Descubre ¿Por Qué No te Funciona la Ley de la Atracción? El Secreto: Manifestar. Wayne Dyer en Español.
La manera correcta en el momento adecuado.
He hablado con frecuencia acerca de la confianza, del conocimiento y del cambio de percepción para abandonar la idea de que de alguna manera estás separado de la inteligencia divina, que es universal.
Lo que más debes recordar acerca de una inteligencia universal es, obviamente, que si es universal está en todas partes. En consecuencia, está en todo lo que quieres y en todo lo que eres, por lo que manifestar es la habilidad para reorientar tus intenciones en consonancia con esa inteligencia divina y saber que se revelará.
Pero, una de las cosas que tendemos a hacer como individuos es impacientarnos. Nuestro ego nos dice: “Quiero lo que quiero, y lo quiero ahora”. Además, somos propensos a tratar de decirle esto a la inteligencia universal o a Dios.
[Video] Wayne Dyer en Español
Uso una metáfora de que Dios es como un océano y nosotros somos como un vaso que contiene agua de ese océano, así que somos en realidad un “vaso lleno de Dios”, si quieres verlo de esa forma. Somos un trozo de Dios.
Pero cuando te separas, es como si te convirtieras en una pequeña porción de agua separada del océano y así, literalmente no puedes hacer que nada ocurra porque eres muy débil. Es solo cuando te unes con ese océano, cuando esa porción de agua es parte del océano, que puedes hacer cualquier cosa.
Cuando te fusionas con esta inteligencia divina, en lugar de separarte de ella, sabes que este océano proveerá para ti, exactamente de la forma en que se supone que ha de hacerlo y en el momento preciso.
Un maravilloso poeta llamado Rumi, a quien me he referido varias veces, escribió a principios del siglo XIII. Su poesía es todavía citada en nuestros días y es algo que te recomendaría que leyeras.
Él escribió un poema llamado “El sirviente que amaba sus plegarias” que me gustaría compartir contigo. He hablado antes acerca de esta idea de desconectarse del resultado y dejar ir tu necesidad de hacer que algo pase como tú exiges que pase.
El poema dice así:
Al amanecer, un cierto hombre rico quiso ir a los baños de vapor. Despertó a su sirviente Sunqur, «¡Eh! ¡Despierta! Toma la jofaina y las toallas y la arcilla para el lavado y vámonos a los baños».
Sunqur de inmediato recopiló todo lo necesario y salieron al camino uno al lado del otro.
Al pasar ante la mezquita, sonó la llamada a la oración. Sunqur amaba orar cinco veces al día. «Por favor, amo, descansa en este banco un rato, para que pueda recitar la azora 98, que comienza diciendo: “Tú, que tratas a tu esclavo con bondad”». El amo se sentó en el banco afuera, mientras Sunqur entraba en la mezquita.
Una vez terminadas las oraciones, cuando el Imán y todos los fieles se habían marchado, Sunqur seguía en el interior. El amo esperó y esperó. Finalmente, gritó hacia la mezquita: «Sunqur, ¿por qué no sales?». «No puedo. Este inteligente no me deja. Tened un poco más de paciencia. Os escucho ahí fuera».
El amo esperó hasta siete veces, y luego gritó. La respuesta de Sunqur fue la misma: «Todavía no. Aún no me deja salir». «Pero si ahí dentro no hay nadie, excepto tú. Todos se han marchado. ¿Quién te hace permanecer sentado tanto tiempo?». «El que me mantiene aquí dentro es el que os mantiene a vos ahí fuera. El mismo que no os permite entrar, no me permite a mí salir».
El océano no permitiría que sus peces se salieran del agua por sí mismos. Tampoco permitiría que los animales terrestres entraran donde se mueve el pez sutil y delicado. Las criaturas de la tierra se mueven pesadamente en soledad sobre el suelo, ningún ingenio puede cambiar esto. Solo hay uno que puede abrir la cerradura de estas cuestiones…
Olvídate de tus imaginaciones, olvídate de ti mismo, escucha a tu Amigo. Cuando seas totalmente obediente a ese, serás libre.
Rumi.
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Esta es la idea de saber que esa inteligencia divina funcionará exactamente en el orden de prioridad y en el momento en que se supone que debe hacerlo.
En Un curso en milagros está este fragmento, frecuentemente citado que dice: «La paciencia infinita, produce resultados inmediatos». Parece contradictorio ¿verdad? Suena a paradoja, porque parece que, si soy infinitamente paciente, tendré que esperar por un largo tiempo.
