Descubre Cómo Sanarte a Ti Mismo. La SANACIÓN ESPONTÁNEA de Joe Dispenza.
Algunos de nosotros necesitamos un llamado de atención para despertar. Y en 1986 yo recibí ese llamado.
[Video] Dr. Joe Dispenza en Español
Estaba en un triatlón en Palm Springs, California. Me encontraba en la parte de la carrera en bicicleta. Estaba llegando a una intersección donde había dos ciclistas que iban cruzando hacia otra carretera, y se encontraba un oficial de policía parado en el lado opuesto señalando diciéndome que girara y me incorporara a esa carretera.
Yo estaba enfocado en él y no le estaba prestando atención a la carretera. El problema era que él estaba de espaldas al tráfico que venía en sentido contrario.
Así que cuando di la vuelta, una Bronco 4×4 que iba a unos 88 kilómetros por hora me golpeó por detrás y me catapultó fuera de mi bicicleta.
Aterricé sobre mi espalda baja y mis nalgas. Cuando aterrizas así de fuerte, la fuerza de compresión básicamente ejerce una presión sobre las vértebras.
Esa fuerza de compresión comprimió seis vértebras en mi columna: la octava, novena, décima, onceava y doceava vértebras torácicas, así como también la primera vértebra lumbar.
Cuando comprimes el volumen así, la materia tiene que ir a alguna parte, y en mi caso, fue a mi médula espinal.
Una de las vértebras, la octava vértebra torácica, estaba colapsada en más del 60% y el arco neural, por donde pasa la médula espinal, se había roto como una galleta.
Tuve múltiples fracturas por compresión en la columna vertebral, en las regiones torácica y lumbar superior.
Tenía fragmentos de hueso en la médula espinal y compresión de la médula debido a la fractura del arco neural.
Me llevaron al hospital donde obtuve cuatro opiniones médicas de cuatro de los principales cirujanos de Florida en el sur de California, y el pronóstico era que probablemente nunca volvería a caminar y que necesitaba una cirugía radical llamada “cirugía de varillas de Harrington”.
En la cirugía de varillas de Harrington básicamente cortan las partes posteriores de las vértebras, atornillan unas varillas largas de acero inoxidable y, al atornillarlas allí, estas crean soporte y halan la columna vertebral de la médula espinal y abren el camino. Luego toman fragmentos de hueso de la cadera y lo pegan encima y esperan lo mejor.
En mi caso, la cirugía tenía que ser desde la base de mi cuello hasta la base de mi columna, debido a la cantidad de vértebras que se comprimieron.
Creo que, si se hubiera tratado de alguien más, probablemente le habría recomendado que se sometiera a la cirugía. Pero no se trataba de alguien más, sino de mí.
Y yo no tomé una decisión rápida basándome en radiografías, tomografías y resonancias magnéticas simplemente por salir del paso y someterme a la cirugía.
Tomar una decisión cuando te sientes indeciso es uno de los momentos más difíciles, porque estás sopesando lo que sabes con lo que no sabes, y llegas a un punto de tu vida tan oscuro como la noche.
Porque cuando te das cuenta de que nadie tiene las respuestas a tus problemas excepto tú, comienzas este proceso de dar un paso hacia lo desconocido.
Ahora, en 1986 en el sur de California, no mucha gente iba en contra de lo convencional, ya sea que fuera en el ámbito científico, médico, social o religioso.
Pero creo que cuando sales de lo convencional, esa es la definición de un milagro.
De modo que, cuando haces algo así, siempre te consideran un temerario o un loco, hasta que lo logras y luego eres un santo o un genio.
Entonces, decidí por mí mismo personalmente que estaba dispuesto a dar un paso hacia lo desconocido, que no podía imaginarme viviendo con medicamentos adictivos por el resto de mi vida o en una silla de ruedas.
Así que decidí darme de alta del hospital y solo tenía un pensamiento, que era: “El poder que hace al cuerpo, sanará el cuerpo”.
No podía dejar de pensar en eso, porque sabía que hay una inteligencia que nos está dando vida, que mantiene nuestro corazón latiendo y que nos permite digerir nuestra comida. Y que esa inteligencia es consciencia, y la consciencia es prestar atención, por lo que ella debía estar observando o prestando atención a quién soy.
En primer lugar, decidí que iba a hacer contacto con esa inteligencia e iba a darle un plan o un diseño. Sería muy específico sobre lo que quería y, cuando estuviera feliz con mi creación, le entregaría esta creación a una mente más grande, porque creía que ella sabría cómo sanarme mucho mejor que yo.
Lo segundo que dije fue: “No dejaré que ningún pensamiento de lo que no quiero experimentar se escape de mi consciencia”.
Ahora bien, eso suena muy fácil desde un punto de vista intelectual, pero aprendí rápidamente que no podía hacer que mi mente hiciera lo que yo quería.
Cuando pasamos por una crisis o un trauma como el que yo estaba viviendo, tendemos a concentrarnos en lo que no queremos que suceda en lugar de lo que sí queremos que suceda.
De modo que, de los potenciales infinitos que existen para nosotros como seres humanos, yo estaba seleccionando el peor de los casos, una y otra vez en mi mente, y estaba aceptando eso emocionalmente y preparándome para ese evento.
