¿No Crees en el Autocuidado? Conoce estas (Anti) Sugerencias

La palabra autocuidado dice mucho y poco a la vez en español. Literalmente significa “atenderse a sí mismo”, pero esa explicación nada aclara sobre sus orígenes o significado médico.

Este concepto fue introducido en 1969 por la enfermera y autora norteamericana Dorothea E. Orem para referirse a las actividades recomendadas a los individuos como complemento para sus tratamientos de salud corporal o mental, así como todas las acciones que estos realizan en beneficio de su vida, estado físico o sensación de bienestar.

Con los años, el término autocuidado se convirtió en una bandera de diversas corrientes sociales, y hasta políticas, en manos de los defensores de los derechos civiles, que lo tomaron como una opción de empoderamiento contra los sistemas de medicina paga. Las corrientes feministas lo consideraron como un conocimiento inherente a la mujer, demostrado en su capacidad de cuidar tanto de ella misma como de su núcleo familiar. Recientemente, la industria de promoción de la salud lo fomenta como parte importante de su negocio. Por ejemplo, las redes sociales lo han convertido en hashtags o etiquetas con las que dan recomendaciones (a veces demasiado) generales sobre cómo estar mejor.

El autocuidado no puede desvincularse del contexto en el que vivimos, ya que este afecta nuestra sanidad psicológica y física. Entonces, ¿cómo podemos relacionar la atención a nosotros mismos con nuestros hábitos y cotidianidad?

El ritmo de vida a nivel mundial parece estar cada vez más agitado. La tecnología avanza más rápido, las películas tienen mayor acción, los textos son más breves, los niños maduran antes y es fácil ver cómo termina cada semana, mes y año. El investigador de la NASA, Richard Gross, utilizó un complejo cálculo científico para demostrar que los terremotos que sacudieron a Chile y Japón en los años 2010 y 2011 pudieron haber acortado en microsegundos la duración de los días terrestres. A su teoría se suman otras investigaciones que aseguran que el tiempo viene reduciéndose desde los años 80 del siglo XX.

Para poder ser individuos socialmente adaptados a este cambio debemos imitar esa rapidez en nuestras vidas. Lo intentamos priorizando las actividades consideradas urgentes o ineludibles, es decir, cumplimos solo con las que, en caso de no realizarlas, traerían consecuencias graves como perder el trabajo, pasar hambre, ser expulsados de la escuela o salir a la calle con un aspecto vergonzoso.

Las personas que se resisten a vivir con esta presión terminan teniendo conflictos por preferir vivir a su ritmo: son sancionados en sus trabajos, lugares de estudio o comunidad por no cumplir con las obligaciones comunes, son o tildados de incapaces, problemáticos, flojos o esquivos.

Por eso, muchos de nosotros hacemos lo contrario: renunciamos a ciertas necesidades personales con la creencia de que podremos atenderlas después, no son tan importantes, nadie nos castigará por no llevarlas a cabo o porque no son urgentes para los demás. Bajo esa óptica, en realidad estamos renunciando a nosotros mismos: nuestros intereses, objetivos, gustos y ritmos internos. Todos ellos son puestos de lado para que la rueda siga girando. Además, la sociedad nos ha enseñado que darnos prioridad por encima de algo o alguien es egoísta: debemos cuidar de los seres queridos, hacer bien el trabajo que entregamos a otros (clientes o empleadores), ocupar el tiempo libre en actividades altruistas, obtener las mejores notas aunque sacrifiquemos nuestro sueño…

En conclusión, la sociedad actual está estructurada para que las metas sean más importantes que los sujetos, quienes ocupan un lugar secundario o descartable. Frente a este modo de ver la vida, la medicina estableció esta noción de autocuidado o selfcare.

Sin embargo, el intento de acercar las nociones de salud a la población mediante “listas” de cosas personales y positivas para hacer ha trivializado las recomendaciones sobre el verdadero cuidado de sí mismo. Estas no deben limitarse a encontrar tiempo para uno, tener hábitos saludables de sueño, comida y ejercicios (aunque sean necesarios y comunes a la vida sana de todos, como veremos en breve).

Por otro lado, muchas personas que se encuentran afectadas psicológicamente o en fuertes crisis personales o financieras pueden encontrar inútiles algunas sugerencias. Un baño prolongado por la noche, una tarde de spa o “ir a hacer algo lindo para ti mismo” no es posible cuando sus casas o sus propias emociones son un caos total. Visto así, el cuidado de sí mismo corre el riesgo de parecer mundano, ingenuo, aburrido o ineficaz.

Resulta que el autocuidado puede ser básico, pero a la vez resulta complejo. Hay que extraer el mensaje real de este concepto, porque si bien es cierto que no cuidar de sí mismo es el origen de muchos problemas de salud mental y física, y hasta de la infelicidad, también podemos encontrar en él una solución.

