Estar enamorado no es un estado de ánimo, es un compromiso, incluso después de que tu humor cambie. Y no te das cuenta de eso en un mes.
Jay Shetty
Conferencista y escritor
Para quienes lean este texto, verán que no hace falta un nombre, porque mi historia es bastante común. Soy la chica que se enamora demasiado rápido. Esa que siempre tiene una pareja nueva y luce muy romántica en su compañía. Desde lejos, me tildan de “fácil”, irresponsable, promiscua y otros tantos adjetivos negativos. Pero si se permiten leer esta confesión, verán que mi vida romántica no difiere de la de cualquiera en aciertos y errores.
Incluso, puede que, leyendo esto, aprendan de mi experiencia.
Cuando conozco a alguien, bien sea en un bar, por Internet, a través de un grupo de amigos, en la Universidad, siempre tengo la misma impresión: “Esta persona sí parece ser la indicada”. Hay muchas señales que me indican que podré ser feliz a su lado.
Suelo tener esa creencia porque al principio me siento extraordinariamente bien en su compañía. Todo fluye: hay química, conectamos en intereses, la intimidad es buena, ¡muy buena!, pasamos el día chateando por teléfono cuando no quedamos de vernos; necesitamos estar juntos. Al menos así me parece…
Estoy tan segura de haber encontrado a mi alma gemela en cada nueva relación, que hasta me he mudado a su casa, o muevo tantas cosas para allá que es como si termináramos conviviendo. ¿Qué podría ir mal si me siento segura y contenta de haber encontrado a alguien que se lleva mis dudas, temores y me da esperanzas en el futuro?
Pero siempre me pasa esto: después de semanas o meses maravillosos de relación, ocurre algo que nunca, en verdad nunca, veo venir: se aburren de mí, descubro que me engañan o que su vida no es como me contaba y está en situaciones que no comparto. En ocasiones, he descubierto que mi pareja es violenta, o tiene problemas de adicción, tiene costumbres muy distintas a la mías o no puedo adaptarme a su círculo familiar y de amistades.
Entonces descubro que no era tan maravilloso y perfecto como yo creía…
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¿Por qué me ocurren estas cosas? ¿Por qué, a pesar de haber estado poco tiempo en una relación, siento que estoy con la persona correcta, pero un día me encuentro con que la realidad no era como yo la percibía?
Esto se debe a que generalmente, cuando uno se enamora demasiado rápido, se enamora del amor y no de la persona.
Sé que hay historias de amor eterno a primera vista. De esas personas mayores que narran cómo se casaron poco después de conocerse y ya llevan 50 años de «perfecta felicidad«. De seguro esa historia no ha sido tan idílica: el pasado no siempre fue como se recuerda, e incluso, aunque se trate de una relación sólida, lo más probable es que el amor se haya construido con el tiempo y pruebas difíciles que la mayoría no menciona.
El amor verdadero se construye en el tiempo. Es más fácil conocer los planes de una persona, que sus sueños, y es más probable oír sus palabras que lo que dice su corazón. Recuerda que, incluso con las mejores intenciones, guardamos las partes más oscuras de nosotros. Tarde o temprano, ellas van a salir a flote, y solo las experiencias que tengas con esa persona te dirán si vale la pena quedarse o irse cuando aparezcan sus aspectos negativos.
De mis (muchas) relaciones fallidas puedo concluir que la mayoría de las veces regalé mi confianza en vez de dar oportunidades a que esas personas se la ganaran con sus acciones y no con lo que me decían.
La sensación del enamoramiento es increíble. Claro, es una droga natural producida por nuestras hormonas. Hace que todo se sienta maravilloso y que no pueda ver aspectos negativos como los fallos, las llamadas de atención, las mentiras, todo lo que advierte que no voy por buen camino. El problema es que me he vuelto adicta a esa adrenalina que hace al amor ciego y aunque espero conseguir una relación duradera, solo termino saltando de una ilusión a otra.
Definitivamente, lo bueno tarda tiempo en crecer. No aprendemos a caminar ni a hablar de un día para otro, ni nos comemos una fruta madura de un árbol al día siguiente de plantar su semilla. Así son las relaciones: para descubrir si son sólidas, debemos regar, abonar e ir viendo cómo evoluciona.
Nunca dejes de buscar a alguien con quien compartir tu vida. El amor es maravilloso, pero como con todas las metas que nos proponemos, hay un trabajo de crecimiento interior, de saber lo que queremos y necesitamos para nuestra felicidad y, sobre todo, de aprender a identificar los valores en las personas a medida que intimamos con ellas.