Todas las creencias religiosas buscan inculcar valores en sus seguidores. En la mayoría de los casos, la palabra sagrada sirve de doctrina para indicar las reglas de conducta y actitudes adecuadas.
Otras veces instruyen a través del ejemplo que brindan sus figuras más relevantes. El comportamiento de estos personajes frente a situaciones clave se vuelve el modelo a seguir por los creyentes.
Uno de esos valores es la gratitud. Nos ayuda a convivir con la sociedad, además de enseñarnos a apreciar lo que tenemos y, en consecuencia, a sentirnos más satisfechos con la vida. Siendo agradecidos descubrimos que no es más feliz el que más tiene, sino que la felicidad consiste en reconocer y estimar nuestra realidad como es.
La gratitud es un modo de conseguir alegría. La gente agradecida suele ser también más optimista, con mejor salud general, es capaz de disfrutar los buenos momentos, su tolerancia a las dificultades es mayor y mantiene amistades importantes.
Precisamente, las creencias espirituales hablan de reconocer las bendiciones que lo Divino nos otorga a cada momento. No se trata de milagros sobrenaturales, sino de las maravillas que experimentamos por el simple hecho de estar en este plano. Para entrenarnos en reconocerlas y poder disfrutar de sus beneficios, el ejercicio de la gratitud debe ser constante. Las religiones educan para hacer de esta práctica una costumbre.
Cristianismo
Para practicar todos los aspectos de la gratitud, no basta sólo con decir “gracias”; hay que ser agradecidos. En muchos pasajes de la Biblia se aclara que alabar constantemente a Dios por sus favores es algo necesario y justo; por lo tanto, ser desagradecido es una injusticia que no se debe cometer.
Practicar el agradecimiento de este modo protege a los creyentes del Evangelio del egocentrismo. Ellos no piensan que deben todos sus logros a sí mismos, sino que reconocen la ayuda de los demás, pero sobre todo de Dios.
Se debe agradecer a las personas por los favores terrenales, sus actos de amabilidad, regalos y amor hacia el prójimo. Además, es un acto de humildad reconocer sus esfuerzos y demostrarles gratitud por ello.
Pero sobre todo, es importante agradecer a Dios por las bendiciones espirituales. A Él se le debe la vida temporal, pero todavía más la salvación en la vida eterna, a través del regalo que hizo al entregar en sacrificio a su propio Hijo.
Jesús es el modelo de todas las virtudes, incluida la gratitud al Padre. En el Nuevo Testamento se menciona que agradece a Dios durante la Última Cena. Esa fue la última ocasión en la que pudo reunirse con sus discípulos antes de ser apresado y llevado a la muerte. Él lo sabía y aún así agradece por todo lo que estaba ocurriendo en ese momento y lo que sucedería después:
«También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí». (Lucas 22: 19).
La gratitud moldea todos los aspectos de la vida cristiana. Es el reconocimiento de la generosidad de Dios que inspira a los fieles a moldear sus pensamientos y acciones. San Pablo escribió al respecto: «Cualquier cosa que hagas en palabra o en obra, hazlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre a través de Él». (Colosenses 3: 17).
El acto de rezar o realizar una oración, además de servir para pedir o suplicar, también puede servir como forma para expresar gratitud a Dios por las bendiciones que otorga.
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Protestantismo
El Día de Acción de Gracias se trata sobre religión, familia y gratitud. Este tiempo de oración y de dar gracias a Dios por la cosecha se remonta a la Reforma Protestante en Europa y continuó con el traslado de los seguidores de esta fe a los Estados Unidos.
La fecha establecida como el cuarto jueves de noviembre fue fijada hace menos de 100 años (en 1941 en EE. UU.), pero su significado es antiguo y poderoso.
En el año 1621, los colonos de Plymouth, luego de un invierno terrible, fueron auxiliados por los indígenas que se compadecieron de su situación, ofreciéndoles ayuda para el cultivo, la caza y la pesca durante la primavera siguiente. Entonces, en otoño del mismo año, los colonos ofrecieron, con los indígenas como invitados, un banquete de agradecimiento por la buena cosecha.
Judaísmo
Para establecer el origen etimológico del término gratitud se puede analizar la composición de sus partes. Proviene del vocablo latino gratitudo, formado por la raíz gratus, «agradable, reconocido o agradecido», y el sufijo –tudo, equivalente a «cualidad».
