpa privada, pública o solicitar un castigo justo por medio de la ley, según convenga.

Incluso se pueden tomar medidas drásticas de forma paralela al perdón, como cortar cualquier relación con esa persona, sacándola de nuestras vidas. Pero frente a esos casos extremos, en muchos otros solo se requiere mucha voluntad para cambiar.

 

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Como se describió al principio, perdonar consiste en tomar la decisión de dejar ir la ira de forma deliberada. Eso no significa olvidar el pasado y el sufrimiento que este causa, ni dejar de dar castigo a alguien que lo merezca; tampoco seguir en contacto con el agresor cuando este no ha reconocido el mal en sus actos.

El perdón requiere que nos evaluemos profundamente y repasemos en detalle nuestra historia con respecto a esa agresión u ofensa.

 

Trabajar en el perdón

El codirector de la Iniciativa sobre Salud, Religión y Espiritualidad de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, doctor Tyler VanderWeele, enseña que alguien puede prepararse para los actos más difíciles de perdonar con pequeñas situaciones de la vida diaria. Por ejemplo, si alguien lo insulta por haberlo tropezado en la calle, escoja no molestarse, sino aceptar la situación y disculparlo internamente.

VanderWelle explica que hay dos tipos de perdón. Está el decisional, que consiste en elegir a conciencia cambiar la mala voluntad y la molestia o dolor por la buena voluntad, dejando de tener sentimientos vengativos hacia el agresor.

El otro, el perdón emocional, toma más tiempo y es más difícil, ya que debes dejar de detenerte en lo malo que ocurrió y lograr alejarte de los sentimientos negativos que eso genera en ti. Para lograrlo, puedes valerte de las siguientes estrategias para aprender a perdonar:

 

  1. Evalúa cuál es la raíz de tu ira o rencor, y qué es lo que te mantiene unido a esa rabia. Para ello, debes pensar en la agresión con honestidad. No es un trabajo fácil pero sí necesario.
  2. Intenta ver tu relación con la agresión y el agresor de manera más empoderada, en vez de seguir en el rol de víctima. Por ejemplo, si tuviste una relación tóxica con un padre abusivo, y te alejaste de él, piénsalo desde la perspectiva de haber tenido la fortaleza para dejar esa mala situación y cómo has creado otras relaciones más sanas desde entonces. Así empezarás a verte como un sobreviviente y no como una víctima.
  3. Empieza a ejercitar la compasión y la empatía en todas las situaciones, incluso en aquellas que te resulten dolorosas. Muchas veces los ofensores provienen de un historial de abuso que los ha llevado a actuar así. Sin justificar sus actos negativos hacia ti, intenta ver en sus vidas y entender el sufrimiento que han padecido. Es más difícil sentir odio hacia alguien que merece algo de compasión.
  4. Crea nuevos vínculos con tu pasado de sufrimiento. Deja de relacionarte con la ofensa o agresión como lo has venido haciendo hasta el momento. Incluso puedes realizar algún ritual simbólico como escribir una carta de despedida, encender una vela con la que invites al amor a tu vida, o hasta hacer una celebración de inicio de tu nueva vida con algunos familiares y amigos.

 

El perdón y la religión

El perdón es un proceso tan necesario en la vida que muchas creencias tienen valiosas enseñanzas al respecto. En la fe cristiana, es un elemento básico encarnado en Jesucristo, quien murió para que los pecados de la humanidad fueran perdonados.

Uno de los aspectos más difíciles es perdonarse a uno mismo, tanto como cuando hemos sido agresores como cuando nos han agredido. En este caso, sentimos que la agresión ocurrió en parte porque lo permitimos de algún modo. Frente a eso hay que pensar que un co-conspirador es alguien que se ve involucrado en una experiencia, pero no significa que la consintió. Y si fuimos los agresores, además de pasar por el proceso de pedir disculpas al otro, también debemos perdonarnos.

Por ello, en los textos de la Biblia se menciona que Dios no tiene registros de los errores. Cuando nos arrepentimos sinceramente, nada puede evitar el perdón de Dios. Así es más fácil entender como un asesino de cristianos como Pablo de Tarso se convirtiera y nunca mirara atrás, hacia sus pecados. En lugar de vivir arrepentido o sentirse indigno por lo que hizo, aceptó que Dios lo había perdonado y usó esas experiencias de vida para dar testimonio y vivir en gratitud. Entonces, quien se perdona a sí mismo acepta que Dios lo ve como alguien nuevo.

Hay que reconocer que algunos sucesos lastiman de una manera realmente atroz, tanto que el dolor parece imperdonable. Sin embargo, para los cristianos, nadie está más molesto que Dios por cualquier abuso cometido, como un padre que mira sufrir a sus hijos. Cuando sentimos que nuestra ira es tan grande hacia nuestros ofensores que no encontramos consuelo, en el cristianismo se enseña a descansar el dolor y sufrimiento en el Creador, ya que él ha dicho: “Es mía la venganza; yo pagaré” (Romanos 12:19).

Confiar en el poder de la justicia divina, en especial cuando la humana no ha sido ejecutada, nos puede ayudar a encontrar paz interior. Por otro lado, no hay sufrimiento imposible de perdonar, pero si sientes que has llegado a tu límite, prueba a buscar refugio en tus creencias religiosas.

 

Conclusión

Debemos recordar en relación con el perdón que no podemos controlar los eventos ni a las personas, pero sí a nuestras propias decisiones. Podemos escoger alimentar nuestra ofensa, ira y dolor hacia algo y alguien que nos agredió, o podemos reformular nuestra historia, convirtiéndonos en sobrevivientes y hasta héroes, y desarrollando empatía y compasión hacia nuestro abusador.

El perdón celebra nuestra fortaleza después de una agresión. Hace renacer nuestra autoestima y nos ayuda a crecer en la paz, la compasión y el amor.

 

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