🔴 El SECRETO para Desarrollar el Poder de la Mente (Wayne Dyer en Español)

Una de las características del lugar es que había un conjunto de unas catorce tinas, todas con agua a diferentes temperaturas. En el centro las aguas estaban a temperaturas tibias, muy agradables. Hacia la derecha las temperaturas eran cada vez más calientes. Hacia la izquierda, las temperaturas descendían hasta llegar a ser heladas.

Las personas de la audiencia eran maravillosas. A medida que entré en contacto con ellas comencé a observarlas y noté que todos se mantenían cerca de sus zonas de confort, que eran las piscinas con las temperaturas más agradables.

Nadie usaba las tinas de temperaturas extremas, ya fueran las muy frías o muy calientes. Cuando les pregunté por qué estaban haciendo eso, me respondieron que porque era confortable.

Pensé acerca de eso, pues es una de las cosas que hacemos con demasiada frecuencia. Permanecemos siempre en torno a lo que nos resulta confortable.

Una vez que encontramos una zona de confort, nos establecemos en ella, nos acomodamos y evitamos experimentar el resto del panorama que la vida tiene para ofrecernos, porque nos consume la idea de permanecer cómodos.

Así que les dije: “Todos vamos a experimentar todo lo que tenemos a nuestra disposición. ¿Por qué no hacerlo? Por lo menos vamos a probarlo, y como resultado sabrán cómo es, en lugar de tan solo tener alguna idea preconcebida acerca de lo que pueden o no hacer”.

Piensa en esto: puedes encontrar toda una nueva gama de experiencias si te permites salir de tu zona de confort.

Así que comenzamos a probar todas las tinas. Nos movimos de las que eran algo calientes a las muy calientes y luego a las más frías. Fue asombroso lo fácil que resultaba ajustarse a algo nuevo.

Era posible sumergirse en el agua muy caliente y adaptarse a eso. Luego, al salir, se podía experimentar la sensación que nos producía y sentir cómo reaccionaba el cuerpo ante el calor del agua. Lo mismo ocurrió en las tinas de aguas frías.

Todas las personas experimentaron todo el rango de temperaturas que tenían a su disposición.

La moraleja es que necesitamos hacer esto con más frecuencia. Debemos apartarnos de aquello a lo que estamos acostumbrados, y de todo lo que hemos aprendido a identificar como nuestros límites.

Hay que comprender que esas limitaciones que nos imponemos en nuestras zonas de confort son las que nos coartan y nos impiden movernos más allá del punto en el que nos encontramos ahora para poder experimentar cosas nuevas en nuestras vidas.

Este es un principio que puedes aplicar en todas las áreas de tu vida.

Hay quienes no se sienten capaces de probar una comida diferente a la que ya consumen. Por ejemplo, les he preguntado a algunas personas si les gusta la comida mexicana y de inmediato hacen gestos de asco, aún cuando jamás la han degustado.

Afirman: “Yo no como esas cosas, no podría”, y mi pregunta es: “¿Por qué no podrías?”, a lo que responden: “Es que ni luce como algo comestible”. Muchos dicen cosas similares acerca de otros alimentos.

Me he encontrado entonces que la variedad de experiencias de estas personas se limitan a su zona de confort. Se habitúan a ciertas cosas y no son capaces de probar nada nuevo.

De esta manera, en lugar de tener una vida de aventuras emocionantes, colmada de experiencias nuevas e interesantes, la existencia se les transforma en algo monótono, donde solo importa estar cómodo.

Hace años viajé por el país para promocionar el libro Tus zonas erróneas. Me acompañaban mi esposa y mi hija de nueve años. Llegamos a un parque en el norte de Idaho, y yo había estado pensando acerca de estas ideas relacionadas con las zonas de confort.

Estábamos en el lago McDonald, que lucía casi congelado y quise probar qué se sentía nadar a esa temperatura. Así que le dije a mi esposa que iba a cruzar el lago nadando. Ella me dijo: “No puedes hacer eso, ¡es alrededor de una milla!”.

Yo acostumbraba a nadar distancias largas, así que eso no era un problema. Sin embargo, nadar a esa temperatura era algo que jamás había experimentado. Pero tenía la creencia de que mientras estuviera nadando no tenía que sentir el frío; es decir, pensaba que no tenía por qué estar tan frío para mí, al punto de que me sintiera incómodo.

La verdad es que estaba convencido de que podía sumergirme en el agua gélida sin tener que sufrir por la temperatura. Pero eso es algo que tendría que hacer con mi mente. No podía depender solo de mi cuerpo, porque mi cuerpo iba a reaccionar de acuerdo con sus hábitos.

Por eso, me decía a mí mismo una y otra vez: “No vas a tener frío. Cruzar a nado el lago McDonald va a ser una experiencia maravillosa para ti”.

Me metí en el agua y comencé a nadar y en ningún momento sentí ningún tipo de incomodidad.

Observé que las personas que se acercaban al lago temblaban de frío. Estaban preparadas para sentirse incómodas.

Yo tuve una percepción diferente.

Lo que hice fue usar mi mente y mis pensamientos. De eso se trata: de aprender a pensar de la manera apropiada en tu vida.

Las personas que no son capaces de ir más allá de sus límites son las que no usan sus mentes en una forma constructiva.

Yo me sumergí en ese lago con la idea de que lo podía hacer con comodidad y pensando que sería grandioso. Para mí era un desafío que me resultaba muy emocionante enfrentar.

Sabía que podría hacerlo, por eso no me puse tenso y mi cuerpo no se dispuso a enfriarse, sino que reaccionó de la forma en que mi mente lo estaba preparando.