En consecuencia, la gratitud es la cualidad de una persona de reconocer. Para la religión judía, Dios quiere todo el bien para el pueblo de Israel, sin embargo, eso no significa que alguien deba sentir que «se merece» alguna cosa, de la vida, del universo o de la divinidad. La gente que tiene esa actitud de ser merecedores suele padecer sentimientos de ira y frustración.
Todo lo bueno que se recibe debe ser visto como un regalo. Entenderlo crea una conciencia de que la fuente de toda bondad proviene de Dios. La base de la relación del pueblo judío con Dios es esa. También consideran que incluso las cosas malas provienen de Dios, pero deben ser vistas finalmente como un regalo más.
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La gratitud y el agradecimiento manifiestan en los judíos la perfección de la fe: por ellos la persona ve todo el bien que Dios hace en ella, y no da nada por sentado o pensando que lo merezca, sino que le agradece a Él por cada aspecto de su vida, tanto bueno como malo.
Cuando ha llegado a agradecer por aquellas experiencias y situaciones difíciles, es una señal de que reconoce la supervisión divina que existe sobre él, y que tiene la fe absoluta de que todo es para su propio bien.
El Talmud enseña que cada día se despierta de la muerte, por lo que es una oportunidad más para disfrutar y aprovechar la vida. El Creador fue quien otorgó esa vida, por lo que los fieles deben acercarse permanentemente a Él y ocupar su día en servirlo.
Islamismo
La gratitud es una cualidad fundamental del Islamismo y se habla de ella de manera constante en el libro sagrado del Corán. En él se establece que las personas deben estar en todo momento agradecidas con Dios.
En consecuencia, el ser supremo los compensará con grandes placeres. La tradición islámica dice que los primeros llamados al Paraíso serán quienes hayan alabado al Creador en todas las circunstancias.
Entre las principales muestras de gratitud de los musulmanes está la de realizar cinco oraciones al día con el objetivo de dar gracias por la bondad que Alá tiene y manifiesta.
También durante el periodo del mes del Ramadán (noveno mes del calendario musulmán) los fieles realizan ayunos diarios para mostrar su gratitud a y estar en la mejor disposición para hacerlo.
El profeta Mahoma decía que el agradecimiento por la abundancia recibida es la mejor forma de asegurar que esta va a continuar para siempre. Vemos entonces que en la religión del Islam se asocia también la idea del agradecimiento con la abundancia.
Budismo
En el Budismo, el sentimiento de gratitud es clave para la elevación y expansión del estado de la vida. Esta relación es recíproca porque mientras más se expande la vida, el agradecimiento es mayor.
Al igual que otras religiones, los creyentes en la filosofía de Buda saben que las dificultades son una oportunidad para crecer y aprender, contribuyendo con el proceso de elevación anteriormente mencionado.
Honrar a los padres, los mentores y a la misma sociedad por educar a los fieles en la práctica de esta fe es indispensable por su contribución al desarrollo positivo del carácter. Estos tres grupos son los representantes fundamentales de la naturaleza compasiva del universo.
Hinduismo
En la religión politeísta del Hinduismo, Namaste es una palabra del Sánscrito que significa: «Lo divino en mí honra lo divino en ti». Una característica del significado espiritual de esta palabra radica en la creencia de que existe una esencia perfecta en cada persona.
Por lo tanto, al decir esta palabra se acompaña de una mudra o gesto sagrado donde se unen las manos en posición de rezo y se inclina el tronco ligeramente hacia adelante, para dar fe de la presencia de la esencia de Dios en uno mismo y en la otra persona. Esas esencias divinas se reconocen y se saludan.
Para poder practicar el Namaste, hay que comprender que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, que esa verdad es real con respecto a los otros y se actúa según ella.
Cuando se vive partiendo de esa conciencia Namaste, se honra, bendice, sirve y ama a los demás por reconocer en ellos la esencia perfecta. Llegar a este estado implica también tener humildad verdadera.
Ser humilde significa conocer los propios límites, admitir defectos, apreciar y disfrutar las cosas más sencillas, además de tener la mente abierta para enriquecernos con lo que los demás ofrecen y aportan. Quien es humilde es agradecido porque entiende el valor de todas las cosas.