🔴 La Verdad que Solo Pocos Conocen. Un Video que Cambiará tu Vida para Siempre. Wayne Dyer en Español

La Verdad que Solo Pocos Conocen. Un Video que Cambiará tu Vida para Siempre. Wayne Dyer en Español

Descubre la Verdad que Solo Pocos Conocen. Un Video que Cambiará tu Vida para Siempre. Wayne Dyer en Español.

He aquí una observación de Albert Einstein: “Hay solo dos maneras de vivir tu vida. Una es vivir como si nada fuera un milagro, la otra es vivir como si todo lo fuera”.

Walt Whitman dijo: “En los rostros de hombres y mujeres, veo a Dios”.

Eres una creación divina de Dios. No puedes separarte de lo que te ha creado. Si piensas en Dios como en el océano y en ti mismo como en un recipiente, te puede ser de ayuda en momentos de duda, cuando te sientas perdido o solo, que recuerdes que eres un recipiente que contiene a  Dios.

Cuando sumerges tu vaso en el océano, lo que obtienes es un vaso de Dios. No es tan grande o fuerte, pero sigue siendo Dios. Siempre y cuando te niegues a creer lo contrario, nunca te sentirás separado de Dios.

Piensa en una gota de agua del océano de la abundancia. Separada de su fuente, esa gota de agua acabará evaporándose y retornará a la fuente. La cuestión es que mientras esté en su forma líquida, desconectada de su fuente, pierde el poder de su origen.

Esta es la esencia del secreto de siempre atesorar tu divinidad.

[Video] Wayne Dyer en Español

Mientras en tu mente estás separado de tu fuente, pierdes tu poder divino, el poder de tu fuente. Así como la gota de agua, tú también cambiarás de forma y finalmente retornarás a la fuente.

Cuando te sientes desconectado de Dios, pierdes el poder de tu fuente que es el poder ilimitado de crear, de ser milagroso y de experimentar la alegría de estar vivo. La gota de agua desconectada de su fuente divina simboliza tu ego.

 

¿Qué es tu ego?

Tu ego no es más que una idea que llevas contigo a donde quiera que vas. Esta idea te plantea que eres la suma total de lo que tienes, de lo que haces y de quien eres.

El ego insiste en que eres un ser aislado, que tu personalidad y tu cuerpo son tu esencia y que estás en competencia con cualquier otro ego para obtener la parte que te toca de este mundo, que es limitado y finito.

Por eso, el ego asevera que tienes que recelar de los demás, quienes también quieren todo lo que se creen con derecho a tener.

Como consecuencia, el ego te induce a pensar que hay enemigos de los que te debes cuidar todo el tiempo. Dado que tú estás separado de ellos, tienes que desdeñar la cooperación con los demás  por miedo a que te hagan trampa. El resultado es que tienes que desconfiar de todo el mundo.

Tu ego también te sugiere que estás separado de todo lo que falta en tu vida. Por eso, tienes que emplear una gran cantidad de energía persiguiendo lo que no tienes.

Más aún, puesto que de acuerdo con tu ego, eres tu cuerpo y tu personalidad, estás separado de Dios. Dios está fuera de ti, es una fuerza a la que debes temer, como todas esas fuerzas externas que tratan de controlarte.

Así que le pides a esta fuerza externa que te dote de poderes especiales para superar a todos esos otros egos que están tratando con firmeza de arrebatarte  lo que por derecho es tuyo.

Tu ego te mantiene en un estado constante de miedo, preocupación, ansiedad y estrés. Te implora que seas mejor que todos a tu alrededor. Te exhorta a que te esfuerces aún más y a que consigas que Dios esté de tu parte.

En resumen, te mantiene en un estado separado de Dios y hace que estés atemorizado de tu propia divinidad.

 

Aceptar tu divinidad

No existe un lugar en el que no esté Dios. Recuerda esto cada día. Se ha dicho que Dios duerme en los minerales, descansa en los vegetales, camina en los animales y piensa en nosotros.

Piensa en Dios como en una presencia en lugar de una persona. Una presencia que hace que una semilla germine, que mueve las estrellas a través del universo y que simultáneamente mueve un pensamiento en tu mente.

Una presencia que hace crecer la hierba y las uñas de tus manos al mismo tiempo. Esta presencia está en todas partes, por tanto, también debe estar en ti. Además, debe estar en todo lo que percibes que falta en tu vida.

De alguna manera inexplicable, por la presencia de este espíritu universal y todo poderoso llamado Dios, ya estás conectado a todo lo que te gustaría atraer a tu vida.

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Puede que hayas leído acerca de alguno de los grandes santos de la India. Ellos al parecer poseen los poderes mágicos de la manifestación instantánea. Su presencia parece sanar a los enfermos y comunicar una sensación de regocijo divino y paz a todos los que encuentran.

Un reportero de Occidente le preguntó a un santo: “¿Eres Dios?”. El santo respondió sin dudar ni un instante: “Sí, lo soy”, ante lo cual todos los presentes parecían atónitos. Luego de una breve pausa continuó diciendo: “Y tú también lo eres. La única diferencia entre tú y yo es que yo lo sé y tú lo pones en duda”.

Eres una parte de Dios. Eres una creación divina, un ser de luz que se presentó aquí como un ser humano en el momento exacto en que debía hacerlo. Tu cuerpo también partirá precisamente en el momento adecuado. Pero tú no eres ese cuerpo que contemplas, tampoco eres tu personalidad, tus posesiones o tus logros.

Eres el ser amado. Un milagro, una parte de la perfección eterna. Una porción de la inteligencia divina que sustenta a cada persona y cosa en este planeta. En un mundo en el cual esta inteligencia divina lo crea todo.

No pueden existir los accidentes. Cada vez que experimentes miedo, rechazo hacia ti mismo, ansiedad, culpa u odio, estás negando tu divinidad y sucumbiendo a las influencias de la insidiosa mente del ego, que te ha convencido de tu desvinculación de Dios.

El autor U. S. Anderson publicó, hace muchos años, un libro muy inspirador llamado Tres palabras mágicas. El señor Anderson escribió acerca de la habilidad para convertirse en un obrador de milagros y para vivir el ideal de la promesa hecha por Jesucristo: “Incluso el más pequeño de vosotros puede hacer todo lo que yo he hecho y cosas aún más grandes”.

El autor no revela cuáles son las tres palabras mágicas hasta el final del libro, cuando el lector descubre que las palabras son: “Tú eres Dios”.

No Dios en el sentido de “por encima de todos y mejor que todos los demás”, sino en el sentido de estar eternamente conectado a tu fuente, el poder omnipresente del amor que nunca te abandona y nunca se agota.

Puedes confiar en esta fuente si te recuerdas a ti mismo que te incluye a ti en todo momento.

 

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