Porque creía que, si pasaba algo menos grave de lo que estaba imaginando, entonces iba a tener mejores posibilidades de sobrevivir.
Creo que cuando estamos en momentos de crisis, son esos químicos de supervivencia, esas hormonas del estrés, las que nos preparan para el peor de los casos.
Así que empezaba a reconstruir mi columna vertebral en mi mente, vértebra a vértebra y luego pensaba en cómo sería vivir en una silla de ruedas.
Pero luego me daba cuenta de que me estaba enfocando en lo que no quería que sucediera en lugar de lo que sí quería que sucediera, así que me detenía a mí mismo y me decía que tenía que empezar de nuevo.
Y la razón era porque esa inteligencia es una presencia, y es tal cual como cuando alguien está presente contigo y te está prestando atención; pero también sabes cuándo no te está prestando atención porque está distraída.
Así que concluí que tenía que estar completamente presente para que esa inteligencia pudiera obtener una señal clara.
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Entonces comenzaba de nuevo, empezaba a reconstruir mi columna vertebral, pero luego comenzaba a pensar en si debería vender mi casa o si debería vender mi consultorio, y me detenía de nuevo, volvía a hacerme consciente, pero luego me frustraba, me impacientaba y luego me enojaba y todo empeoraba.
Durante seis semanas pasé por esta increíble oscuridad en mi alma porque realmente no podía hacer que mi mente hiciera lo que yo quería.
Me tomaba alrededor de tres horas cerrar los ojos y reconstruir cada vértebra, comenzando de nuevo cada vez que perdía mi atención. Nunca estaba realmente satisfecho con la forma en que lo hacía, pero simplemente seguía adelante.
Al cabo de seis semanas, logré pasar por todo el proceso sin perder mi atención y fue como golpear una pelota de tenis en el punto perfecto. En ese momento, algo simplemente hizo clic. Yo hice clic.
Supe en ese momento que algo había sucedido, y luego, lo que me estaba tomando tres horas, ya lo podía hacer en 45 minutos.
En ese momento no lo sabía, pero estaba detonando y conectando nuevos circuitos en mi cerebro todos los días, y literalmente, estaba mejorando mi capacidad para prestar atención, y la atención es una habilidad.
Es como la habilidad para jugar golf o tenis. Cuanto más lo practiques, mejor lo haces.
Dado que yo no podía ir a ningún lado ni hacer nada excepto estar acostado boca abajo, tenía mucho tiempo libre, así que practicar era mi predilección.
Cuando logré pasar por todo el ensayo mentalmente, comencé a notar cambios significativos en mi cuerpo. Mis niveles de dolor disminuyeron inmediatamente. Algunos de los problemas neurológicos que estaba teniendo, como el entumecimiento y el hormigueo, empezaron a mejorar. Mis funciones motoras comenzaron a regresar.
En el momento en que correlacioné lo que estaba haciendo dentro de mí con el efecto que se estaba produciendo fuera de mí, comencé a prestar atención a lo que estaba haciendo, y empecé a hacerlo con más pasión y más entusiasmo en lugar de temor y frustración.
Fue esa emoción elevada la que me hizo darme cuenta de que en realidad era el catalizador para hacerlo divertido y fácil.
Luego comencé a pensar en qué cosas haría si lograba caminar de nuevo. ¿Qué cosas di por sentado cuando sí podía hacerlo? Ver una puesta de sol, poder tomar una ducha o sentarme con mis amigos y disfrutar de una comida.
De repente, comencé a seleccionar potenciales en el campo cuántico que ya no se basaban en el peor de los casos, sino en alguna posibilidad futura. Y comencé a aceptarlo emocionalmente y a experimentarlo por completo, ya fuera una puesta de sol en la playa o tomar una ducha. Lo vivía en mi mente y lo sentía emocionalmente.
En ese momento no lo sabía, pero lo que estaba haciendo era combinar una intención clara con una emoción elevada, porque cuando haces eso, sacas tu cuerpo y tu cerebro de vivir en el pasado y los pones a vivir en el futuro.
En realidad, cuando estás realmente concentrado y prestando atención, el cerebro y el cuerpo no saben la diferencia entre lo que está sucediendo en tu mundo exterior y lo que está sucediendo en tu mundo interior.
Y el proceso mismo de la emoción elevada comenzó a convencer a mi cuerpo de que estaba viviendo en esa realidad futura en el momento presente, porque el cuerpo es la mente inconsciente y no nota la diferencia.
En ese proceso comencé a activar nuevos genes y nuevas formas, y mi cuerpo comenzó a cambiar drásticamente.
A las diez semanas volví a ponerme de pie. A las doce semanas empecé a entrenar de nuevo. Y hoy en día jamás tengo dolor en mi cuerpo ni en mi espalda.
Simplemente hice un trato conmigo mismo y con esa inteligencia, el trato de que, si podía volver a caminar, pasaría el resto de mi vida estudiando la conexión cuerpo-mente y la mente sobre la materia.
Y eso es exactamente lo que he estado haciendo desde 1986.
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