🔴 Louise Hay: Escribe ESTO 7 Veces y el Universo lo Manifestará

Louise Hay: Escribe ESTO 7 Veces y el Universo lo Manifestará

Descubre Cómo Escribir ESTO 7 veces y el universo lo Manifestará. Louise Hay.

¿Qué palabras debes usar para mejorar tu vida?

Louise Hay nos enseña el extraordinario poder que tienen las palabras para moldear nuestras vidas, y cómo podemos generar cambios importantes cambiando nuestro vocabulario y la forma en que hablamos.

LOUISE HAY: Te mostraré una forma maravillosa de organizar tu mente, de comprender de qué se trata la vida y de aprender cómo puedes usar tu propia mente para cambiar tu vida.

Cuando comencé a hacer este trabajo, hace ya varias décadas, no tenía idea de que podría brindar esperanza y ayuda a tantas personas como he hecho.

Aquí te presento una de las herramientas que me han permitido comprender y ayudar a tantos otros. Hablemos del poder de las palabras que pronuncias.

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Mi primera recomendación es que cada día declares en silencio lo que quieres en la vida, como si ya lo tuvieras.

Así como existe la ley de gravedad y otras leyes que rigen el mundo físico, también existen leyes espirituales, como la ley de causa y efecto, que establece que todo lo que das vuelve a ti.

Otra ley espiritual es la ley de la mente. No sé cómo funciona esta ley, del mismo modo en que no sé cómo funciona la electricidad, solo sé que cuando activo el interruptor se enciende la luz.

Pues bien, creo que cuando tenemos un pensamiento o cuando pronunciamos una palabra o una frase, de algún modo la idea se transmite desde nosotros a una ley de la mente, y regresa a nosotros en la forma de una experiencia.

Estamos comenzando a aprender acerca de la correlación existente entre lo mental y lo físico y a comprender cómo funciona la mente. Ahora sabemos que nuestros pensamientos son creativos.

Pero ¿cómo controlarlos? Nuestros pensamientos pasan por nuestra mente con mucha rapidez, por lo que es difícil darles forma de antemano.

Por otra parte, el habla es más lenta, de modo que si podemos editar nuestro discurso, escuchando lo que decimos, y evitando pronunciar cosas negativas, podemos comenzar a moldear y a controlar nuestros pensamientos.

Hay un enorme poder en las palabras que decimos, pero muchos de nosotros no estamos conscientes de lo importantes que son.

Hemos de considerar las palabras como el fundamento de lo que creamos en nuestras vidas de manera continua. Usamos palabras todo el tiempo, sin embargo, cuando parloteamos rara vez pensamos acerca de lo que en verdad estamos diciendo y en cómo lo estamos diciendo.

La verdad es que les prestamos muy poca atención a las palabras que seleccionamos. De hecho, la mayoría de nosotros habla con negaciones.

Cuando somos niños nos enseñaron a seleccionar las palabras de acuerdo con las reglas de la gramática. Sin embargo, siempre me ha parecido que las reglas gramaticales cambian todo el tiempo y no toman en cuenta el significado de las palabras y cómo afectan nuestras vidas.

Por otra parte, en la escuela no me enseñaron que las palabras que elijo emplear tendrían algo que ver con las experiencias de mi vida. Nadie me enseñó que mis pensamientos tenían el poder de crear y que, de manera literal, podían modelar mi vida.

Tampoco me enseñaron que las palabras que expreso volverán a mí como experiencias.

El propósito de esta regla de oro es mostrarnos una ley de vida muy básica: lo que hagamos a otros nos lo harán a nosotros. Es decir; lo que das se devuelve hacia ti.

Ten en cuenta que la idea nunca fue generar culpa, pero nadie me enseñó que yo era una persona digna de amor o merecedora de todo lo bueno ni que la vida estaba aquí para apoyarme.

Recuerdo que cuando éramos niños con frecuencia nos poníamos sobrenombres crueles e hirientes, y tratábamos de degradarnos unos a otros. ¿Por qué hacíamos eso? ¿Dónde aprendimos ese comportamiento?

Pues resulta que a muchos de nosotros nuestros padres o nuestros maestros nos dijeron con frecuencia que éramos estúpidos, tontos o perezosos, que éramos una molestia y que no éramos lo bastante buenos. Algunas veces incluso oímos a nuestros padres decir que deseaban que jamás hubiéramos nacido.

Tal vez sentimos vergüenza al escuchar esas palabras, pero no comprendimos la manera tan profunda en la que esa herida y ese dolor se insertarían en nuestro ser.

