Muchos dicen que no existe la mala suerte, sino las malas decisiones y la falta de ganas para lograr los objetivos. Según ellos, no hay fuerzas negativas externas actuando en contra; sólo planes perjudicados por una manera equivocada de actuar.
¿Será cierto? ¿Cómo aplica esto a esas historias de gente muy desafortunada, a la que parece perseguirla las adversidades sin que las busque ni mucho menos las desee?
Precisamente, están quienes sí creen que existe la mala suerte. Plantean y hasta ejemplifican con casos conocidos y experiencias propias que algunos sucesos desafortunados simplemente acontecen con más frecuencia en unos que en otros, y son atribuibles a algo misterioso que suelen denominar mala fortuna.
Las teorías más neutrales al respecto concilian las dos visiones al decir que sí hay un conjunto amplio de fuerzas, con diferentes orígenes, que se alternan y conjugan. Su presencia y confluencia en nuestra vida es lo que se define como mala o buena suerte.
Lo importante es identificar de dónde provienen esas energías y usarlas de forma favorable. Por eso surgió el refrán popular: «A la suerte hay que ayudarla».
La suerte y las energías
Todo lo que nos acontece a diario es en el fondo una batalla de energías, internas y externas. Llamemos energía o fuerzas desde aquello que se conoce popularmente como «mal de ojo» o animadversión que ataca el ánimo y posiblemente la salud, en especial de los niños; hasta el entusiasmo de un admirador, la envidia de un compañero de trabajo o el afecto desinteresado de una madre.
Cuando la energía de una persona es baja o de sentido negativo, las fuerzas más poderosas la absorben, sin importar si estas son buenas o malas. Por ejemplo, es difícil concebir que una madre tenga malas intenciones hacia sus hijos, pero cuando la energía de ellos es débil, la relación termina siendo tóxica.
La fuerza interior es la única que nos permite avanzar sin importar los obstáculos. Cuando tenemos poca energía, o es absorbida por otras, nos volvemos vulnerables. Y ahí es cuando disminuye la capacidad para enfrentar las experiencias difíciles de la vida (que en realidad atacan a todos por igual) y las empezamos a ver como «rachas de mala suerte».
La suerte del campeón
En oposición a lo anterior, tener la actitud apropiada, las energías encaminadas a enfrentarse a los hechos de la vida y absorber todo lo positivo que gira a nuestro alrededor son herramientas valiosas para que la mala fortuna se encuentre limitada en su actuar.
Nadie puede dominar la totalidad de eventos que ocurrirán en su vida, pero sí elegir cómo responder a ellos. No estás obligado a decir: «Esto no va a funcionar», aunque la realidad apunte en esa dirección. Siempre hay espacio para factores como la esperanza, el ánimo, la sorpresa y la actitud positiva.
Por eso es sabia la frase de Winston Churchill: «La actitud es una pequeña cosa que marca una gran diferencia».
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Los aficionados al fútbol hablan de la existencia de la «suerte del campeón» como un elemento que ayuda, mediante una actitud triunfante, a determinar el éxito de un equipo, es más, a lograr una «buena racha» de premios.
Más allá de los valores técnicos, el tiempo de práctica y de todas las cábalas, amuletos y fórmulas que cada bando tiene en cantidades similares, es la convicción del triunfo la que acrecienta la buena suerte.
Además, esa convicción es potenciada por las energías interrelacionadas en el grupo de jugadores. Lo mismo suele ocurrir con cada individuo cuando se propone cambiar la suerte a su favor.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿es la actitud positiva la que genera o atrae la buena fortuna?
El poder de la palabra y la ley de la atracción
Es indudable que algunas personas tienen más fuerza de carácter y de espíritu que otras. Algunas nacen con una actitud férrea, pero el resto también la puede desarrollar y utilizarla conscientemente a favor de su suerte y su participación en la sociedad.
Para empezar, hay que saber que así como creemos que otras personas pueden desarrollar malas energías hacia nosotros, voluntaria o involuntariamente, otras veces uno mismo, sin pensarlo, también decreta su propia mala suerte.
«En el principio fue el Verbo»: así lo atestiguan las principales religiones del mundo para explicar que la palabra tiene mucho poder. Sin embargo, las personas no están conscientes de ese poder, especialmente cuando hablan. Mediante la palabra van decretando hechos en su vida, sin saberlo.
No es raro escuchar a diario frases como estas: «Todo anda mal»; «Ahí vamos, luchando a duras penas»; «Este país no tiene arreglo»; «Eres incorregible»; «Esa comida me va a caer mal»; «No podía ser de otro modo», etc. Cada uno de nosotros suele repetir expresiones así frecuentemente, sin darnos cuenta de que son decretos negativos.
La mente asume el contenido de esas frases y las registra como realidades, asumiendo que no ocurre nada bueno, que el país ni las personas pueden mejorar, que se tiene una pobre salud. Así es el poder de la palabra: un poder creador, pero que al estar mal empleado trae consecuencias negativas.
Esas frases crean ideas que se instalan en la mente y debilitan las energías y la fuerza interior de la persona. Y a la llamada mala suerte pareciera gustarle esa debilidad. En la metafísica existe algo llamado la ley de la atracción que explica esta relación: todo busca su igual.
Según los decretos que establece la persona con sus pensamientos, palabra y actitud, así son las energías que atrae a su alrededor.
Cómo entrenar la suerte del campeón
Al individuo que sólo tiene ideas negativas, no parece ocurrirle nada bueno porque así lo siente, y en consecuencia va a decir que su suerte es mala.
Pero como la palabra tiene un poder creador, puede usarla para cambiar esos decretos negativos por positivos, y empezar a fijarlos en su mente y corazón, logrando cambiar su actitud y visión ante la vida.
Todos conocemos la frase «el dinero llama al dinero«. A la luz de la explicación anterior podríamos decir que una persona rica es afortunada, pero también que su actitud positiva, su suerte del campeón lo predispone a buscar nuevas oportunidades de negocios y estar atento a cambios económicos que puedan beneficiarlo.
Igualmente, si una persona va a una entrevista de trabajo pensando que está en desventaja con los otros postulados es difícil que tenga una actitud positiva ante el empleador y consiga el puesto. En cambio, si entra confiado en que tiene todo para ser elegido, será mucho más probable que lo logre en esa oportunidad o en otra que se presente.
Cada vez que nos encontremos pronunciando palabras o pensando de manera negativa, debemos negarnos a esas imágenes. No aceptarlas ni repetirlas. Este cambio de actitud comenzará a provocar mejoras en toda nuestra estructura energética. Y luego se podrá avanzar desde ideas como «Este país no tiene arreglo» a «En este país hay esperanza».
De este modo se llega a una posición de armonía que nos permitirá ser un emisor de energía positiva y por lo tanto un propiciador de la buena suerte. También eso formará una especie de escudo protector ante la negatividad del entorno. Recordemos que la mala suerte ataca donde más debilidad encuentra. Y se alejará de los buenos escudos energéticos.