El Poder de Escuchar con Atención

Escuchar detenidamente te hace especial, pues casi nadie lo hace.
ERNEST HEMINGWAY

 

¿En alguna oportunidad alguien te ha escuchado como si fueras la única persona en el mundo? ¿Lo notaste verdaderamente comprometido e interesado por cada una de las palabras que decías? Pero, más importante todavía, ¿has sido tú alguna vez la persona que escuchó de ese modo? ¿Cómo te sentiste en ambas ocasiones?

Las respuestas a esas preguntas resumen el poder de lo que significa escuchar con atención. Saber escuchar no es fácil y constituye, más que un valioso hábito social, una herramienta de comunicación transformadora y clave para desarrollar nuestras relaciones: te permite no solo darte la oportunidad de integrarte con el mensaje de tu interlocutor en muchos niveles, sino que también lo motivas a que se sienta reconocido y pueda hablar de manera más honesta y abierta.

Escuchar con atención exige un dominio de uno mismo e implica comprender e interesarse lo que el otro quiere decir.

 

Oír y escuchar

¿Recuerdas cuando estabas en la clase de algún profesor y no te interesaba la materia que impartía? Al estar dentro del salón lo oías, pero no lo escuchabas, es decir, tus conductos auditivos recibían el sonido que él emitía, pero no estabas dispuesto a interpretar esas palabras. Tu mente estaba en otra parte.

Oír y escuchar requieren dos actitudes distintas: cuando oímos, no prestamos atención profunda, solo percibimos los estímulos auditivos que se producen a nuestro alrededor, mientras que cuando escuchamos, nuestra atención está dirigida a captar e interpretar un sonido específico, y los demás sentidos contribuyen a lograr ese proceso.

Así, las personas que saben escuchar son capaces de acompañar al otro en parte de su viaje por la vida.

 

“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”

Esta frase pertenece al compositor Ludwig van Beethoven. Él conocía más que muchos la dimensión poderosa del silencio, por haber empezado a quedarse sordo hacia los 30 años y haber concebido sus más grandes creaciones a partir de entonces.

El escritor y orador J. Krishnamurti también le daba un gran valor en la conversación al decir que “escuchar es un acto de silencio”.

Parte importante del diálogo es tener una actitud silenciosa. Si no acallamos nuestro diálogo interno, lo que vamos construyendo mentalmente mientras el otro habla, no aprenderemos a escuchar. El silencio invita al otro a seguir hablando y va enriqueciendo el mensaje que luego podremos ofrecer.

Además, con el silencio evitamos apoderarnos de las declaraciones del otro para terminar hablando de nosotros. Cuántas veces nos hemos visto tentados, cuando alguien nos confía sus sufrimientos y ansiedad, a decir: “Te entiendo. Me ha pasado lo mismo” o “Sé mejor que nadie a lo que te refieres”. Aunque la intención sea reconfortar, en el fondo no buscamos saber qué siente la otra persona, sino decir cómo creemos nosotros que se siente, liberar nuestra propia experiencia sobre la situación o simplemente desviar un tema que se ha vuelto difícil.

Escuchar con atención, sabiendo guardar silencio, es abrir una puerta hacia el interior del otro. Es como decirle: “No diré frases que no te ayudan, y aunque no puedo resolver tu problema, voy a estar aquí, a tu lado, simplemente ayudándote a liberar mediante mi escucha silenciosa y atenta”.

Sin embargo, el silencio absoluto en una conversación no es la única forma de escuchar atentamente. Por ejemplo, existen ocasiones en las que es necesario interrumpir al interlocutor porque necesitamos que nos aclaren algo mal entendido. Si no comprendemos parte de la exposición del problema que plantea un amigo, no es irrespetuoso interrumpirlo para pedirle que nos explique esta parte, todo lo contrario. Lo erróneo sería dejarlo hablar hasta el final para plantear nuestras dudas, porque más bien estaríamos dando la impresión de haber sido poco atentos.

También es importante saber qué tipo de escucha requiere nuestro emisor.

 

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Niveles de escucha

Los oyentes podemos comprender a nuestro emisor en los siguientes niveles:

  • Escucha activa: No solo consiste en escuchar al otro, sino en hacerle caso y comprenderlo.
  • Escucha espejo: Es la que permite al que habla liberarse de la tristeza o el miedo que padece.
  • Escucha resonancia: Radica en llevar al otro a profundizar en sus declaraciones, siempre siendo positivo sobre los temas abordados y sus posibles soluciones, pero tratando de no enjuiciar sus declaraciones.

Una vez comprendidos estos niveles, podemos aprender a ser mejores oyentes y a analizar nuevos aspectos que antes no considerábamos importantes.

 

 

Principios básicos para escuchar con atención

Jan Hargrave es un experto en lenguaje corporal y un orador de la Academia de Liderazgo de Tony Robbins. Él nos enseña que, así como el silencio es una forma no verbal que contribuye a escuchar con atención, también existen otros principios que ayudan a interactuar y comunicarse efectivamente con los demás. Estos son:

El contacto con los ojos

Muchas personas que necesitan ser oídas, también requieren ser vistas. El contacto visual le demuestra a tu interlocutor que estás comprometido e interesado con lo que dice. Pero tampoco hay que mantener la mirada fija, porque puede causar incomodidad. Una buena pauta a seguir es la regla 80/20, consistente en tener los ojos 80% del tiempo en el emisor, y destinar un 20% del tiempo a moverlos mientras reflexionas en lo que vas a decir.

La presencia

La mente va más rápido en su nivel de comprensión que la cantidad de palabras que una persona puede decir por minuto. Esto contribuye a que el cerebro se distraiga durante una conversación. Debes evitar estos alejamientos para poder absorber completamente lo que el otro dice, y así poderlo hacer sentir apreciado y comprendido.

La retroalimentación no verbal

Hablar con alguien que no da señales no verbales se siente como hablar con una pared. Puede parecer trivial, pero asentir de a ratos con la cabeza, sonreír o hacer algún gesto es señal de interés y comprensión en la conversación. Si no eres muy expresivo, toma conciencia de esta necesidad para aprender a ser un buen oyente.

La conexión

Físicamente, mostrar una cercanía respetuosa al oyente, y no ponerse en posturas de rechazo como el cruce de brazos frente al pecho, crea un espacio seguro y acogedor para que la otra persona hable abiertamente.

Finalmente, recuerda que, al hablar, la persona que necesita ser escuchada aprende a convertir sus problemas en palabras. Interrumpir o alterar ese proceso puede ser contraproducente. Así que si has sido solicitado para esta comunicación, escucha y ayúdalo a evolucionar.

 

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