 

Cambiando nuestro discurso interior

Con demasiada frecuencia aceptamos los primeros mensajes que nos transmitieron nuestros padres, como: “Come tus vegetales”, “Limpia tu habitación”, “Tiende tu cama”…

Sentíamos que debíamos obedecer para ser amados, que solo éramos aceptables si hacíamos ciertas cosas. De manera que la aceptación y el amor estaban condicionados.

Sin embargo, eso era tan solo la idea que alguien tenía acerca de lo que era valioso, y no tiene nada que ver con la autoestima en lo profundo de tu ser.

Albergaste la idea de que solo podías ser si hacías todas esas cosas para agradar a otros; de lo contrario, ni siquiera tenías permiso para existir.

Estos mensajes tempranos contribuyen a lo que yo llamo nuestro “diálogo interior”, la manera en la que nos hablamos a nosotros mismos.

Esta manera de hablarnos es muy importante, porque se transforma en la base de las palabras que pronunciamos. Esto establece la atmósfera mental en la que operamos, y que atrae las experiencias que vivimos.

Si nos degradamos a nosotros mismos, la vida va a significar muy poco para nosotros. Por el contrario, si nos amamos y nos apreciamos, la vida puede ser un regalo maravilloso y lleno de dicha.

Si nuestras vidas son infelices o si nos sentimos insatisfechos, es muy fácil culpar a nuestros padres o a otros, diciendo que todo es por su culpa. Sin embargo, si lo hacemos, nos quedaremos atrapados en nuestras condiciones, problemas y frustraciones.

Las palabras de culpa no nos brindarán la libertad. Recuerda que hay poder en nuestras palabras. Además, nuestro poder proviene de asumir la responsabilidad por nuestras propias vidas.

Sé que sentirnos responsables de nuestras vidas resulta atemorizante, pero en realidad lo somos, tanto si lo aceptamos como si no.

Si queremos asumir la responsabilidad por nuestras vidas, tenemos que hacernos responsables por lo que decimos. Las palabras y las frases que pronunciamos son tan solo extensiones de nuestros pensamientos.

Comienza a prestarle atención a todo lo que dices. Si te escuchas profiriendo expresiones negativas o limitantes, cámbialas.

Cuando escucho una historia negativa, no me dedico a repetírsela a todo el mundo, pues pienso que ya ha llegado lo bastante lejos, y la dejo ir.

En cambio, si escucho una historia positiva, se la cuento a todas la gente que puedo.

Cuando estés con otras personas, presta atención a lo que dicen y a cómo lo dicen. Además, observa si puedes conectar lo que dicen con lo que experimentan en sus vidas.

Muchas personas viven sus vidas usando la palabra “debería”. Mis oídos están muy sintonizados con esa palabra. Cada vez que la escucho, siento como si sonara una campana.

Con frecuencia he escuchado a personas decir “debería” docenas de veces en un mismo párrafo. Estas mismas personas se preguntan por qué sus vidas son tan rígidas o por qué no pueden salir de una situación determinada.

Desean ejercer control sobre cosas que no pueden controlar, o se culpan a sí mismos o a alguien más, y luego se preguntan por qué no están viviendo en libertad.

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También podemos remover de nuestro vocabulario y de nuestros pensamientos la expresión “tengo que…”. Cuando lo hagamos eliminaremos una gran parte de la presión que nos imponemos a nosotros mismos.

Decir cosas como: “Tengo que ir al trabajo” o “Tengo que hacer esto o lo otro”, crea una presión tremenda. En lugar de eso, puedes comenzar a usar el término: “Elijo”. Por ejemplo, “Elijo ir al trabajo, porque me permite cubrir mis gastos”.

Esto coloca los diferentes aspectos de tu vida en una perspectiva por completo diferente. Elegimos hacer todo lo que hacemos, aún cuando no lo parezca.

También muchos de nosotros usamos la palabra “pero”. Declaramos algo y luego decimos “pero”, lo que nos lleva en dos direcciones diferentes y nos transmite mensajes conflictivos.

La próxima vez que hables, presta atención a tu manera de usar esta palabra.

Otra expresión de la que es conveniente tomar conciencia es: “No te olvides…”. Estamos muy acostumbrados a decir: “No te olvides de esto o de aquello…” y lo que pasa es que se olvida. Lo que queremos hacer es recordar, pero hablamos de olvidarnos.