He hablado en otras oportunidades de las semillas de tomate que solíamos plantar y como la esencia de lo que significa ser un tomate está en ellas.
Sin embargo, esa misma esencia es algo que no se encuentra en absoluto en el mundo físico. Lo que produce el tomate, como descubrimos cuando miramos esas semillas y el polvo que hay en ellas es en suma una energía, es simplemente una onda de algo que es invisible al ojo humano. Es algo que ni siquiera existe en el mundo físico, no hay de ello ni una partícula en absoluto.
Cuando eres un niño piensas como un niño. Cuando yo era niño en Mount Clemens y esos brotes de tomate salían a la superficie unas cuatro o cinco pulgadas, en algún momento del mes de junio, recuerdo que una vez me agaché a observar las pequeñas plantas. Me arrodillé y comencé a tirar de ellas. Recuerdo a la Sra. Scarf diciéndome: «No, no, no, no puedes hacer eso». Lo que yo estaba haciendo era tratando de apresurarlos para que crecieran más pronto.
Esta idea de intentar apresurar a la inteligencia divina es algo que hacemos con nuestros egos todo el tiempo. Obviamente, la creación revela sus secretos de vez en cuando como se supone que ha de hacerlo, tal y como está ordenado.
Cuando te inclinas y tiras de los brotes y tratas de sacarlos del suelo, le pondrás fin a esa planta. Ya no tendrá ninguna posibilidad, porque has interferido con su crecimiento. Este principio de desconectarnos del resultado al tiempo que ejercitamos la paciencia infinita, es verdaderamente esencial para tu proceso de manifestación.
Esto es inconsistente con lo que tendemos a pensar que es la manera en que las cosas deberían funcionar, porque si hago todo lo que se supone que debo hacer, si aplico todos estos principios, si establezco todas las normas y lo organizo todo, entonces espero tener resultados.
Ese es el momento en nuestras vidas en que fijamos nuestra meta y no hay nada malo en tener metas. He escrito y hablado de ello muchas veces. Pero la idea de establecer objetivos y solo esperar a que se materialicen, es la forma de pensar que nos mantiene estancados en la etapa de nuestro desarrollo en que, para sentirnos bien, necesitamos luchar continuamente para lograr tener más que otros.
Esta es la fase del guerrero. Esto nos impide movernos a estadios más elevados donde podemos comenzar a manejar las coincidencias de nuestras vidas.
Esto suena ilógico, ¿no? Si es una coincidencia, no puedes manejarla. Si la manejas, entonces no es una coincidencia. Pero comienzas a ir más allá de algunas de estas paradojas cuando alcanzas un nivel más elevado.
Fijar metas es algo que hacemos en las etapas tempranas de nuestro desarrollo espiritual y seguimos haciéndolo. Porque no entramos en las diferentes etapas de desarrollo espiritual dejando definitivamente atrás las etapas anteriores. Podemos ir atrás y avanzar de nuevo a niveles superiores, siempre nos movemos dentro y fuera de las distintas fases.
La pregunta es ¿cuál es mi énfasis primordial? Si mi interés primordial está no solo en fijar metas, sino también en apegarme a esas metas y luego insistir en que se cumplan cuando yo quiero que lo hagan, eso es inconsistente con la manifestación, con la espiritualidad y con una consciencia superior.
Lo que tienes que hacer es tener tus metas, que es lo que representa la semilla de tomate, y luego tienes que relajarte y poner tus pensamientos, tus ideas, tu consciencia y tu sensibilidad en tu propósito, teniendo en tu corazón el convencimiento de que se manifestará.
La clave para relajarse en torno a lo que te gustaría que se manifestara es la certidumbre en cuanto al resultado.
En Un curso en milagros dice: «Si tienes certeza del resultado, la paciencia es fácil». Si tienes dudas acerca del desenlace final, si no estás seguro de cómo va a resultar todo, si no sabes si las cosas van a encajar en su sitio de la forma en que te gustaría, entonces no podrás ser paciente.
Así pues, tener paciencia infinita es en verdad como tener confianza en Dios y cuando confías en Dios, confías en la sabiduría que te creó y cuando confías en la sabiduría que te creó, estás confiando en ti mismo. Porque no puedes nunca estar separado de esa sabiduría.
La paciencia, la confianza, la sensibilidad y la consciencia superior son absolutamente esenciales.
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