 

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El autocuidado básico se trata de las recomendaciones comunes a todos. En el aspecto físico, dormir lo suficiente para un buen descanso, atender el aseo personal, la buena alimentación y llevar una rutina con suficiente actividad corporal constituye el mínimo de atención que debemos prestarnos para garantizar nuestra calidad de vida. Podemos sumar, en la medida de nuestros intereses, otros hábitos más específicos como bailar, nadar, relajarnos de distintas formas, cuidar del espacio donde vivimos, hacer períodos de dietas veganas o ejercicios de respiración, junto a muchos más que podemos encontrar sugeridos en las redes sociales.

En cuanto al autocuidado mental y emocional, hay que ser más cuidadosos con los consejos que encontramos en los medios. Usualmente indican llevar listas de cosas por las cuales estar agradecidos (para revelar lo bueno que ya tenemos), escribir un diario personal que invite a la reflexión, reunirse con amigos y familiares con frecuencia para estrechar lazos afectivos, tener una actividad placentera diaria que nos reconecte con nosotros, hacer meditación o yoga o escuchar una selección de música para recuperar el ánimo. ¿Nos convienen a todos estas recomendaciones? ¿Son suficientes para ayudarnos a avanzar en el camino del autocuidado? Para algunos, sí, pero no para todos.

El proceso del autocuidado real se inicia con la toma de conciencia del estado actual y de cuáles son nuestras necesidades. Requerimos del pensamiento racional para evaluarnos y poder establecer, solos o con ayuda especializada, los pasos a seguir. La doctora Hamira Riaz, psicóloga clínica, explica que “se trata de ser más hábil a la hora de discernir entre las situaciones y relaciones que te sirven y las que no, para que puedas hacer mejores elecciones sobre en qué y quién inviertes tu tiempo”.

El autocuidado debe ser algo que planeamos conscientemente, en lugar de algo que simplemente sucede. Debemos decidir activamente iniciarnos en este camino del cuidado de nosotros mismos en todas las áreas. Si no lo practicamos pensando que escogemos hacer algo para nuestro beneficio, no funcionará. Con el tiempo encontraremos nuestro propio ritmo y rutina y sabremos qué es lo que nos ayuda a estar mejor. Estemos conscientes de lo que hacemos, por qué lo hacemos, cómo nos sentimos y cuáles son los resultados.

Iniciemos un camino de autoexploración y autoconocimiento para saber qué actividades nos ayudarán a mantener nuestra psiquis y emociones sanas. Para algunos, escribir o tocar un instrumento resulta reconfortante, mientras que otros preferirán acampar al aire libre un fin de semana, jugar con su mascota, hacer manualidades o conversar con un amigo. Las opciones de actividades para el enriquecimiento espiritual, emocional y la salud mental pueden ser tan variadas como personas hay en el mundo. Lo importante es conocerse a profundidad y saber qué es lo que nos hace verdaderamente felices.

Algunas personas pueden hacer este camino de autodescubrimiento por sí mismos. Sentarse a reflexionar sobre lo que nos produce alegría, convertir esos pensamientos en una lista personal de autocuidado para días malos y volverlos parte de la rutina semanal es mejor que copiar una lista de ideas tomadas de Internet.

Otras personas necesitarán la ayuda de un experto de la salud mental para conocerse mejor a sí mismas, en especial si están pasando por un momento de depresión o ansiedad. Si este es tu caso y consideras que no estás cumpliendo con el cuidado de ti mismo, coméntaselo a tu médico y pídele su asistencia profesional.

Hacer de la idea del autocuidado un hábito en tu vida y evitar a toda costa que sea desplazada por las urgencias y amenazas de castigo del mundo exterior es una prioridad personal. Partir de la atención al sueño, la alimentación y el ejercicio para extenderse posteriormente hacia retos de limpieza mental que se adapten a tus procesos internos y lograr que formen parte de tu vida en vez de ser excepciones, te llevarán a lograr el verdadero autocuidado en materia de salud.

Una recomendación final universal para cuidarse a sí mismo frente a las presiones del mundo es a aprender a decir “no”, con conciencia plena de las cosas que sabes que no te gustan o no quieres hacer. Así como mencionamos en líneas anteriores que la sociedad ha tildado de actitud egoísta la prioridad a nosotros mismos, también nos ha convencido de que siempre debemos estar dispuestos a atender las peticiones y cualquier propuesta de los demás, independientemente de si nos importan o no.

Seleccionar qué nos interesa hacer en la vida en vez de cumplir con las actividades según la urgencia que otros nos definan es otro modo de contribuir con nuestro autocuidado.

 

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