De manera que podríamos comenzar la frase diciendo: “Por favor recuerda”, en lugar de usar: “No te olvides”, o también puedes decir: “Siempre recordaré”, en lugar de: “Nunca olvidaré”.

También es importante que observes si cuando despiertas en la mañana lanzas imprecaciones porque tienes que ir al trabajo, te quejas del clima, gruñes por tu espalda o te quejas de un dolor de cabeza.

¿Cuál es la segunda o tercera cosa de dices o piensas? ¿Les gritas a los niños para que se levanten? La  mayoría de las personas dicen más o menos lo mismo cada mañana.

Pero te has preguntado cómo lo que dices afecta el inicio de tu día. ¿Dices algo positivo, estimulante y maravilloso? ¿O te quejas y despotricas de todo?

Si refunfuñas, te quejas y protestas, te estás preparando para un día que te haga reaccionar de la misma manera.

Del mismo modo, ¿cuáles son tus pensamientos justo antes de dormirte? ¿Son pensamientos poderosos y sanadores o pensamientos de preocupación y pobreza?

Cuando hablo de pensamientos de pobreza, no me refiero solo sobre los relacionados con la falta de dinero. Puede tratarse de una forma negativa de pensar cualquier aspecto de tu vida que no está fluyendo con libertad.

¿Te preocupas por el mañana?

Con frecuencia leo algo positivo antes de dormirme. Estoy conciente de que mientras duermo estoy haciendo una gran limpieza mental que me preparará para el nuevo día.

He encontrado muy útil entregar a mis sueños cualquier problema o pregunta que pueda tener. Sé que mis sueños me ayudarán a ocuparme de lo que sea que esté pasando en mi vida.

Soy la única persona que puede pensar en mi mente, al igual que tú eres la única persona que puede pensar en tu mente. Nadie puede forzarnos a pensar de una manera diferente. Elegimos nuestros pensamientos y estos son la base de nuestro diálogo interior.

A medida que fui experimentando el funcionamiento de este proceso, con más intensidad en mi propia vida, comencé a vivir más de lo que estaba enseñando a otros.

En verdad observo mis palabras y mis pensamientos, y de manera continua me perdono a mí misma por no ser perfecta. Me permito ser yo misma, en lugar de ser una superpersona, que solo intenta ser aceptable a los ojos de otros.

Cuando por primera vez comencé a confiar en la vida y a verla como un espacio amigable, me iluminé. Mi humor se volvió menos mordaz y en verdad divertido. Trabajé para liberar las críticas y los juicios a mí misma y a otras personas y dejé de contar historias desastrosas.

Es asombroso lo rápidos que somos para propagar las malas noticias. Dejé de leer los diarios y renuncié a las noticias de las once de la noche, porque todos los reportajes se referían a desastres y violencia, y había muy pocas buenas noticias.

Comprendí que la mayoría de las personas no quieren escuchar buenas noticias, sino que les encanta escuchar malas noticias para tener algo de qué quejarse.

Demasiadas personas reciclan una y otra vez las historias negativas, hasta llegar a creer que solo existe el mal en el mundo. Durante un tiempo hubo una emisora que solo transmitía buenas noticias, pero no se mantuvo en el negocio. 

Cuando tuve cáncer decidí dejar de cotillear, y para mi sorpresa descubrí  que no tenía nada que decirles a las otras personas. Tomé conciencia de que cada vez que me encontraba con un amigo, de inmediato compartía los últimos chismes.

Con el tiempo descubrí que había otras maneras de conversar, aunque no fue fácil romper este habito. Ahora sé que si yo hablaba de otras personas, es probable que otras personas hablaran de mí. Porque todo lo que damos se devuelve a nosotros.

A medida que fui trabajando cada vez más con personas, comencé a escuchar en verdad lo que decían, prestándoles atención a las palabras que usaban, no solo al sentido general de lo que expresaban.

Lo usual es que después de diez minutos con nuevos clientes puedo decirles con exactitud a qué se debe su problema, porque he podido escuchar las palabras que están usando y puedo entenderlos por la manera en la que hablan.

Sé que sus palabras contribuyen a su problema. Si hablan de manera negativa, imagina cómo será su diálogo interior. Tiene que ser más de la misma programación negativa. Es lo que yo llamo pensamientos de pobreza.

Así de poderosas son nuestras palabras, por eso te recomiendo que prestes atención a todo lo que dices y piensas.

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Louise Hay: Escribe ESTO 7 Veces y el Universo lo Manifestará

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