El Secreto Japonés Para Una Vida Larga, Plena y Feliz

Ikigai: el secreto japonés de una vida feliz

En algún momento de la vida adulta, la mayoría de las personas entra en conflicto sobre el sentido de la vida o al menos entiende que necesita saber cuál es su motivación para estar en este mundo. Algunos afortunados encuentran esta razón durante su juventud, otros llevan vidas donde algo externo a ellos los define, bien sea un trabajo, una persona o una situación, y convertirse en eso los satisface plenamente.

El profesor de Antropología de la Universidad de Hong Kong y autor del libro Qué hace que valga la pena vivir la vida. Cómo los japoneses y los norteamericanos le dan sentido a sus mundos, Gordon Matthews, es experto en un interesante concepto oriental llamado ikigai, una palabra sin traducción al español pero cuyas características les permiten a los occidentales entender mejor las razones que justifican la existencia y que en cierto modo conducen a la felicidad.

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Preguntas del tipo: ¿qué te agrada hacer?, ¿para qué tienes facilidad?, ¿cómo puedes contribuir con el mundo? y ¿por qué podrían pagarte? cubren cuatro áreas de la realidad que cuando se unen aparentemente ayudan a las personas de este hemisferio a encontrar el motivo de sus vidas. Pero al profundizar en este tema, se verá que no es tan fácil alcanzar ese ideal: si coinciden el interés, la profesión y aquello para lo que alguien es bueno, el individuo estará satisfecho, pero experimentará que su vida es un sinsentido. En cambio, estará pleno si algo le gusta y con ello puede ayudar a los demás, aunque eso no le dará ganancias materiales. También encontrará emoción si puede ayudar a la comunidad con algo para lo que es talentoso, pero con eso no tendrá la certeza de cuál es su objetivo vital. Y ni qué decir si le pagan por algo que le gusta y para lo que tiene vocación, porque tendrá comodidad, pero estará vacío. Entonces, aunque varias de estas cualidades coincidan, todavía no tendrá la totalidad de su ikigai.

Para los japoneses, el ikigai no está relacionado directamente con los ingresos, y muchas veces tampoco con las habilidades ni es tan sencillo como decir que alguien ha alcanzado su ikigai cuando hace solamente lo que le gusta, por diversión o profesión. El trabajo puede darle valor a la vida, pero no debe limitarse a ello. En Japón, hay mucha gente que muere por exceso de trabajo (un fenómeno llamado karoshi), algo que se debe al alto sentido de responsabilidad del pueblo japonés hacia sí mismo y hacia la comunidad. Por el contrario, se ha relacionado el ikigai con personas extraordinariamente longevas (que también son comunes en este país).

Sin embargo, Dan Buettner, autor del libro Zonas Azules: lecciones para vivir más tiempo de la gente que ha vivido el mayor tiempo, nos recomienda a todos hacer listas de las cosas que nos gusta hacer, otra de las cosas para las que somos buenos y una con los valores esenciales. En la intersección de esos elementos van apareciendo sentimientos de felicidad y satisfacción que sí se vinculan con el concepto oriental.

En Occidente, aquellos que desempeñan trabajos creativos o altruistas parecen estar más cercanos al ikigai. Por ejemplo, un compositor puede sentirse realizado cuando los oyentes corean y bailan sus canciones o las repiten en la calle y un escritor estará feliz imaginando las escenas de su próxima obra de ficción. Los trabajadores sociales pueden pasar mucho tiempo enfocados intensamente en rescatar a una persona de la calle, mientras que un empleado de una fundación buscará los recursos para la beca de un estudiante talentoso, en especial cuando conoce personalmente al alumno y su historia de vida.

Habría que incluir entre el grupo de occidentales con un profundo sentido de ikigai a las madres, pues ellas encuentran satisfacción plena en el desarrollo de sus hijos. Precisamente, Gordon Matthews comenta que el ikigai tiende a fusionarse con las ideas de ittaiken (“un sentido de unidad o compromiso con un grupo o un papel” dentro de la comunidad en el caso de las progenitoras, con sus descendientes) y la noción de jiko jitsugen, que podría describirse como autorrealización.

