Aunque no es algo común, a muchas personas no les agrada recibir. Desde oír un cumplido hasta ser ayudados en medio de una gran necesidad, tienen sentimientos encontrados al respecto. ¿Por qué alguien tendría problemas para aceptar algo que es dado por otro con buena intención?
Recibir es una acción que está asociada al amor y el agradecimiento. Quien ofrece algo libremente lo hace por afecto y deseos de beneficiar de algún modo a la otra persona.
Por ejemplo, si hace un elogio busca demostrar su admiración y aprecio; si entrega un regalo físico o inmaterial, lo hace con la intención de complacer o recompensar y si brinda una ayuda, el objetivo es favorecer o auxiliar al beneficiado.
En contraposición, las personas agradecidas por lo que han recibido en general manifiestan alegría y conformidad con lo que les han dado, pues se trata de de objetos u acciones que llegan para transformar de manera positiva sus vidas.
Cuando una persona no ha aprendido a expresar la gratitud que siente, ese bloqueo se torna contraproducente. Lo lleva a construir una suerte de coraza que causa problemas en sus relaciones sociales y familiares, así como un sufrimiento innecesario.
Un corazón sano siente el deseo de agradecer, pero si alguien ha tenido malas experiencias en su infancia o en su pasado, tendrá dificultades en el presente para conectarse con los demás.
Las corazas emocionales
Una de las razones por la que las personas tienen dificultades para recibir y agradecer es el temor a mostrarse vulnerables, prefiriendo entonces mantener esa coraza protectora.
Lo peor es que es una muralla que se extiende a sus otros sentimientos, por lo que terminan con dificultad para expresar el llanto, la pena por el fracaso, el miedo, la duda o la culpa. Toman esas emociones como signo de una debilidad que no deben permitirse.
De este modo, las personas pasan a alimentar su soberbia, no aprecian su entorno y a quienes les rodean y en consecuencia dejan de sentir y manifestar la gratitud.
Se empiezan a considerar autosuficientes y prefieren rechazar todo ofrecimiento que implique un compromiso emocional. Su ego limita la capacidad de identificar y valorar las bendiciones que reciben diariamente.
La huella del agradecimiento
Es normal desarrollar un vínculo especial luego de recibir algo que genere sentimientos de gratitud. Podría describirse como un lazo o un contrato simbólico que, dependiendo del hecho, será temporal o, en otras ocasiones, durará para toda la vida.
La gratitud “marca” a las personas de una manera positiva. Puede convertir a desconocidos en amigos, a personas comunes en héroes y crear familiaridad entre quienes no comparten vínculos sanguíneos.
Los que se sienten vulnerables y con temor a recibir prefieren evitar estas marcas emocionales que provoca el agradecimiento.
Ser vulnerable y compartir; exaltar y ser humilde
Sí, estar abierto a recibir las huellas de la gratitud hace vulnerable a las personas, y es posible que alguien quiera tomar ventaja de esa situación. Pero así como ese compromiso genera el riesgo de ser lastimado, también abre otras puertas.
La primera es que al aceptar lo que alguien te ofrece, también te permite darle algo a cambio: decir que sí a un acto sencillo de bondad ayuda a la persona que ofrece a descubrir el gozo que existe en poder dar.
La segunda es que al recibir y agradecer, cambiamos nuestros sentimientos de autosuficiencia y temor al compromiso por el de la humildad.
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El agradecimiento es un sentimiento que nace de la humildad, opuesta a la posición soberbia del ego. La humildad no implica rebajarse ante alguien. Consiste en reconocerse parte de lo divino y receptor de los regalos que el universo otorga.
De cualquier experiencia se extraen aprendizajes y se logra una evolución. La gratitud y la humildad van de la mano, porque quien es humilde siempre tiene la disposición a aprender y en consecuencia se permite cambiar y crecer. La humildad no consiste en creerse menos que los demás, sino en entender que la vida está llena de regalos y enseñanzas que muchas veces no vamos a comprender, pero que han venido a nosotros por una razón.
Por lo tanto, recibir no nos coloca en una posición de desventaja ni en riesgo de que los demás se aprovechen de nosotros. Nos permite dar al otro la oportunidad de explorar sus sentimientos al ofrecer, y a nosotros la ocasión de crecer mediante la humildad.
La gratitud implica además que la persona que recibe la acción haga algo que exalte, al menos brevemente, a quien la realiza. Esto es considerado un acto de humildad: reconocer que el otro ha sido mejor por un motivo y es merecedor de una alabanza. Significa reconocer al otro en su individualidad y valor personal.
Por ejemplo, alguien que desea emprender profesionalmente pero no tiene habilidades para lanzar su marca, y encuentra la ayuda de alguien experimentado en páginas Web, podrá expresarle su gratitud y reconocimiento a sus habilidades. Reconocer y felicitar ese talento es un modo de ser agradecidos por la ayuda recibida.
Una falsa moneda de cambio
Otra de las creencias arraigadas en torno al recibir y agradecer, además de la vulnerabilidad, es creer que el dar y recibir implica un intercambio de favores. La persona con problemas para recibir piensa que los favores generan deudas que lo obligarán a buscar una oportunidad para retribuir el favor. Este concepto es erróneo.
La gratitud, por definición, debe ser desinteresada para ambas partes ya que el amor está implícito; en consecuencia, no hay una acción condicionada. La gratitud forma parte de la percepción del mundo y de sí mismo, y tiene que ver con la forma en que deseamos expresar nuestros sentimientos.
Si alguien quiere hacer un favor, este deseo debe brotar de su corazón sin esperar nada de vuelta. Su recompensa está en el mismo hecho de haber podido favorecer a alguien.
Quien recibe el favor debe estar dispuesto a generar una emoción de aceptación por la ayuda recibida. Ciertamente, sabrá que se ha formado una conexión entre ambos, pero no por obligación, sino por sentimientos positivos como el afecto, la amistad y la humildad, explicada anteriormente.
Conclusión
Ricardo Perret aclara que “la gratitud es una virtud para personas maduras emocionalmente y conectadas con el plano espiritual”. Por eso es importante dejar atrás las concepciones erróneas con las que nos hemos formado y asumir el agradecimiento con humildad y sin falsos egos que nos lleven a sufrir innecesariamente.
La gratitud es un medio efectivo para reconocer el valor en las demás personas y en nosotros mismos, así como tomar consciencia de los regalos que la vida nos ofrece. Por lo tanto, el agradecimiento no solo nos reconecta con la parte espiritual y con valores como el respeto y la admiración, sino también con el amor.
En el agradecimiento está uno de los secretos de la felicidad, la autorrealización y la paz interior.
Cristina Jaramillo Lopera, en su libro Gratitud día a día resume los pensamientos que debemos tener cuando hemos recibido y tenemos el valioso sentimiento de la gratitud:
“Cuando expresamos a las demás personas nuestro agradecimiento, reconocemos su valor en nuestra vida, les damos la alegría de sentirse útiles y estimulamos en ellas lo que realmente contribuirá a su felicidad: el deseo de dar y servir”.