Las personas sociables resultan atrayentes en parte por trasmitir la sensación de ser accesibles. Precisamente, los tímidos envidian de ellas que tienen la capacidad para iniciar y, sobre todo, mantener conversaciones agradables y fluidas con cualquiera, incluso con gente que no conocen. De este modo pueden hacer nuevos amigos, conocer a alguien que les gusta o asistir a cualquier evento sin temor a quedarse aislados.
Las personas tímidas encuentran dificultad para entablar conversaciones casuales, en particular cuando no encuentran puntos en común con su interlocutor. En esta publicación aprenderás a desarrollar temáticas interesantes y de múltiples opciones, mejores que el clima, el tráfico o el último suceso en la ciudad.
A continuación, podrás leer algunas estrategias para facilitar el diálogo en distintos contextos. En caso de que la conversación tenga un nivel básico o superficial:
1. Empieza la conversación
Cuando te encuentras en un lugar con desconocidos, generalmente nadie quiere ser el primero en hablar. Resulta incómodo dar el primer paso y correr el riesgo social de ser ignorado, desconocer si el otro va a responder de buena gana, o, por el contrario, si después de hacerlo escuetamente, volverá a instalarse en un un silencio todavía más embarazoso.
La situación empeora cuando, por ejemplo, en un evento las personas se conocen entre sí y empiezan a formar grupos a los que no te atreves a ingresar. Entonces te sientes excluido y te quedas mirando a todos lados deseando poder salir de ahí.
Para evitar esto, la forma más sencilla es empezar la conversación lo más rápido posible. Existe un principio: el que toma la palabra de primero, controla la situación. De este modo, liberas a los demás de la responsabilidad y el desagrado de comenzar, por lo que es más fácil que se dejen guiar por ti. También podrás continuar hablando con esas personas que acabas de conocer en otro momento.
Esto es muy útil en el juego social ya que vas estableciendo conexiones y eliminando esas barreras invisibles que se establecen en lugares como la universidad, el gimnasio, el centro comunitario, una exposición, una recepción, etc. También da buenos resultados en los casos en que te encuentras en un lugar de tránsito y corres la posibilidad de no volver a ver a la persona (una cola de pago, en el autobús…).
Ahora nos preguntamos, ¿cómo continuar hablando luego de empezar? Existen distintos métodos para evitar caer en silencios incómodos.
2. Normaliza la charla
Debemos reconocer que hemos estado intentando crear una situación de manera artificial: como no ha surgido una plática de forma espontánea, la hemos “forzado”. Sin embargo, lo importante es lograr que esa conversación resulte efectiva. Uno de los errores más comunes, producto en buena parte de los nervios, es hablar demasiado o quedarse callado de repente. Estos son signos de que no hay naturalidad.
Una conversación efectiva es aquella que se disfruta y ocurre sin ir evaluando su estructura a medida que transcurre. Cuando hablamos con nuestros familiares y amigos, ¿es difícil escoger los temas o las palabras? ¿Crees que hablas demasiado o muy poco? Seguramente, no.
Para normalizar la conversación debemos liberarnos de la responsabilidad de la misma. Necesitamos lograr que todos participen y se sientan interesados.
En cuanto a los silencios, tenemos que acostumbrarnos a que no siempre son señal de una falla en la comunicación y que podemos utilizarlos a nuestro favor. Si se quedan callados, no te sientas en la obligación de realizar algún comentario. La otra persona seguramente sentirá lo mismo, por lo que terminará siendo ella quien agregue algo más. De esta manera, la habrás comprometido con la temática de la conversación, abriendo la posibilidad a nuevos giros a partir de asuntos que le resulten interesantes.
3. Genera una comunicación bidireccional
Una de las formas más comunes en que una conversación fracasa es mantener el formato de interrogatorio, es decir, de preguntas y respuestas simples. Es la forma en que muchos padres les hablan a sus hijos al volver de la escuela. Se trata de una comunicación que no es bidireccional.
La manera de romper este esquema es añadiendo a las preguntas elementos íntimos o de confesiones que motiven al interlocutor a añadir las suyas. Se promueve entonces un ambiente que invita a abrirse y donde el otro no se siente juzgado. Es el caso de cuando la madre le pregunta al niño cómo le fue en el colegio, y añade qué estuvo haciendo mientras él estudiaba.
Si la madre dice, por ejemplo: “Mientras estabas en clase fui a la tintorería al lado de tu juguetería favorita. Después pasé por el supermercado y compré todo para que hagamos pizza esta noche… y tú, ¿qué hiciste?”; es probable que el niño, además de hablar de su día, pregunte qué vio en la juguetería o que él desea colocar los ingredientes sobre la masa antes de llevarla al horno.
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Otro elemento de la bidireccionalidad es la solicitud de opiniones o consejos. Cuando la pregunta busca la ayuda del interlocutor, este se sentirá tomado en consideración. Por ello, hay que evitar responder luego con juicios que desautoricen lo opinado.
Por ejemplo, si preguntas qué tan interesante resulta la ciudad natal de esa persona, para ir a visitarla, y ella dice que la vida nocturna es lo más agradable, no respondas diciendo que no te gusta bailar o que te acuestas temprano. Más bien agradece el comentario y consulta si también conoce sobre las facilidades de transporte o en qué zona están los mejores alojamientos. De este modo, hasta podrían intercambiar datos personales para contactarse en caso de que concretes el viaje.