Pero falta más para comprender qué es el ikigai.

Las palabras que componen el nombre de esta filosofía profunda dan algunas luces. El término japonés ikiru significa vivir y kai es la realización de las aspiraciones personales. Además, kai está tomada de otra palabra muy antigua, del período Heian (794-1185) que es gai o concha, un elemento natural muy preciado entonces, por lo que alcanzar lo que uno espera también pudiera asociarse con el sentido de gran valor en la vida.

La psiquiatra Mieko Kamiya, autora del libro más importante sobre ikigai publicado en 1966 en Japón y llamado Ikigai-ni-tsuite (Sobre ikigai), explica que el concepto se parece al término felicidad, pero con un matiz diferente, más similar al de esperanza, ya que el ikigai permite visualizar el futuro con optimismo incluso si la vida es difícil o lamentable en el presente.

Los japoneses consideran que la felicidad es la suma de las pequeñas alegrías cotidianas y no esperan alcanzar un único objetivo extraordinario y grande para sentirse realizados. Más bien sienten que el ikigai es algo bastante natural y corriente. Los centenarios habitantes de una isla nipona lo saben bien.

Okinawa es una de las Zonas Azules analizadas en el libro de Dan Buettner, cuya población suele alcanzar y sobrepasar los cien años sin llevar vidas particularmente llamativas, desde el punto de vista occidental. Buettner menciona como características peculiares de los okinawenses una dieta saludable y un estrecho vínculo emocional con redes de apoyo de una media docena de amigos, a quienes consideran parte de su familia. Entre los habitantes de la isla están un maestro de karate centenario que todavía practica las artes marciales, un pescador de 102 años y una tátara-tátara-abuela que se siente indescriptiblemente feliz cada vez que le ponen en los brazos a su tátara-tátara-nieta.

Resulta que en la cultura japonesa “las personas mayores son celebradas” y tienen el compromiso moral de transmitir a los más jóvenes la sabiduría que han acumulado, amén de que ellos están interesados en recibirla. Los ancianos tienen un propósito de vida exterior a sí mismos, pues están al servicio de su comunidad. En los nipones prevalece el valor del equipo y la responsabilidad que ello conlleva. En su lado extremo, este concepto puede arrastrar a las personas al karoshi, mencionado líneas más arriba, pero en su sana dimensión motiva a querer ayudar a otros y da un sentido de realización permanente.

Pero con lo anterior no se quiere decir que el ikigai es el motivo vital radicado en el servicio voluntario a la comunidad hasta el final de los días. Un habitante de Okinawa relaciona su ikigai con la danza, actividad personal que adora y continúa practicando (y enseñando, por supuesto) a los cien años. Entonces, como se hablaba en los primeros párrafos, si bien el ikigai no es exclusivamente hacer las actividades que se disfrutan, las pasiones sí forman parte del concepto, como el trabajo, la vida en familia y en comunidad y al servicio de esta; es decir, es el verdadero arte de mantener todos los elementos en equilibrio.

Afortunadamente para los longevos habitantes de las Zonas Azules y de los jubilados que habitan el mundo, el ikigai puede cambiar a lo largo de la vida. No es una única meta que ilumina el fondo del túnel como un farol al que se debe seguir. La persona debe evaluar qué considera importante, disfrutable, trascendente y con quién comparte cada etapa de su vida, y a partir de ahí escoger y modificar su ikigai para ayudarse a tener una vida más plena.

Conocer el propio ikigai es un lujo que no todos los seres humanos tienen, pero en el que sí pueden trabajar, pues es una búsqueda profundamente personal y cambiante a través de los años. Y sabrá que lo ha identificado en cualquier momento de su vida cuando sepa la razón por la que se levanta cada mañana, independientemente de si el día va a ser difícil o agradable o si las cosas están marchando bien. Y sabrá también que está trabajando en su ikigai si puede dormir bien con el espíritu y la mente tranquila por las noches. Piense en ello.

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