4. Utiliza las temporalidades
Pensar con antelación en tu contexto con respecto al lugar donde necesitarás establecer una conversación es útil para interactuar. Piensa por qué has ido a ese lugar, qué estabas haciendo antes de eso y qué piensas hacer después. Los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor, nuestras experiencias pasadas y pensamientos sirven de material discursivo.
Por ejemplo, si has ido a un evento, puedes empezar diciendo que estás ahí porque el tema te interesa en particular. Es parte de tus materias de la universidad, pero todos estos meses has estado sumergido en la biblioteca y necesitabas salir y relacionarte con las personas en vez de con los libros (comentario jocoso). Puedes agregar que saber que habría un bufet también te sedujo (otro añadido gracioso). Di que leíste sobre el evento en la prensa o tal persona te sugirió ir. De este modo podrás preguntarle sobre cómo y por qué decidió asistir. Muy probablemente, responderá en forma fluida.
En caso de que quieras alcanzar un nivel medio de comunicación, es decir, más profundo en su contenido:
1. Construye tu historia de vida
Las experiencias de tu vida son fuente inagotable de historias para conectar con tu interlocutor. Sin embargo, no significa que debas exponer datos íntimos a cualquier desconocido. Por eso es conveniente dedicar un tiempo a refrescar anécdotas de tu biografía que resulten interesantes, divertidas, motivadoras o curiosas. También puedes “adaptar un poco” otros acontecimientos, de forma que no seas indiscreto acerca de asuntos privados, pero logres crear cuentos para introducir en ciertos contextos.
2. Establece tus valores, creencias y aspiraciones
Cuando puedes mencionar en una charla tus principios ante la vida, creas un vínculo más íntimo con tu interlocutor, quien se estará construyendo una imagen real y auténtica de ti. Para comunicar correctamente tu filosofía de vida, debes transmitirla sin agredir o imponer, usando frases como “yo creo en…”.
Por ejemplo, si tratan un tema general como el trabajo independiente y la persona alega que debes ser muy hábil para conseguir encargos, tú puedes explicar que no eres un experto en la materia. Solo tienes muy en claro lo que quieres hacer y consideras que el que sabe para dónde va, le termina yendo bien al final. También que en cierta forma, cuando te apasionas por algo, la vida confabula para que lo alcances; es decir, declaras creer en la ley de la atracción.
3. Define tus gustos
Hablar de gustos e intereses es una de las mejores materias de conversación ya que no son debatibles ni conflictivos, e igual invitan a la otra persona a darse a conocer a través de lo que le agrada. Si coinciden, tendrán mucho de qué hablar; si divergen, pueden preguntarse mutuamente sobre el tema y así terminar conociéndose mejor. Son una excusa perfecta para mostrar interés. Si, además, deseas intimar, vale invitar a la otra persona a salir para profundizar en el tema (ver juntos la película en el cine, ir a un concierto de ese grupo musical, etc.).
Si has dominado las estrategias que pueden servir para conversar de manera efectiva y natural en niveles básicos o medios, puedes empezar a implementar progresivamente estas estrategias más complejas:
1. Contacta con tu interlocutor
Cuando manejas con naturalidad tu contexto e historia, cómo estimular al interlocutor a participar y abrirse con experiencias y opiniones como las que has compartido, puedes lograr pedirle sus datos de contacto si tu interés es volver a verlo. No debe parecer algo forzado o que deliberadamente has querido llegar a este punto (el interlocutor puede sentirse abusado o nervioso), sino que al final la conversación te ha parecido tan agradable que la estás considerando el inicio de una relación (de amistad, amorosa…). Obviamente, hay que empezar por ofrecer los datos propios.
2. Diviértete
Las conversaciones efectivas siempre deben tener un tinte de diversión. Lo importante en este aspecto es que el chiste debe ser auténtico. Lo que no nos haga reír a nosotros, no hará reír a los demás. Incluso si no hay gracia, pero tú lo disfrutas, la otra persona dirá entre risas: “¡Qué chiste tan malo!”.
¿Cómo generar diversión? En primer lugar, hay que estimular un estado positivo en nuestra vida diaria, por ejemplo haciendo tonterías y riéndote a solas, viendo bloopers de tus series y películas favoritas, sonriendo con más frecuencia solo porque sí y tratando de mantener esas sonrisas cuando hables con la gente, incluso en tratos tan breves como durante la compra del pan o el pago del bus. Así podrás practicar y tu estado animoso y relajado será natural en conversaciones con las personas que deseas impactar.
La aceptación de que podemos equivocarnos ayuda a desinhibir la idea de ser perfecto, una búsqueda que pone muy tensa a las personas tímidas. En cambio, cuando no buscas cumplir expectativas personales ni sociales, solo probar y divertirte si sale mal, estás más propenso a la espontaneidad y la creatividad. Relájate y ríete si te equivocas y verás cómo va desapareciendo la necesidad de ser perfecto. Esto contribuirá mucho en tus conversaciones sociales.
Obviamente, no todos los contextos son válidos para estar en una actitud entusiasta. Lo importante es que mantengas ese estado interno de disfrute para que surja de forma espontánea en las situaciones que ameriten que te identifiquen como una persona agradable, relajada y ocurrente con quien provoca hablar.